La ruta de la privatización neoliberal / III

 

Con las modificaciones a la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, hechas en 1992 por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el proceso neoliberal de privatización del sector eléctrico del país dio inició al abrir las puertas de la industria nacionalizada por Adolfo López Mateos, en 1960, al capital privado.


La apertura, se dijo entonces como hoy, buscaba la modernización de la industria eléctrica, pero en realidad era la antesala a los acuerdos pactados con Estados Unidos para aprobar dos años más tarde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que al entrar en vigor permitió la participación de trasnacionales en diversas actividades de las empresas públicas del sector energético, como Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Durante el gobierno de Ernesto Zedillo los efectos de la política neoliberal que arrancaron desde el sexenio de Miguel de la Madrid y tomaron forma en el de Salinas de Gortari, se tradujeron en una serie de medidas que atentaron contra el pueblo de México, como lo fueron el rescate bancario (Fobaproa) y el rescate carretero, así como la modificación al régimen de pensiones con la aparición de las Afores, que desplazaron el sistema solidario por el de cuentas individuales.
Al final de su sexenio, febrero de 1999, Zedillo dio a conocer su propuesta de reformar los artículos 27 y 28 de la Constitución para privatizar la industria eléctrica. Auspiciado por su consejero de cabecera Luis Téllez, el proyecto establecía la participación de particulares en el sector bajo el supuesto de promover mayor inversión, mejorar el servicio y bajar los costos.
Uno de los factores que sin duda hizo recular al entonces presidente, fue la resistencia mostrada por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y el generalizado rechazo de amplios sectores sociales y de especialistas que lograron detener el abierto intento neoliberal por iniciar la abierta privatización del sector.
Pero si con Ernesto Zedillo el objetivo no se cumplió, con el panista Vicente Fox la estrategia seguiría adelante. A unos días de la elección presidencial del 2000, que representó la estrepitosa caída del PRI, el 18 de junio, el entonces candidato externó que en México “la mesa está puesta para la apertura del sector eléctrico”.
Ya instalado en el gobierno, buscó chantajear al Congreso para que aprobara una reforma en este sentido, para concretar su promesa de que la economía creciera a un 7 por ciento anual. La intención, por supuesto, fue bien vista por dirigentes de la cúpula empresarial, como el entonces presidente de la Coparmex, Alberto Fernández Garza, quien agregó como un plus a la privatización del sector eléctrico la del sector petrolero.
Los diputados panistas elaboraron entonces un documento que titularon “Estado y eficiencia en la industria eléctrica nacional”, en el cual establecieron que el sector eléctrico del país era eficiente en un comparativo con compañías o empresas de generación eléctrica, transmisión, distribución y comercialización en el ámbito mundial, públicas y privadas.
Y aunque en su momento se mostraron cautos para apoyar una eventual privatización, echaron mano del doble lenguaje de su entonces presidente para señalar que no se trataba de privatizar al sector eléctrico, sino únicamente “abrirlo a la inversión”.
Al no poder alcanzar una mayoría calificada en el Congreso para alentar una reforma constitucional y ante el marcado rechazo de sindicatos independientes como el SME y diversas organizaciones sociales, Fox decidió echar a andar una encubierta privatización del sector a través de la generación de electricidad.
En uno de sus encuentros con empresarios españoles, el entonces presidente les manifestó su intención de “abrir totalmente” la generación de energía eléctrica, ofrecimiento que hizo extensivo también a empresarios alemanes durante una de sus giras a Europa, bajo el argumento de que no se buscaba “privatizar al sector, sino abrirlo”.
De hecho, desde 1992 en que se autorizaron los cambios a la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, los privados ya intervenían en la generación de energía eléctrica bajo esquemas de autoabastecimiento, cogeneración y producción independiente de energía, por lo que con Fox las trasnacionales se acogieron a esta última figura para comenzar a desfondar y desbancar a la CFE como principal generadora de electricidad en el país, amén de hacer un redituable negocio al tener como cliente directo a la propia Comisión Federal.
En su momento el entonces líder del SUTERM, Leonardo Rodríguez Alcaine, quien llamo “amigo visionario” a Fox, dijo que su organización se pronunciaba por “un no a la privatización y un sí a la apertura del sector a la inversión productiva”.
Y en efecto, desde hacía años el charrismo cetemista había guardado silencio ante la creciente inversión privada en la entonces paraestatal, pues como lo señaló en su momento el entonces director de la CFE, Alfredo Elías Ayub, durante una de sus comparecencias en comisiones del Senado de la República “los proyectos de participación privada representan aproximadamente 49 por ciento de las inversiones planeadas para el sector en el periodo 1996-2000, y casi la totalidad de las inversiones en generación”.
Y si bien ni Zedillo ni Fox lograron concretar la reforma constitucional para permitir la privatización del sector eléctrico, sí alentaron la paulatina desnacionalización de la industria eléctrica que Felipe Calderón apuntaló con el cierre de la compañía Luz y Fuerza del Centro y el artero golpe al SME, el 11 de octubre del 2009, sin dejar de mencionar los más de 700 permisos de generación de energía a trasnacionales que para finales de su gobierno ya producían casi la mitad de la electricidad en el país, asegurando de los gobiernos panistas contratos a largo plazo y a un costo al erario nacional de casi un billón de pesos.
Pero sin duda, el objetivo neoliberal de privatizar el sector energético del país se alcanzaría más adelante, con la aprobación de la reforma energética en el sexenio de Enrique Peña Nieto (continuará).
Martín Esparza*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas

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