Por las elecciones, alzas selectivas a la electricidad
En el ánimo y opinión de millones de
mexicanos resulta irrebatible que la reforma energética no cumplió con
ninguna de sus expectativas anunciadas y ha terminado encareciendo los
precios tanto de la electricidad como del gas doméstico, las gasolinas y
el diesel.
A principios de año cuando el gasolinazo
impactó de manera directa en la economía de las clases menos
favorecidas, los analistas de la tecnocracia insistieron en hacer creer
al país que la medida no sería inflacionaria. Tal argucia no convenció a
nadie y menos otro de sus sofismas sacados de la manga en el sentido de
que en México se estaba subsidiando la gasolina de manera exclusiva
para los propietarios de vehículos.
Trataron de ocultar que el incremento a
los combustibles como la gasolina y el diesel tendría un impacto
inmediato en el transporte público y de carga, y en actividades
agrícolas e incluso la pesca. De nada sirvió maquillar las cifras
macroeconómicas, la población resintió en sus bolsillos el alza en
productos de la canasta básica y otros servicios. La desaprobación llegó
al grado de generar disturbios y se generalizó al preguntarse la
gente dónde quedaron las promesas oficiales de bajar el costo de las
gasolinas.
Con los incesantes aumentos a las
tarifas eléctricas ha sucedido lo mismo porque la reforma energética
escondió en su ley secundaria el trasfondo de la privatización en las
áreas antes reservadas al control del Estado como la generación y la
comercialización, ahora abiertas a las leyes del libres mercado junto a
los servicios de transmisión y distribución por los que los consumidores
deberán pagar un costo adicional.
De manera silenciosa, las autoridades
han ocultado la cruda realidad por venir, pues en el nuevo marco
regulatorio de la reforma está indexado el retiro de los subsidios bajo
el esquema de implantar “tarifas reales”. No es casual que en los
últimos años los consumidores de todos los sectores, incluidos los de
bajo consumo, han enfrentando incrementado de un 300 por ciento en sus
recibos. Las consecuencias negativas a los sectores productivos y a la
población en general son innegables.
En este laberinto de falsas promesas los
estrategas del partido en el poder han tenido el cuidado de no aumentar
el costo de la electricidad a los clientes domésticos de bajo consumo
que equivalen a unos 36.7 millones de usuarios. Se aproxima el año
electoral y saben los riesgos que implicaría el exacerbar el descontento
entre los votantes mayoritarios, quienes deben estar conscientes que
una vez pasadas las elecciones deberán prepararse a un golpe similar al gasolinazo
pero en sus recibos de luz al desaparecer los subsidios. La población
debe exigir que la infraestructura eléctrica construida por todo el país
sea en beneficio de las mayorías para negar su voto a aquellos que
desmantelaron el sector energético sin tomar parecer a nadie.
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