Pobreza energética azota a millones de hogares mexicanos
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By IPS
La
pobreza energética fustiga a millones de hogares en México, con una
cascada de impactos sociales, económicos y ambientales para el país.
Esos hogares, repartidos entre zonas
urbanas y rurales de esta nación latinoamericana de unos 121 millones de
habitantes, enfrentan carencias para satisfacer necesidades de
combustión, iluminación, calefacción y entretenimiento.
“No solo es un problema de acceso,
porque la población requiere de otros insumos, para cocinar, bañarse,
entretenimiento familiar. El insumo energético es un indicador
fundamental de bienestar y en ese sentido es importante ver cuántas
familias tienen carencias”, dijo a IPS el especialista Boris Graizbord.
El académico del Centro de Estudios
Demográficos, Urbanos y Ambientales, del estatal Colegio de México,
señaló que algunos grupos de localidades pequeñas, incluso con ingresos
propios o remesas enviadas por familiares desde Estados Unidos, no
pueden acceder a gas natural o a otro tipo de energía.
El concepto de pobreza energética es
novedoso en América Latina, aunque nació en los años 90 en Gran Bretaña
para describir cuando un hogar destina más de 10 por ciento de su
ingreso a la compra de insumos energéticos.
Pero en países como México se aplica con
modificaciones que tienen en cuenta las diferencias culturales,
sociales y de hábitos. En el país, se toma en cuenta la falta de acceso
al servicio, su baja calidad o la ineficiencia energética.
En una investigación pionera, Graizbord y
su colega Rigoberto García, del también estatal Colegio de la Frontera
Norte, hallaron que casi 37 por ciento –unos 11 millones de hogares–
padece privación energética en “bienes económicos”, como confort
térmico, refrigerador eficiente y estufa (fogón o cocina) de gas o
eléctrica.
La investigación Caracterización espacial de la pobreza energética en México. Un análisis a escala subnacional, publicada en 2016 en la revista Economía, Sociedad y Territorio,
halló que los principales factores de tal fenómeno son el nivel de
ingreso, el tamaño de la localidad y de la vivienda, el nivel de
educación y el género del jefe del hogar.
Tal magnitud “representa un problema
social relevante, debido a la asociación que tiene el uso de energía
limpia y asequible para mejorar la calidad de vida y reducir la pobreza
de la población”, indica el estudio elaborado por Graizbord y García,
quien ya trabajó el tema en la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (Cepal).
Los sureños estados de Chiapas, Guerrero
y Oaxaca presentan los niveles de privación promedio más altos. Esos
son las entidades federales que sufren las mayores tasas de pobreza.
En México, 46 por ciento de los
habitantes vivía en pobreza en 2014, cuando se realizó la última
Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, en un índice que
se habría incrementado desde entonces, según los expertos en el tema.
La Secretaría de Energía identifica que
los usos finales de energía más importantes en el sector residencial son
el calentamiento de agua, la cocción de alimentos, el refrigerador, la
iluminación, el aire acondicionado y el entretenimiento.
En 2015, aún la quema de leña fue la que
produjo 252 mil 840 petajulios. El julio es la unidad de medida de la
energía que equivale a un vatio por segundo y estima la cantidad de
calor necesaria para efectuar una actividad. Un petajulio representa un
cuatrillón (mil millones de millones) de julios.
Para Gabriela Niño, coordinadora de
Cambio Climático de la organización no gubernamental Polea, existe un
vínculo estrecho entre la pobreza energética y sus impactos sociales y
ambientales, como la emisión de gases contaminantes, la degradación del
suelo y la deforestación.
“Con la biomasa hay un grave riesgo a
la salud, pues la gente se expone a contaminantes locales por la quema
de biomasa en interiores, que genera efectos sobre la salud y está en
detrimento del ingreso”, explicó a IPS.
Desde agosto de 2014, México ha
emprendido una gran reforma energética que abre al sector privado,
nacional y extranjero, la explotación, refinación, distribución y
comercio de hidrocarburos, así como la generación y venta de
electricidad.
Pero queda la incógnita si esos cambios
incidirán en la disminución de la pobreza energética, en la medida en
que el gobierno deja en manos particulares actividades importantes del
sector eléctrico, motivadas por el lucro y no por objetivos sociales.
Además, el país se ha sumado a las metas
de la Iniciativa de Energía Sostenible para Todos, el programa a ser
implementado durante el Decenio de la Energía Sostenible para Todos
2014-2024.
Esa iniciativa pretende garantizar el
acceso universal a los servicios modernos de energía, duplicar la tasa
mundial de mejoras en eficiencia energética y la cuota de las energías
renovables en la matriz energética global.
Asimismo, al igual que el resto de la
comunidad internacional, ha adoptado uno de los 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible, el de “garantizar el acceso a una energía
asequible, segura, sostenible y moderna para todos”, dentro de la Agenda
2030.
Graizbord plantea una respuesta en
México por regiones, dadas las diferencias, incluidas las climáticas, en
diferentes partes del país.
“Hay que regionalizar la respuesta, que
exige una diferente combinación de insumos y costos. Si se invierte en
calentadores de agua solares, se reduce el gasto en gas, o en energía
renovable, se disminuye la distribución eléctrica. Esos escenarios son
posibles si se descentraliza la generación”, propuso.
Para Niño, el enfrentamiento de la pobreza energética envuelve varios retos.
“Hay que investigar, generar
indicadores, identificar causas, posibles soluciones, cómo se genera la
energía, cómo se consume”, planteó.
A su juicio, “también se debe fomentar
la democratización de la energía, que el gobierno genere acciones que
respondan a un objetivo de política pública, enfocadas a que las
personas aisladas de la red o que no pueden producir su energía o
satisfacer sus necesidades tengan acceso a nuevas tecnologías, como
paneles solares”.
La población de América Latina y el
Caribe tiene un acceso a la energía de 97 por ciento, lo que significa
que 23 millones de personas aún carecen de dicho servicio, según datos
de fines de 2016 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que prevé
no obstante que esta sea la región del Sur en desarrollo que primero
logre el acceso energético universal.
En México, esa cifra supera los dos
millones de habitantes, y según el BID es el cuarto país más rezagado en
la universalidad del acceso, en una lista que encabeza Haití, con solo
40 por ciento de población incluida, seguido por Honduras, Perú, este
país, Colombia, Brasil, Guatemala y Bolivia.
En la cabeza del mayor acceso se sitúan Uruguay, Costa Rica y Chile, por ese orden.
Emilio Godoy/Inter Press Service
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