Necesario, habilitar un “Plan B” contra Trump
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Autor:
Martin Esparza
La actitud
inestable del Donald Trump hacia las relaciones políticas y comerciales
con nuestro país hace necesario un cambio en la hoja de ruta del
gobierno mexicano para buscar alternativas que enfoquen los objetivos de
nuestras exportaciones a otros mercados, sin exentar los arbitrajes
internacionales que eviten la imposición caprichosa de aranceles,
excusando el tema migratorio.
La actitud inestable del Donald Trump
hacia las relaciones políticas y comerciales con nuestro país hace
necesario un cambio en la hoja de ruta del gobierno mexicano para buscar
alternativas que enfoquen los objetivos de nuestras exportaciones a
otros mercados, sin exentar los arbitrajes internacionales que eviten la
imposición caprichosa de aranceles, excusando el tema migratorio.
A pesar de que México cumplió con los
plazos pactados en el Congreso de la Unión para cumplir con el Tmec
(tratado de libre comnercio entre México, Estados Unidos y Canadá) en
los cambios acordados en materia laboral, esto no importó en lo absoluto
al mandatario estadunidense que amenazó con la imposición gradual de
aranceles –iniciando en un 5 por ciento hasta llegar a un 25 por
ciento–, si no se frenaba en nuestro territorio el flujo de migrantes
centroamericanos a su frontera.
En una nada tersa negociación, se logró
el pasado 10 de junio frenar la aplicación la primera fase arancelaria a
cambio de que México blindara 11 municipios de su Frontera Sur, con 6
mil elementos de la Guardia Nacional, lo que de entrada trastocó la
esencia del cuerpo de seguridad al papel de policía fronteriza.
En su territorio, Trump hace lo propio
con las redadas que violan todo principio de derechos humanos, pero le
genera dividendos políticos a sus aspiraciones por permanecer un periodo
más en la Casa Blanca.
Pero la amenaza no concluyó y quedó
latente a una evaluación que el gobierno estadunidense hará de manera
periódica; es decir, que si a Trump algo no le parece bien, la
imposición de aranceles a todas las exportaciones mexicanas podrá entrar
en vigor.
Hasta el momento, la labor de
negociación de la cancillería mexicana ha pasado por alto que si bien
las leyes de comercio de Estados Unidos, permiten a sus mandatarios la
imposición discrecional de aranceles por diversos motivos, el asunto
migratorio no encuadra en tales excepciones.
Existen otras razones evidentes del
porqué Trump mezcla con la mayor de las insolencias los temas
comerciales con el asunto migratorio: durante su primera campaña rumbo a
la presidencia, les vendió a los electores la idea de proteger sus
fronteras evitando el ingreso de migrantes y la deportación de 3
millones de ellos en su primer año de gobierno, aderezando su propuesta
con la construcción de un muro que no ha podido levantar.
Ahora de nuevo echa mano del tema
migratorio como estrategia de campaña rumbo a la reelección y no duda un
instante en imponer aranceles a México, a cambio de hacer una labor de
contención para miles de centroamericanos que huyen de sus países por
las condiciones de pobreza y violencia que sus gobiernos dóciles a los
designios e intereses de Washington, han provocado desde hace décadas al
no promover el desarrollo económico, la generación de oportunidades de
empleo y una más justa distribución de la riqueza.
Es imprescindible que el gobierno
mexicano, al lado de todos los sectores productivos y de la sociedad,
establezcan un gran debate nacional para buscar alternativas de
desarrollo económico distintas al mercado estadunidense. No pocos
especialistas del ramo económico opinan que el gran error de los
gobiernos neoliberales fue firmar acuerdos comerciales como el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que supeditaron las
exportaciones mexicanas a un alto porcentaje de componentes
estadunidenses, abandonando el desarrollo de diversas ramas industriales
y agropecuarias.
El país no puede ser eterno rehén de
Trump ni de ningún presidente norteamericano; el Tmec tiene en esencia
los mismos fundamentos que el TLCAN y no ofrece garantías para un
verdadero despegue económico del país, con un impacto social positivo.
Fuera del vecino del norte existe un
mercado potencial de más de 1 mil millones de consumidores que
representan el 60 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial.
No debe pasarse por alto que la Unión Europea, por ejemplo, fue en 2016
el segundo destino de exportaciones, por delante de Canadá.
Apostar a un solo mercado ha convertido
al país en un flanco vulnerable para los intereses estadunidenses;
ejemplo de esta peligrosa dependencia que también compromete nuestra
soberanía lo es la actual dependencia que México tiene de los Estados
Unidos para el abasto de gasolinas. Si a Trump le surgiera el capricho
de cerrarnos la llave, la nación entera se paralizaría. De ahí la
importancia de reflexionar sobre una nueva estrategia que nos sacuda
esta dependencia de Washington.
Y si bien una probable diversificación
no puede darse en lo inmediato sino en el mediano y largo plazo, hay
otras opciones que pueden comenzarse a trabajar, como Asia, China y
Japón, sin descontar a Europa. Y por supuesto a la región sur de nuestro
continente. Es momento de iniciar un punto de quiebre si se desea un
mejor futuro para millones de mexicanos.
Y así como es necesario plantear una
renacionalización del sector energético debe proponerse una
reindustrialización del país, que nos libere de otra nociva dependencia:
la de las trasnacionales que han prohijado otro de los talones de
Aquiles de nuestra economía: la dependencia a la inversión extranjera.
Un “Plan B” debe tender a un rediseño de
país porque mientras la generación de empleos se supedite a los
intereses del capital extranjero y un convenenciero y medroso capital
nacional, los mexicanos no podrán aspirar a un mejor ingreso y un
aceptable nivel de vida.
En busca de su reelección, Trump juega
al gato y al ratón con nuestro país en buena medida porque los gobiernos
neoliberales consintieron en anular el desarrollo industrial y de otras
ramas de la economía para colocarnos de hinojos ante las empresas
norteamericanas y sus gobiernos.
Lo hemos comentado en otras ocasiones:
los costos sociales de la firma del TLCAN fueron muy altos; no sólo los
salarios se estancaron, empobreciendo a millones de mexicanos, sino
además el país dejó de crecer. Y empresas públicas como Pemex, que
debieron ser estratégicas y la punta de lanza para la consolidación de
nuestro desarrollo económico, terminaron desfondadas y a merced de las
trasnacionales con la aprobación de la Reforma Energética.
México debe prepararse a nuevos embates
porque Trump no se detendrá ante nada para buscar su reelección. Y en su
estrategia electoral, temas como la migración seguirán en la agenda de
su campaña. No debe heredarse a las nuevas generaciones el actual modelo
comercial, donde los tratados con nuestros socios de América del Norte
no han reportado beneficios directos a la población mayoritaria. Es el
momento de dar un golpe de timón.
Martín Esparza**Secretario genera del Sindicato Mexicano de Electricistas
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