"Al ochenta por ciento de los reporteros muertos los ha matado el gobierno"
NAR: En una entrevista llena de
recuerdos, unos entrañables, otros terribles, Carlos Sánchez lleva a
Alejandro Almazán a una retrospectiva reflexiva de su infancia, su
barrio, su familia y su vida como periodista. Con dos momentos
especiales en la entrevista. Uno, cuando Almazán nos cuenta su infancia
en el barrio de la Colonia Roma, el papel que jugaron su padres para que
él decidiera ser periodista y la reivindicación del rol de la madre en
su formación. Otro, cuando Almazán reflexiona desde su experiencia sobre
las muertes de periodistas en México, apuntando hacia los
narco-políticos como principales responsables. Al mismo tiempo que
cuenta cómo fue su entrevista con Lino Quintana y los eventos que le
siguieron y derivaron en la materia prima de su novela: Entre perros.
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"Al ochenta por ciento de los reporteros muertos los ha matado el gobierno"
Carlos Sánchez
México, DF.- Es mañana de sábado.
Alejandro Almazán, reportero, escritor, llega al mercado del Arenal.
Allí pide dos tacos de barbacoa, un consomé, agua de piña. No hay mejor
remedio para la resaca que un desayuno en las inmediaciones de su
barrio, allí donde vivió la infancia y creció entre sus camaradas, a los
cuales desde hace tiempo le perdió la huella. A algunos porque los
mataron, a otros porque viven presos.
Alejandro Almazán tiene en su trayectoria como periodista, escritor, varios premios de periodismo, algunas novelas publicadas, El más buscado,
por ejemplo, de reciente aparición y en cuyas páginas existe la vida
del Chalo Gaitán, personaje cuyas similitudes para con el Chapo Guzmán
son precisas, casi puntuales.
En esta visita al barrio, Almazán,
inevitable, reencuentra lo que es. Rencuentra el significado entrañable
que representa el nombre María Elena: su madre. Y después de caminar
como pez en el agua por los intestinos del mercado, de regreso adonde
ahora es su morada, allá en la colonia Roma, y sobre su coche que es
bien chilo y de color gris, conversamos respecto de la formación y los
cuates, el periodismo y la literatura, los miedos, las razones por las
cuales matan a los periodistas, y los motivos para seguir escribiendo.
Unos se murieron, otros están en la cárcel
--¿Qué te provoca regresar a tu barrio?
--Me gusta un chingo, porque me acuerdo
de todo lo que viví, o lo que he dejado de vivir. En las calles donde
crecí, y si conocieras con los que conviví, te darías cuenta que en nada
me parezco a ellos, a lo mejor sólo en los tatuajes, pero de ahí en
fuera no nos parecemos en nada, y sin embargo con estos güeyes crecí y
creo que siempre han sido una inspiración fantasma, en el sentido de
saber por qué ellos no salieron del barrio, por qué unos se murieron,
por qué otros están en la cárcel, por qué unos se volvieron
secuestradores, otros narcos, ninguno es gente de bien, y sin embargo
con ellos crecí y son inspiración fantasma porque siempre busco
personajes bizarros, como para entender en qué momento dejas de ser
bueno, porque tú no naces bueno ni malo, te haces, y yo siempre estoy en
la búsqueda de por qué a éstos güeyes les ocurre eso, esa es una gran
parte que siempre me produce regresar a mi barrio. La otra son los
recuerdos, imaginarme entre las calles a mis papás, a mis carnales, a
las viejas que tuve, a mis mejores amigos quienes sí se fueron del
barrio y viven hacia Xochimilco, y acordarme de todo lo que fuimos:
escondidillas, fajes, guerras de huevazos, futbol, todo lo que fuimos y
está chingón porque es la infancia y dices: de aquí soy y siempre me
llena de alegría decir que vengo de este barrio.
--¿Puedes identificar las razones de por qué no fuiste como uno de ellos, esos que ya no están?
--No, yo de pronto, de mamada, digo que
es porque mi mamá nos encerraba con llave, y no podíamos salir, pero
no, porque aún cuando mi madre nos hubiera encerrado, hubiéramos
encontrado la manera de saltarnos, nuestra puerta era de madera y casi
cayéndose. Creo que tiene qué ver sí mi madre en el sentido de que nos
educó como Dios le dio a entender, porque mi padre se desafana cuando
nosotros todavía estamos chicos, mi madre se hace cargo y nos educa, y
creo que entendemos los tres hermanos que mi jefa se está partiendo la
madre. Mi madre tenía una tienda de abarrotes, nosotros le ayudábamos,
sí nos íbamos de desmadre, de pedos, ya fumábamos, pero no caímos en
drogas, ni de entrarle a robar, teníamos unos compas que robaban autos, y
que pagaban bien, pero eso no nos latía, y mi jefa dejó sus ojos en la
tienda para que nosotros estudiáramos, ella es de esa generación de
padres que tenía la idea de que yendo los hijos a la escuela serían
hombres de bien, entonces creo que lo entendimos y lo hicimos, salvo mi
hermano el del medio, Carlos, ese güey siempre ha sido súper
inteligente, tiene dos cerebros, cabrón, Jorge y yo, no, pasamos como
porque le dábamos lástima a los maestros, pero nunca fuimos muy duchos
para la escuela.
Mataron al Toqui allá a la vuelta, tres balazos y a la chingada
--¿Cómo detona en ti la literatura y el periodismo?
--Son dos cosas, una: mi papá trabajó
en Excélsior, formaba el periódico, entonces nuestro segundo patio, por
lo menos hasta los diez, once años, fue Excélsior, y le tengo un cariño
especial a Excélsior porque en algún momento nos dio de comer, no le
tengo ningún respeto profesional pero sí un cariño.
Mi papá siempre llegaba a casa con el
periódico, no teníamos libros, pero sí teníamos un chingo de periódicos,
él llegaba con diario, con la Extra primera edición, segunda edición,
con el Jueves de Excélsior, con Revista de revistas, esa era la
literatura que leíamos. Y la otra, creo que fue mi mamá, ella era una
doña que, yo nunca la vi leer un libro, en unas cosas era muy ignorante,
pero tenía un don bien chingón, siempre que pasaba algo en la colonia a
mi mamá le llegaba el chisme, la tienda era como una sala de redacción,
mi jefa era la jefa de redacción, o la directora. Entonces ocurría
algo: oye güey, mataron al Toqui allá a la vuelta, tres balazos y a la
chingada, yo esa te la cuento en diez segundo, mi mamá esta historia te
la podía contar en media hora, y te la iba contando cachondamente, yo no
sabía si inventaba, pero la contaba tan chingona que la creías, todo lo
que ella te iba aventando. Creo que mi mamá saca ese don de mi
bisabuelo, Ruperto Rodríguez, quien fue miembro de la banda del carro
gris, esta banda que acá hay entre Puebla y el DF, asaltaban a los
ricos, los mataban, pinches sanguinarios, pero que de una u otra manera
tuvieron gestos de solidaridad de la gente porque les daban lana a los
pobres, eran unos Chuchos Rotos muy raros, sanguinarios, y mi bisabuelo
quien en realidad siempre fue mi abuelo, porque a mi abuelo también le
valió madre la vida, fue quien educó a mi mamá.
Cuando éramos niños mi bisabuelo
Ruperto nos contaba sus historias, yo la neta ya no las recuerdo muy
bien, pero sí recuerdo su elocuencia y que a todos nos tenía en la
pendeja, y siempre nos mostraba su fotografía, con su gabardina, su
sombrero, su metralleta y atrás el carro gris, una fotografía que cuando
él se muere todo mundo la quiere, y que al final mi tío José Luis que
en algún momento fue como mi padre, quien nos sacó adelante, es el que
se la queda.
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Al ochenta por ciento de los reporteros muertos los ha matado el gobierno
Entre una y dos canciones, entre el
vuelo del pelo por el aire al recorrer dentro del carro las calles del
Distrito Federal, el tema impostergable es el de la circunstancia actual
del periodismo y su riesgo al ejercerlo. Por eso cuando ya un semáforo
que se libra, dos cláxones que suenan y son el reclamo de los otros
automovilistas ante el caos vehicular, damos un vuelco también a la
conversación:
--¿Por qué matan a los periodistas?
--Es algo muy complicado porque lo más
fácil sería decir que estaban chingando al gobierno, sacaron datos que a
los narcos no les gustaron, o a los militares, o lo más fácil: estaba
metido en algo.
Me parece importante conocer la razón,
pero a mí lo que me está llamando más la atención es ¿quiénes los están
matando? Y me estoy dando cuenta que siempre hay policías municipales,
estatales, involucrados, de pronto también hay militares, marinos,
funcionarios de gobierno implicados. Entonces dices: ¿dónde están los
narcos, quiénes son los narcos? En cuanto entiendes que estos son los
güeyes que están matando a los periodistas, entiendes ya la razón,
dices, no pos a éstos güeyes los estaban chingando, en el sentido de que
les estaban sacando información que a ellos ya les incomodaba.
A los narcos les vale madre, el pinche
narco, si tú le dices que él mató a tal, le vale madre, finalmente él
sigue viviendo en la clandestinidad, de ahí viene, de ahí pertenece, y
que tú digas que el güey mató a dos, tres, no va a irrumpir su
clandestinidad, él va a seguir ahí, y a lo mejor hasta se le da fama,
hay unos que son más vanidosos y lo ven chingón. Con que no te metas con
su familia no pasa nada, y creo que la mayoría de los reporteros a los
que han asesinado no lo han hecho, sino más bien han estado reporteando
la corrupción y ahí es donde a estos güeyes sí les encabrona, los
narco-políticos son los más peligrosos, el pinche narco si te va a matar
lo va a hacer sin mayor saña, un balazo y adiós, pero éstos güeyes a
muchos compañeros los han matado con mucha saña, hay un odio hacia
ellos, un pinche rencor.
Lo que sí creo es que en ese ciento por
ciento, sí hay algunos que recibían lana y que se involucraron de
alguna manera, ya sea que recibían lana voluntaria o involuntariamente, a
muchos les dan lana porque si no los matan y ellos terminan aceptando,
además los salarios son miserables, sobre todo en los estados, y aunque
tengas tres chambas de pronto no te alcanza y a ellos se les hace fácil
decir entro con estos, los hago mis compas, y es muy fácil cruzar esa
línea de ser tus fuentes a ser tus compas y que ya te están dando lana.
Yo sí creo que de ese ciento por ciento haya algunos, no sé quiénes,
pero sí hay, de seguro, pero también estoy convencido que por lo menos
al ochenta por ciento de los reporteros muertos los ha matado el
gobierno.
La entrevista con Lino Quintana y el temor como consecuencia
--¿Tienes alguna experiencia donde hayas sentido miedo?
--En el dos mil dos fui a entrevistar a
un sicario, (en ese entonces todavía no se entrevistaban sicarios), que
trabajaba con los Arellano Félix, Lino Portillo Cabanillas, alias Lino
Quintana, como el corrido de Los Tigres del Norte. Fui y lo entrevisté
porque en ese entonces tenía buena relación con el gobernador de
Sinaloa, Juan S. Millán. Cuando arrestaron a Lino le dije: lo tengo que
ir a entrevistar.
Lino Portillo había aparecido en dos
masacres muy cabronas, la de Ensenada, en un rancho donde murieron
veintidós mujeres, trece niños, mujeres embarazadas, puro inocente, no
había ningún narco, todos ellos eran familiares de narcos pero a ellos
fueron a quienes mataron, y culparon a Lino. A mí esa primera gran
masacre me metió en shock, porque: ¿quién es capaz de matar a los niños?
A algunos los serrucharon, estuvo muy cabrón. Entonces dije: ese güey
sí está pirata, o quienes lo hicieron.
Tiempo después, Jesús Blancornelas dijo
que Lino había estado allí, que era quien había encabezado la matanza.
Luego vino otra masacre en Sinaloa, en un pueblito que se llama
Limoncito, iban sobre Javier Torres, brazo derecho del Mayo Zambada,
pero Javier Torres logró irse y éstos güeyes subieron a todos los
hombres del pueblo a un camión de redilas y los rafaguearon. El pueblo
tenía treintaidós habitantes, se murieron ahí dieciséis cabrones,
dejaron vivas a las mujeres, sobrevivió un viejito que dio muchas pistas
y entonces se supo que el responsable era Lino. Yo entrevisté al
viejito, fui el primero en hacerlo, todo mundo sabía que había un
sobreviviente pero nadie había dado con él, yo di con él gracias a un
carnal que era periodista, él me llevó, convencimos al viejito, regresé a
Culiacán, le dije a algunos reporteros que encontré al viejito, éstos
güeyes lo fueron a entrevistar, ellos publicaron un domingo la historia
del viejito, y cuando estaba yo dejando Culiacán, los pinches sicarios
fueron a rematar al viejito, me sentí bien mal, me sentí culpable.
Pasó eso, hice la historia de
Limoncito, la publiqué. Al año siguiente, en las mismas fechas, agarran a
Lino, en la sierra de Badiraguato, entonces me dije: tengo que
entrevistar a este güey, que es el diablo. Entonces que le digo a Juan
S. Millán y me dice: vente, yo te lo pongo, lo entrevisto, me dan el
expediente, todo, se portan muy buen pedo, conozco al jefe la policía,
Chuy Toño Aguilar Íñiguez, pinche chaparrillo, es un hijo de puta, pero
él me ayudó. La entrevista terminó mal porque conforme iba pasando el
día Lino iba recibiendo órdenes de aprehensión, y pobre güey, no iba a
salir de la cárcel, y en la entrevista me dice: Sácame de aquí, diles
que me lleven a una cárcel de máxima seguridad, yo no tengo que estar
aquí, yo trabajé para los Arellano y el pinche Mayo me quiere matar
porque piensa que yo tuve qué ver con lo del Rodeo y el Limoncito, pero
también Ramón está emputado conmigo porque cree que lo traicioné. Lino
estaba entre dos fuegos, por lo que me dijo.
Tecleé la entrevista, se publicó un
lunes nueve de febrero, en El universal, y desde ese día, del lunes al
jueves, mataron como a dieciocho integrantes de la familia de Lino:
mamá, papá, hermanos, primos, en Guasave; en Culiacán; Guadalajara;
Hermosillo, fueron a exterminar a la familia, y a mí desde el lunes me
marcaron, yo no contesté porque no estaba, pero una amiga me dijo: Te
habló el comandante Polanco, este es su teléfono. El comandante Polanco
era el güey que me movió en Culiacán, era el brazo derecho de Chuy Toño,
el jefe de la policía. El teléfono era un celular del DF, le marqué, y
no contestó, tenía yo su otro celular, el de Culiacán, le marco y le
explico que le estaba marcando a su otro teléfono y no me contestó, me
dice, no ha sonado mi teléfono, y le digo, no, pero en el otro, él dice,
yo no tengo otro, y le digo es que me dijeron que usted me habló, y me
dice, sabes qué, ponte trucha, porque además acaban de ir a matar a
familiares de Lino, ponte verga.
Siguieron llamando al periódico,
siempre contestaba alguien y les decía que yo no estaba allí, y ellos
decían, dígale que somos gente de Sinaloa, y que tenemos información
sobre Lino, del que lo entrevistó, que queremos verlo. Entonces lo
tomamos ya como una amenaza, dijimos esto ya se complicó, me pusieron
guardaespaldas, los del periódico. Siguieron las llamadas, siguieron los
muertos de la familia de Lino. El miércoles volvieron a llamar al
periódico, un güey del periódico contestó y me dijo, oye, cabrón, te
marcaron unos güeyes bien emputados y dijeron que les contestas o les
contestas, que si no se van a poner aquí enfrente, no dijeron quiénes
eran, pero tienen acento norteño.
En esos días no fui a chambear, me la
pasaba en mi casa, y el viernes a las cinco de la mañana suena mi
celular, y veo, 667, dije, no mames, es de Culiacán, después me llega un
mensaje a mi celular y es mi compa, el Óscar, me dice que le conteste,
le contesto y me dice: Mataron a Lino, vamos a decir que fue suicidio,
pero lo mataron. Yo ya había hablado con él sobre el rollo de las
llamadas, y me dijo: Ya, muerto el perro se acabó la rabia, yo creo que
tú ya no vas a tener pedos, cuídate.
La neta es que sí descansé en ese
momento, me vino una tranquilidad chingona, me metí a bañar, salí del
baño, me puse a planchar, en eso suena el teléfono de mi casa, contesto y
me dicen: Qué onda bato, yo digo: ¿Quién habla? Pues nosotros, güey, lo
de acá de Sinaloa, ¿ya viste que es güey ya chingó a su madre, no?, ya
estuvo. Ahí dije, estos güeyes tienen el teléfono de mi casa, saben
dónde vivo, me asusté y yo creo que hubiese seguido con ese miedo muy
cabrón, pero dos días después atropellaron a mi mamá, mi mamá no se
fijó, ya su vista no estaba bien, la atropellaron y me la pasé los
siguientes dos meses en el hospital, se me olvidó todo el pedo, el
pinche Lino, todo, me preocupaba más mi jefa.
Cuando mi jefa sale del hospital, de la rehabilitación, toda entubada, porque se rompió la columna, ahí surgió la novela Entre perros,
tenía que contar todo ese miedo que había vivido, no lo iba a publicar
en un periódico, pero sí necesitaba sacarlo y así empiezo a armar Entre perros.
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Entre perros, novela de
Alejandro Almazán (ed. Grijalbo Mondadori), sinopsis: De un asesinato
brutal como todos los del narco, el autor narra las andanzas, no de un
sicario, sino de tres amigos que se encuentran en un momento crucial y
terminan destruyéndose la vida entre sí por haber tomado decisiones
incorrectas.
Informacion adicional
- Autor/a: Carlos Sánchez
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