Neoliberalismo, culpable directo de las tragedias de inmigrantes
Martín Esparza - 01 Ene 2022 a las 7:56 pm
La dolorosa tragedia en que perdieron la vida 54 inmigrantes guatemaltecos en Chiapas, entre ellos niños de 8 y 10 años de edad, y más de 100 resultaron con heridas de gravedad, volvió a mostrar la terrible realidad a que se enfrentan millones de centroamericanos que huyen de sus países con la muerte a sus espaldas y un muro por delante en la frontera con Estados Unidos.
Para ellos no hay otra salida para evitar el hambre que jugarse la vida buscando el ansiado asilo en los Estados Unidos que les permita acceder a un empleo del que carecen en sus países de origen y que tras la pandemia del Covid-19, se dificultó aún más por los miles de puestos de trabajo perdidos.
“Eramos tantos que no podíamos ni sentarnos”, fue uno de los testimonios expresados por algunos de los sobrevivientes que como otras veces, resultaron víctimas de las bandas del crimen organizado dedicadas a llevarlos hasta la frontera a través de una red de conexiones por todo el país.
Como resultante de la crisis económica agudizada tras la pandemia, la crisis migratoria se ha disparado de manera exponencial teniendo a nuestro país como paso obligados a la Unión Americana y escenario de cruentos episodios como el sucedido en Tuxtla Gutiérrez y otros más, entre éstos, el hallazgo de más de 19 cuerpos calcinados en Tamaulipas a principios de año, 14 de los cuales fueron identificados como ciudadanos guatemaltecos.
A este constante flujo, de manera lamentable, los migrantes mexicanos han vuelto a ser el grupo dominante. De acuerdo a cifras al respecto, en el último trimestre de 2020 el número de mexicanos tratando de cruzar la frontera creció considerablemente pasando a casi 43 mil en octubre, 40 mil en noviembre y 36 mil en diciembre, entre dos y cuatro veces más de lo que se observó en los años anteriores. A ello hay que aumentar que de 2017 a 2019 entre la tercera y la cuarta parte de los detenidos por la patrulla fronteriza eran mexicanos y en 2020 representaron el 60 por ciento.
Ante la agudización de este fenómeno social, es importante que se ataquen de fondo las causas que lo originan como son las políticas neoliberales que predominan en muchos de los gobiernos centroamericanos, basadas en el saqueo y despojo de sus recursos naturales de muchos países pobres en beneficio de consorcios trasnacionales, principalmente de capital norteamericano.
Muchos de los migrantes son campesinos e indígenas despojados de sus territorios o trabajadores expulsados de sus barrios urbanos por los grupos criminales que operan con total impunidad ante la apatía de sus gobiernos. Este modelo económico depredador es incapaz de producir riqueza y generar empleos estables y bien remunerados. Pero ante esta evidente realidad, el gobierno norteamericano vuelve a darle la vuelta al asunto, planteando soluciones cosméticas para no afectar los intereses de sus poderosos corporativos.
A lo largo de la historia, buena parte de la bonanza económica de los Estados Unidos ha sido producto de la mano de obra barata de mexicanos y centroamericanos. Baste recordar que el Programa Bracero también conocido como Programa del Trabajo Agrícola Mexicano, puesto en marcha en 1942, rescató a la producción del campo estadunidense durante la Segunda Guerra Mundial, al quedar sin brazos de ciudadanos estadunidenses para labrar y cosechar sus tierras.
Incluso al término de la conflagración el programa se extendió hasta 1964 porque a los agricultores estadunidenses les redituó pagar salarios menores a mexicanos y centroamericanos, de tal forma que llegaron a laborar de manera legal en suelo estadunidense 4.5 millones de trabajadores.
A la fecha unos 38.5 millones de connacionales residen en los Estados Unidos y su peso en la economía del vecino país es indudable al representar el 10.8 por ciento de su población total. De hecho, el gobierno y los propios agricultores y empresarios norteamericanos han manejado en el terreno político de las simulaciones un doble lenguaje bajo el cual se encubre una fuerza laboral que lo mismo se emplea en los campos de cultivo que en la minería, la rama de los servicios y la construcción.
El propio Donald Trump que tanto satanizó y atacó a los migrantes, cimentó su fortuna en la contratación de migrantes para levantar los hoteles y otras obras de su emporio inmobiliario, ahorrándose millonarias cantidades al pagarles bajos salarios.
Es momento de valorar en su justa medida que los inmigrantes ilegales siguen reportando beneficios reales a la economía americana. El argumento de que los inmigrantes dañan la economía americana carece de fundamentos pues se ha comprobado que la mano de obra inmigrante, sea o no calificada, ha contribuido a aumentar la producción nacional, reportando un beneficio a su desarrollo económico.
La nación estadunidense, de hecho, se forjó de migrantes que despojaron de sus territorios a las tribus originarias, por lo que su composición social es pluricultural, pero ahora y bajo el argumento de que es prioritario a su seguridad nacional blindar sus fronteras, tras el ataque sucedido a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del 2001, para evitar el ingreso de terroristas, las deportaciones y la construcción de muros ha convertido a los migrantes en potenciales delincuentes como los calificó Trump.
En este escenario de los dobles lenguajes, debe comenzar a llamarse a las cosas por su nombre y señalar que mientras los gobiernos de los países centroamericanos no cambien su política económica basada en un exacerbado neoliberalismo y sus políticos dejen de ser títeres de Washington, el flujo migratorio seguirá en aumento ante el nulo crecimiento de economías atrofiadas por el saqueo de las trasnacionales.
El gobierno mexicano debe proponer al estadounidense mesas de análisis sobre este fenómeno que está afectando de manera directa a nuestro país por ser el paso obligado de los migrantes y, por desgracia, fortaleciendo a la industria del crimen organizado que los intimida, extorsiona, secuestra, recluta y mata a su paso por el territorio nacional.
Si el gobierno estadunidense porfía en mantener secuestradas las economías de Centroamérica, tendrá que revalorar darles paso a estos ríos de hambrientos y desesperados humanos considerando seriamente que si a los migrantes se les permite trabajar dentro de Estados Unidos, inmediatamente añadirán valor a la economía al pagan impuestos.
Si no se da un golpe de timón a los abusos neoliberales, las cruentas escenas de cadáveres de inmigrantes apilados entre los fierros retorcidos de la caja del tráiler que los transportaba, se van a seguir repitiendo y no habrá poder humano ni fuerza policial de contención que los detenga, porque para ellos la única opción de no morir de hambre es llegar a suelo americano y encontrar un empleo.
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