Astillero - Los Vinos

Julio Hernández López

Uno de los candidatos a presidir el PAN predicó en el desierto contra lo que a su entender es un vicio deformador de la buena marcha de su partido: los panistas-vino. Ausente de esa clasificación estuvo cualquier referencia a los excesos de consumos líquidos que según versiones hasta ahora muy extendidas, pero no científicamente comprobadas, serían signo característico de las tardes, noches y madrugadas de algunas burbujas de poder: no, los panistas-vino serían, según explicó la senadora Blanca Judith Díaz (la rival más débil en la lucha por suceder a Césarin Navalú), aquellos que fueron empadronados circunstancialmente para apoyar determinada candidatura, militantes con etiqueta del momento de su cosecha, que ingresaron cierto año para impulsar a un aspirante específico y sanseacabó, pero también panistas-vino en cuanto a conjugación verbal, pues sólo vinieron por su chamba o por su contrato en la administración pública”, presuntos militantes del partido blanquiazul que “cuando son convocados a actividades partidistas te contestan que ellos sólo ingresaron para participar en la campaña de quien fuera su padrino político, y perdemos elecciones, porque no hay ni uno que quiera servir cuidando una casilla”. Pero ni quien escuchara y atendiera ese crudo reproche, perdidos como andaban los catadores de la grilla pino-lera en los vértigos de la elección del nuevo gerente nacional.

En ese catálogo de panistas-vino, la Casa Madero presentó un producto de tem-porada a partir de la fermentación, accidentada en su tramo final, de uvas de la variedad Calderonet Sauvignon, alojados esos caldos en agujeradas barricas de pinos blanquiazules. La cosecha Gustavo Madero apareció así ofreciendo a la vista una impresión pálida, tenue, de poca consistencia, y en nariz presentó signos de descomposturas de la materia original, contaminado el proceso de elaboración por los zigzagueos y embozos que mezclaron la idea original con la uva Roberto Gil, de oportunismo impulsado también desde barricas pinoleras, con la que el dueño de la cava pretendió soprender, llevando al mercado un nuevo elemento en cuanto a apariencia, aunque igualmente sometido a los dictados de la casa productora, para desplazar al inicialmente impulsado, el Madero, o rendirlo mediante estos juegos de mercado a un dominio mayor. Finalmente, la Casa Madero produjo un nuevo Maderito, el utilizable Roberto Gil hizo berrinche, la hermana Cocoa se coló al CEN para desde allí afianzar su michoacanazo, y los panistas fueron nuevamente exhibidos en su dependencia extrema de lo que decida la casa Felipe, Los Vinos.

Una especie de embriaguez política hace, a su vez, que Jesús Ortega se muestre adicto a la silla de presidente nacional del PRD de la que, según sus opositores, aglutinados bajo la etiqueta G-8, más sugerente de productos insecticidas que de etílicos, debería estar por despojarse ya, aunque, aferrado a la costumbre convertida en vicio, pretende mantenerse en ella por varios meses más. Los ingredientes constitutivos del aerosol G-8 han anunciado medidas fuertes contra el ensillado, incluso la toma del edificio donde despacha el mencionado Ortega, ante lo cual éste ha responsabilizado de eventuales daños y agresiones a Gerardo Fernández Noroña, Dolores Padier- na, René Bejarano, Mario Di Constanzo, Carlos Sote- lo y... Enrique Peña Nieto. ¡Salud!
Y, mientras otros brindan tranquilamente en sus residencias, nunca tocados ni por mínimas insinuaciones reales de justicia, los padres y familiares de niños muertos el 5 de junio en Hermosillo, en la guardería ABC, marcharon ayer por calles de esa ciudad, bajo el lema “Dieciocho meses: ni perdón ni olvido”. Año y medio de retorcimientos institucionales para acabar en lo sabido: en la exoneración de los dueños de ese negocio, emparentados política y familiarmente con las elites, tanto la local del priísmo encabezado entonces por Eduardo Bours, como la panista nacional con la familia Zavala Gómez del Campo cuidando a una de los suyos. ¿Brindar? ¿Por quién o por qué se podría brindar?

Astillas

El escáner corporal aplicado por Wikileaks a una parte escrita de la diplomacia estadunidense ha mostrado en el caso mexicano a un gobierno tembeleque, dividido e ineficaz, que suplica la intervención estadunidense para controlar el avispero criminalmente agitado. Una de las vertientes más peligrosas de esa catástrofe oficialmente inconfesa es la relacionada con los pleitos entre los bandos armados que concurren en la “guerra” contra el narcotráfico: militares, marinos y policías federales que no se ayudan entre sí y, por el contrario, compiten mediante acciones y omisiones... Lo bueno de esas revelaciones es que han sido desnudadas tanto las falsedades calderonistas de que la citada “guerra” se va ganando, aunque a todo mundo le parezca lo contrario, como las pretensiones de los hombres de verde olivo de que en el naufragio institucional mexicano lo único rescatable sería el poder de las armas, llamado a restablecer por la fuerza cierto orden básico en el país... Hasta ahora, el diagnóstico de los mandos militares habla de que todas las corporaciones policiacas están altamente infiltradas por el narcotráfico, igual que los poderes civiles, y la única salida aceptable sería ir poniendo bajo el mando de los cuarteles a todas las instancias posibles, comenzando por las policías bajo control único y llegando a las instancias de los poderes ejecutivos estatales, ya desde ahora entregadas en sus áreas de seguridad pública y centros de reclusión a los “recomendados” de la Sedena... Exhibidas sus carencias, lentitud e inoperancia (“aversión al riesgo”), las fuerzas armadas mexicanas han recibido un golpe que tal vez frene las eventuales tentaciones de dar algo parecido, aunque esa misma situación también abre las puertas a los apetitos extranjeros de intervención directa en los asuntos del vecino fallido... Y, mientras un edificio de Televisa se ha incendiado, y Proceso recibe solidaridad, ¡Hasta mañana, en esta pista de hielo disfrazada de columna!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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