SUTERM: tentáculo cetemista en vías de extinción. Parte II: feroz represión a la heroica huelga de Galván

El nacimiento del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), registrado el 20 de septiembre de 1972 tras la fusión del Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (STERM), encabezado por el ya legendario y emblemático Rafael Galván, y del Sindicato Nacional de Electricistas, Similares y Conexos de la República Mexicana (SNESCRM), dirigido por el charro Francisco Pérez Ríos, nunca fue visto con buenos ojos ni por el gabinete del entonces presidente Luis Echeverria Álvarez ni por la cúpula de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), controlada y sometida por los designios de Fidel Velázquez.
martin-esparza-493-aDesde su alumbramiento, se tuvo el temor de que los dóciles agremiados del SNESCRM se “contagiaran” del espíritu de la lucha nacionalista y conciencia gremial que caracterizaban a los miembros del STERM, convirtiendo a la naciente organización en un poderoso mecanismo de defensa a favor de la clase obrera en el país. De hecho, la unificación fue producto de la lucha emprendida por el STERM para evitar su avasallamiento por parte del entonces director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), José López Portillo, quien años más tarde sería presidente de la República.
Seguramente un gran número de los actuales agremiados del SUTERM, que nunca han escuchados pronunciar las palabras democracia y lucha sindical en el léxico de sus líderes, desconocen que en el origen de su actual sindicato, muchas de las conquistas fueron herencia directa de los logros del STERM y de Rafael Galván, pues en la década de 1970 en que el corporativismo oficial vivía sus años de gloria, todas las organizaciones agremiadas a la CTM se movían al compás de lo que ordenaba Fidel Velázquez, su “máximo jerarca”, y por disciplina no exigían sus derechos más allá de la línea marcada por sus dirigentes charros. Sus escasos “logros” siempre eran producto de lo que tenían a bien allegarles las autoridades.
Al momento de la fusión, los electricistas afiliados a la CTM salieron ganando, pues al unificarse los contratos colectivos del STERM con los del SNESCRM, infinidad de logros y prestaciones alcanzados por Galván y su gente quedaron plasmadas en el contrato único de la nueva organización. Situación que ya de entrada incomodó al gobierno federal y, por añadidura, a los charros cetemistas que no estaban dispuestos a caer de la gracia oficial exigiendo conquistas gremiales de tales alcances sociales.
La fuerza moral de Galván era un valladar que difícilmente podría derrumbarse a través de oscuras componendas por lo que los funcionarios de la CFE, en connivencia con algunos traidores a la corriente democrática del STERM que pervivía en el nuevo sindicato, comenzaron una labor de desestabilización en contra de Galván. Los nombres de esos “judas” del pasado quedaron bien registrados: los secretarios de las secciones de Puebla, Víctor Manuel Carreto, y de Guadalajara, José Aceves Pozos, se aliaron con el charro de Pérez Ríos para iniciar una escalada de agresiones contra el presidente de la Comisión de Vigilancia.
No podemos dejar de mencionar que los métodos para coptar a los traidores no han cambiado mucho, pues en la historia reciente uno de los títeres con que el gobierno de Felipe Calderón buscó desmembrar sin éxito al Sindicato Mexicano de Electricistas lleva por nombre Alejandro Muñoz. Empero, ayer como hoy, la historia no los consigna en sus páginas con letras de oro sino de estiércol, como también quedarán grabados los nombres de los líderes del SUTERM que hoy han entregado, sobre pedido, los derechos de las nuevas generaciones de electricistas.
Reviviendo la historia, fue indudable que aunque su descarada labor de desestabilización quedó en evidencia, los descendientes del STERM transformados en sumisos charros cetemistas no lograron romper en lo inmediato la unidad de los fieles seguidores a Galván, sobre todo porque con el ingreso del Sindicato Único de Trabajadores del Instituto Nacional de Energía Nuclear (SUTINEN), en mayo de 1974, a las filas del SUTERM, se reforzaron las banderas democráticas al interior de ya dividida organización.
Ante el temor de que la fuerza de Galván se extendiera no únicamente al interior del SUTERM sino más allá, sobre todo luego de que su iniciativa para dar paso a la creación del Movimiento Sindical Revolucionario (MSR) tomara forma en octubre de ese año, buscando unificar la tendencia democrática en los sindicatos nacionales por rama, la dirigencia charra convocó a principios de 1975 a la realización de un congreso que se instauró con procedimientos antidemocráticos y discriminatorios que buscaban segregar la presencia de los exintegrantes del STERM.
En un abierto maridaje, autoridades y charros se unieron para montar un operativo mediante el cual sólo los incondicionales a Pérez Ríos obtuvieron permisos especiales de los directivos de CFE para asistir al espurio evento. El golpe sindical que tuvo la aprobación de “charro mayor”, Fidel Velázquez, determinó el 21 de marzo de ese año la expulsión de Galván y sus fieles seguidores del comité del SUTERM. Sin embargo, poco le duró el gusto a Pérez Ríos, quien falleció el 27 de marzo, apenas días después del descarado charrazo, dejando en el trono a quien por décadas fue ejemplo de una de las mayores abyecciones sindicales, Leonardo Rodríguez Alcaine, mejor conocido como la Güera. En uno de los mayores robos en la historia del sindicalismo en México, a principios de la década de 1990, éste desapareció los recursos que por más de 50 años ahorraron miles de sus agremiados para su jubilación, por un monto superior a los 500 mil millones de pesos.
Días después del atropello, Galván y sus seguidores dieron un ejemplo de su fuerza sindical al reunir, el 5 de abril, a más de 20 mil trabajadores en una magna concentración en la Plaza de Armas de Guadalajara, dando paso al nacimiento de la histórica Tendencia Democrática. Casi 1 mes después, durante las celebraciones del Primero de Mayo y pese a las inercias del Congreso del Trabajo, la Tendencia Democrática desfiló al lado de organismos como el SME. Y 1 año más tarde, el 20 de marzo de 1976, en un mitin realizado en el Monumentos a la Revolución, la Tendencia Democrática dio una muestra de su poder de convocatoria al aglutinar con otras organizaciones hermanas a más de 100 mil trabajadores.
Tal evento desató una furiosa campaña en su contra lo que indujo a Galván y sus seguidores a convocar a una huelga para el 16 de julio contra la CFE, teniendo como poderosos motivos, además de los hostigamientos a los trabajadores fieles a su corriente, las reiteradas violaciones al contrato colectivo de trabajo, en cuya defensa Rodríguez Alcaine se abstenía de meter las manos. Las vías de la negociación se habían agotado y no quedó otro camino que el recurso extremo de la huelga.
Alertado por sus equipos de espionaje, el gobierno de Luis Echeverría decidió instrumentar uno de los excesos más atroces a la legítima lucha de los trabajadores. Orquestada por sus secretarios de Gobernación, Mario Moya Palencia, de la Defensa Nacional, Hermenegildo Cuenca Díaz, del Trabajo, Porfirio Muñoz, sin faltar la intromisión del líder de la CTM, Fidel Velázquez, en la noche del 15 de julio y la madrugada del 16 se dio la ocupación por parte de más de 20 mil elementos del Ejército de las instalaciones eléctricas de CFE, donde tenía simpatizantes la Tendencia Democrática.
A punta de bayoneta y utilizando también un ejército de miles de esquiroles, el Estado obstaculizó la huelga, pero ni así arredró a los electricistas democráticos a abandonar su lucha, pues se apostaron de forma valiente a las afueras de sus centros de trabajo, enfrentando a los militares. La resistencia duró varias semanas hasta que comenzaron a infringirse los castigos y despidos. Quién diría que 33 años después, una escena similar se repetiría la madrugada del 11 de octubre de 2009, cuando fueron despojados de su trabajo los 44 mil electricistas del SME.
Como parte de los golpes oficiales contra la Tendencia, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje dictaminó el 26 de julio de 1976 la terminación del contrato colectivo del SUTERM con el Instituto Nacional de Energía Nuclear, con lo que las secciones nucleares, de las más solidarias y aguerridas con la lucha de la Tendencia, agrupadas en el SUTINEN, fueron separadas y enviadas al apartado “B”.
Un día después, los secretarios generales de Puebla, Víctor Manuel Carreto y de Guadalajara, José Aceves Pozos, fundadores del STERM y antes fieles a Galván, suscribieron un acuerdo público renunciando a la Tendencia Democrática y formulando un llamado para volver a trabajar. Como premio, Fidel Velázquez ordenó que los traidores, investidos como flamantes charros, fueran incluidos en carteras del Comité Ejecutivo del SUTERM.
Martín Esparza Flores
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO] 

Comentarios