La gran falacia del TLC

Protesta de campesinos contra el TLC. Foto: Miguel Dimayuga.
Protesta de campesinos contra el TLC.
Foto: Miguel Dimayuga.

Hace dos décadas Carlos Salinas de Gortari ofrecía un futuro rosa para el país,  gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte: crecimiento económico, más empleos y mejor pagados, mejores niveles de vida y la inserción de México al club de las grandes potencias. Nada de eso fue cierto. En resumen, 20 años después hay más pobres, menos trabajo y peor remunerado. Hoy el esquema se repite con Enrique Peña Nieto prometiendo un futuro brillante gracias a la reforma energética…

MÉXICO, D.F. (Proceso).- A 20 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá –que se cumplieron el miércoles 1– la sociedad mexicana se encuentra hoy, como entonces, ante las mismas promesas de crecimiento económico con más empleos, salarios más altos, precios más bajos, menor desigualdad y en general una vida cotidiana de mejor calidad.
Hoy es la reforma energética la que en el discurso gubernamental aparece como “oportunidad histórica” con la cual el país será “capaz de transformar y elevar la calidad de vida de todos los mexicanos”.
Hace más de 20 años el TLC fue: “Oportunidad histórica para la transformación del país”, fórmula ideal para “no llegar tarde a la cita con el nuevo siglo” y para “ser parte de una verdadera comunidad global”, afirmaba el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.
Hoy el presidente Enrique Peña Nieto se dice convencido de que con la reforma energética “las familias mexicanas podrán sentir en sus bolsillos los beneficios de que nuestra economía vuelva a crecer a mayores niveles, como no ha ocurrido en las últimas décadas. Si aprovechamos esta gran oportunidad se habrán de crear cientos de miles de nuevos empleos”.
Hace dos décadas se prometió exactamente lo mismo, en los mismos términos y hasta con las mismas palabras.
El 1 de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC). Pero los tres años previos fueron intensos por las complicadas negociaciones entre los tres países (México, Estados Unidos y Canadá) y también por el abrumador discurso oficial, masivo y agresivo, el cual buscaba que la población mexicana aceptara las bondades de un tratado, decía el gobierno, que nos sacaría de la mediocridad económica y social y nos llevaría a las grandes ligas del primer mundo.
Con el TLC, aseguraba el gobierno, México no sólo será “potencia exportadora, en el marco de la globalización económica” sino por fin, un país moderno, integrante del mayor bloque comercial del mundo, con suficiente empleo, una industria dinámica y eficiente usufructuaria de la tecnología de punta, con un crecimiento explosivo de las exportaciones, mejores niveles de ingreso, una economía altamente competitiva, sin fugas de mano de obra ni de capitales, el mejor de los tratos con los colosos del norte.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1940, ya en circulación)

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