Las taquilleras del Metro
Una taquilla en la línea 12 del Metro. Foto: Miguel Dimayuga |
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- En el primer número de la revista fem (1976) escribí
un artículo donde relataba la lucha que las taquilleras del Metro habían
iniciado un año antes.
Cuando el Sistema de Transporte
Colectivo (STC) arrancó en 1969, había hombres en la taquilla, con base
y prestaciones. Cuando unos años después se decidió cambiarlos por
mujeres, a ellas les quitaron la base y argumentaron que sus funciones
eran “de confianza”, con lo cual no tenían posibilidad de entrar al
escalafón ni de gozar de ciertas prestaciones. Obvio que el objetivo fue
tener a 625 personas sin prestaciones ni posibilidades de
sindicalización.
La lucha de las mujeres, emprendida en
1973, fue cobrando fuerza hasta que las taquilleras lograron la base y
pudieron formar parte del sindicato del STC. Desde entonces su batalla
ha seguido con el fin de mejorar sus condiciones de trabajo. Había
entonces, y sigue habiendo ahora, tres turnos de taquilleras. Las del
primero y tercer turnos deben abrir y cerrar las taquillas antes y
después de que el Metro funcione. Las primeras llegan antes de que el
Metro marche, y las últimas se van después de que sale el último carro.
Una demanda fue la de contar con un transporte que les hiciera menos
difícil llegar e irse, pues los robos eran cosa de todos los días y
había habido varias violaciones. Hoy ya hay transporte, aunque para
ciertas compañeras tomarlo implica levantarse a las 3:00 de la mañana.
Otras
cuestiones siguen muy similares; por ejemplo, si a la hora de cambiar
turno no se presenta la otra taquillera, quienes se hallan laborando
deben quedarse hasta que llegue una suplente. Esto puede tardar dos
horas, y si no se consigue suplente, tienen que quedarse a doblar el
turno, sin importar que no hayan comido o que tengan algún compromiso.
Si son obligadas a doblar turno sin aviso, al menos ya les pagan esas
horas extra. Afrontan asimismo problemas derivados del manejo de dinero,
que van desde reponer algún billete falsificado hasta no contar con
cambio a ciertas horas, lo que también desata la furia majadera de
algunos usuarios.
Los que siguen siendo problemas
graves es ir al baño e ingerir alimentos. Se espera que trabajen siete
horas seguidas sin comer y sin ir al sanitario. A cambio de la hora
reglamentaria para alimentarse, se les “compensa” con cinco pesos (sí,
leyeron bien, cinco pesos), que es lo que cuesta el boleto en los
comedores que instaló la empresa en algunas terminales. ¿Se imaginan
pasarse todos los días laborales, todas las semanas, todos los años, sin
poder ingerir alimentos en ese lapso? Muchas se arriesgan a sanciones
si son vistas tomándose una fruta o un café.
Sin
embargo, lo más delicado es el asunto del baño. Las necesidades
fisiológicas hacen imprescindible salir de la taquilla en ciertas
ocasiones, como en algunos días de la menstruación, cuando el flujo
obliga a cambiar la toalla sanitaria. Una conquista respecto a épocas
anteriores es la del permiso de cerrar la taquilla y correr al baño. En
teoría hay una suplente de reserva que cubre la línea y que es llamada
cuando se tiene la imperiosa necesidad de salir.
Pero
en la práctica esto no funciona siempre, pues la suplente puede llegar
una hora después. Cuando cierran la taquilla para salir corriendo,
algunas enfrentan dos obstáculos: por un lado, no todos los baños están
cerca, ya que en muchos casos se encuentran del otro lado de la
estación, lo que implica subir y bajar escaleras; en el caso, por
ejemplo, de la estación Auditorio, esto supone al menos 15 minutos. Por
otro lado, a su regreso afrontan el mal ambiente de usuarios enojados,
que han tenido que esperar; incluso algunos, además de insultarlas, han
llegado a maltratarlas físicamente. Y, por si fuera poco, los policías
de guardia alientan a los usuarios a que pongan una queja, lo que deriva
en una suspensión.
Actualmente la planta del personal
de taquilla está compuesta por mil 963 taquilleras y 50 taquilleros.
Cerca de un 80% pertenece al sindicato “oficial” que dirige desde hace
30 años el priista Fernando Espino, mientras que el 20% restante se
reparte en otras tres organizaciones sindicales menores. Desde hace años
un pequeño grupo de taquilleras, integrantes de los cuatro sindicatos,
ha estado planteando la necesidad de dar solución a la problemática del
baño y la comida, entre otros aspectos. Dichas compañeras señalan la
importancia de contar con más suplentes en las taquillas donde el baño
está lejos, y de que se conceda el tiempo para ingerir alimentos en
lugar de los cinco pesos que les ofrecen.
Tanto la
coordinadora de las taquillas como las supervisoras son gente de Espino
que, en lugar de buscar solución, recurren a la represión. De este modo,
el sindicato oficial ha desatado una campaña en contra de estas
“disidentes”, con agresiones directas, amenazas anónimas y libelos
misóginos que alientan el odio. Es inaudito que un sindicato hostigue en
lugar de apoyar a quienes luchan por mejores condiciones de trabajo.
Aunque
ya han pasado más de 40 años, y las taquilleras han recorrido un largo
trecho del camino, siguen luchando por modificar conductas de injusticia
y discriminación. Para apoyar su reclamo hay que saber qué pasa,
conocer las restricciones que padecen y ver la sensatez de sus demandas.
Comentarios