La violencia en México: percepción o realidad
Javier Aranda Luna
El clima de violencia en México, ¿será un asunto de percepción creado por los medios como algunos aseguran? No creo: además, percepción es realidad. Imposible que los periódicos, que los noticiarios, que los espacios informativos no den cuenta del baño de sangre que cubre al país. Sería irresponsable que no lo hicieran y una falta a su ética profesional que es la de informar. El mensajero no es el culpable del clima con olor a sangre.
Si funcionarios, empresarios, asociaciones como American Chamber, grupos de banqueros, médicos y familiares de miles de víctimas nos han documentado sobre los flagelos de esta “guerra” contra el narco, ahora lo hace un singular grupo de académicos.
Singular porque estos académicos no son especialistas en seguridad, política, tráfico de armas, transporte de estupefacientes o en cuadrar estadísticas, sino en el idioma.
Una década invirtieron varios miembros de la Academia Mexicana de la Lengua para documentar el lenguaje vivo en varias regiones de nuestro país.
Y encontraron que la violencia, que el plato de sangre que algunos insisten en ocultar bajo la mesa, ha ocupado un lugar significativo.
Los académicos encontraron que un número considerable de vocablos comunes en México provienen de la jerga utilizada por los narcos. De nueva cuenta percepción es realidad: palabras como levantón, ejecutar, pase o plomear forman parte de ese nuevo, vivísimo y terrible campo semántico que la violencia implantó entre nosotros.
José G. Moreno de Alba, presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, lo dijo hace unos días en estas páginas sin rodeos:
“Creo que el crimen organizado no sólo revoluciona el idioma; revoluciona la vida de los ciudadanos, que es lo más grave. Lo de menos es el idioma. En este caso el crimen organizado, como cualquier otra organización, sea delictiva o no, tiene su propia jerga, su manera de expresarse y un diccionario completo debe ir estudiando esto.”
Y vaya que tiene razón Moreno de Alba: las ondas expansivas de la jerga criminal nos han hecho comprender que un levantón es un secuestro sin intención de rescate, que un pase o un pasón es aspirar cocaína, que plomear sólo puede entenderse como la descarga de las armas de fuego, y ejecutar, asesinar a alguien. ¿Y qué decir de los narcocorridos que dan cuenta de la vida y las obras de los principales personajes de ese mundo criminal? ¿Desaparecerán con sólo negarlos? ¿La prohibición a transmitirlos en las estaciones de radio ha terminado con ellos?
Mejor aún: ¿será que los expertos que culpan a los medios por crear una percepción falsa de la violencia arremeterán también contra estos académicos que más allá de cualquier dilema moral decidieron documentar lo más vivo y tangible del español actual de los mexicanos? ¿Arremeterán en su cruzada contra el nuevo Diccionario de Americanismos?
Conviene repetirlo: la nota roja dejará las primeras planas de los diarios y los espacios informativos en radio y televisión cuando la violencia disminuya considerablemente. Mientras eso no ocurra los mensajeros de los medios seguirán haciendo su trabajo. Dando cuenta incluso de buenas noticias como aquella del rescate de los mineros en Chile, o la de aquellos otros mineros de China o de Estados Unidos que fueron rescatados con éxito de minas de carbón tiempo atrás. ¿No habrán perdido la oportunidad de generar buenas noticias los funcionarios del gobierno mexicano cuando decidieron ni siquiera intentar rescatar a los mineros de Pasta de Conchos?
La percepción de la violencia disminuirá cuando disminuya la industria del crimen, no cuando los medios dejen de cumplir con su labor de informar.
Fuente
El clima de violencia en México, ¿será un asunto de percepción creado por los medios como algunos aseguran? No creo: además, percepción es realidad. Imposible que los periódicos, que los noticiarios, que los espacios informativos no den cuenta del baño de sangre que cubre al país. Sería irresponsable que no lo hicieran y una falta a su ética profesional que es la de informar. El mensajero no es el culpable del clima con olor a sangre.
Si funcionarios, empresarios, asociaciones como American Chamber, grupos de banqueros, médicos y familiares de miles de víctimas nos han documentado sobre los flagelos de esta “guerra” contra el narco, ahora lo hace un singular grupo de académicos.
Singular porque estos académicos no son especialistas en seguridad, política, tráfico de armas, transporte de estupefacientes o en cuadrar estadísticas, sino en el idioma.
Una década invirtieron varios miembros de la Academia Mexicana de la Lengua para documentar el lenguaje vivo en varias regiones de nuestro país.
Y encontraron que la violencia, que el plato de sangre que algunos insisten en ocultar bajo la mesa, ha ocupado un lugar significativo.
Los académicos encontraron que un número considerable de vocablos comunes en México provienen de la jerga utilizada por los narcos. De nueva cuenta percepción es realidad: palabras como levantón, ejecutar, pase o plomear forman parte de ese nuevo, vivísimo y terrible campo semántico que la violencia implantó entre nosotros.
José G. Moreno de Alba, presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, lo dijo hace unos días en estas páginas sin rodeos:
“Creo que el crimen organizado no sólo revoluciona el idioma; revoluciona la vida de los ciudadanos, que es lo más grave. Lo de menos es el idioma. En este caso el crimen organizado, como cualquier otra organización, sea delictiva o no, tiene su propia jerga, su manera de expresarse y un diccionario completo debe ir estudiando esto.”
Y vaya que tiene razón Moreno de Alba: las ondas expansivas de la jerga criminal nos han hecho comprender que un levantón es un secuestro sin intención de rescate, que un pase o un pasón es aspirar cocaína, que plomear sólo puede entenderse como la descarga de las armas de fuego, y ejecutar, asesinar a alguien. ¿Y qué decir de los narcocorridos que dan cuenta de la vida y las obras de los principales personajes de ese mundo criminal? ¿Desaparecerán con sólo negarlos? ¿La prohibición a transmitirlos en las estaciones de radio ha terminado con ellos?
Mejor aún: ¿será que los expertos que culpan a los medios por crear una percepción falsa de la violencia arremeterán también contra estos académicos que más allá de cualquier dilema moral decidieron documentar lo más vivo y tangible del español actual de los mexicanos? ¿Arremeterán en su cruzada contra el nuevo Diccionario de Americanismos?
Conviene repetirlo: la nota roja dejará las primeras planas de los diarios y los espacios informativos en radio y televisión cuando la violencia disminuya considerablemente. Mientras eso no ocurra los mensajeros de los medios seguirán haciendo su trabajo. Dando cuenta incluso de buenas noticias como aquella del rescate de los mineros en Chile, o la de aquellos otros mineros de China o de Estados Unidos que fueron rescatados con éxito de minas de carbón tiempo atrás. ¿No habrán perdido la oportunidad de generar buenas noticias los funcionarios del gobierno mexicano cuando decidieron ni siquiera intentar rescatar a los mineros de Pasta de Conchos?
La percepción de la violencia disminuirá cuando disminuya la industria del crimen, no cuando los medios dejen de cumplir con su labor de informar.
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