Lecciones del sindicalismo latinoamericano

El sindicalismo de clase opta por involucrarse en el debate sobre el modelo de integración, y quiere una América social y de los Pueblos, no como la Europa del Capital y los Estados que padecemos.
Igor Urrutikoetxea-LAB | Para Kaos en la Red


En fechas recientes, del 24 al 28 de agosto, se celebró en Managua el “IV Encuentro Sindical Nuestra América” (ESNA, por sus siglas). El Encuentro de este año se suma a otros celebrados en años anteriores en Ecuador, Brasil y Venezuela.

La asistencia ha sido la mayor hasta el momento: más de 300 delegados y delegadas, de 152 organizaciones sindicales de 28 países, la mayoría de ellos de América, pero también algunos sindicatos de izquierda de Europa, entre ellos LAB desde Euskal Herria, que hemos estado invitados como observadores. El sindicalismo latinoamericano ha estado representado por muchas de las principales centrales sindicales del continente como el PIT-CNT de Uruguay, la CTA de Argentina, CTB o CGTB de Brasil, CTC de Cuba, SME de México, CTE de Ecuador, o las centrales bolivarianas de Venezuela, por citar sólo algunas.

El ESNA se ha convertido ya en una realidad consolidada y un referente para el sindicalismo de clase y comprometido de Latinoamérica y el Caribe y, por extensión, del mundo entero. Quienes creemos en un sindicalismo sociopolítico, en un sindicalismo que debe ir más allá de la reclamación de meras subidas salariales (sin quitar un ápice de importancia a las mismas), en un sindicalismo comprometido en la lucha por la transformación social, vemos el ESNA como un espejo en el que mirarnos, como un modelo al cual imitar, incluso fuera de Latinoamérica.

Mientras en el actual contexto de crisis capitalista que se está cebando con la clase trabajadora europea, la mayoría de los grandes sindicatos europeos y la CES son incapaces, aún hoy, de cuestionar radicalmente el modelo neoliberal y conservador de construcción europea, que tras practicarse durante años sin oposición alguna, ha demostrado ser totalmente contrario a los intereses de la clase trabajadora europea, en Latinoamérica el sindicalismo de clase (que hace ya tres décadas sufrió en carne propia las recetas privatizadoras y de recortes sociales que hoy se están aplicando en la UE) ha optado por involucrarse de lleno en el debate sobre el modelo de integración que necesitan la clase trabajadora y los sectores populares del continente, un modelo integrador que apueste por una América social y de los Pueblos, en contraposición a la Europa del Capital y los Estados que aquí padecemos.

El ESNA nació en 2008 en Quito (Ecuador) a fin de realizar una aportación desde el mundo sindical a los procesos de transformación y cambio que, en clave progresista y de desde una perspectiva de izquierdas, se estaban llevando a cabo en varios países de Latinoamérica. El sindicalismo de clase y progresista de Latinoamérica, consciente de la importancia del momento histórico que vivía el continente y de su responsabilidad a la hora de aportar al citado proceso de cambio, decidió articular un espacio de encuentro y debate a fin de realizar propuestas e iniciativas concretas desde el mundo sindical. Así, uno de los objetivos del ESNA siempre ha sido dar voz y protagonismo a la clase trabajadora de Latinoamérica, con el objetivo de que la misma sea partícipe y sujeto activo en todos y cada uno de los procesos de transformación de que se están dando en diversos países del citado continente. Tal y como se señala en la “Declaración de principios” aprobada en el I encuentro celebrado en Quito “rescatamos el ascenso de la lucha de clases que genera la elevada conciencia política que posibilita tener hoy procesos revolucionarios y gobiernos de izquierda”. Para ello, no han dudado en recurrir a movilizaciones o a recogidas de firmas en torno a diversas reivindicaciones.

Evidentemente, a nadie se le escapa la gran heterogeneidad, los matices y las diferencias existentes entre las realidades específicas que se dan en los diferentes países con gobiernos progresistas hoy día en Latinoamérica. Las realidades existentes en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Brasil, Uruguay, Nicaragua o Argentina, por citar sólo algunos ejemplos, son muy diferentes. En unos casos se han dado procesos constituyentes y se han adoptado políticas de nacionalización de sectores estratégicos para la economía, se ha erradicado totalmente o ha disminuido drásticamente el analfabetismo, se han incrementado las partidas públicas destinadas a la educación y a la sanidad, mientras que en otros casos las medidas adoptadas han sido mucho más superficiales.

Sin embargo, es un hecho indiscutible que durante la última década Latinoamérica ha pasado de tener gobiernos privatizadores en manos de la derecha más rancia, a dotarse de gobiernos que han plantado cara a las aspiraciones hegemónicas de los Estados Unidos en la región, que por primera vez tienen entre sus prioridades el responder a las necesidades básicas de la clase trabajadora y los sectores populares y que están articulando organismos que tienen como objetivo la integración económica, política y social de los Pueblos de “Nuestra América” (tal y como han pasado a denominar a lo que se conoce también por Latinoamérica), excluyendo abiertamente a EEUU de los mismos.

Así, como se señalaba en el ESNA celebrado en Managua, expresiones prácticas de este proceso de integración en diferentes ámbitos sectoriales son la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), frente al ALCA que patrocinaba EEUU, el fortalecimiento de MERCOSUR con el ingreso de Venezuela al mismo, el proyecto del Banco del Sur o, en el campo mediático, la creación y expansión de Telesur.

En este sentido, además de reafirmar la vigencia de las luchas por una integración continental acorde a los intereses de los Pueblos y los trabajadores, en Managua se ha subrayado que uno de los objetivos es “fortalecer el ESNA como ámbito de integración de los trabajadores” del continente, la necesidad de abogar por una “integración alternativa” ,ya que la disputa más importante que existe hoy en Latinoamérica es si los procesos de integración serán pro-capitalistas (ahí esta el caso de la Unión Europea, algo a no imitar), o anticapitalistas y por el socialismo, como la mayoría de la clase trabajadora latinoamericana y su sindicalismo de clase tienen como objetivo. Y es que los principales sindicatos del continente hermano han remarcado en Managua que quieren contribuir con su lucha a la urgente y necesaria justicia social, a la que debe ir ligada la definitiva liberación del continente latinoamericano.

Para lograr ese objetivo han subrayado la necesidad de la defensa de la democracia, la autodeterminación de los Pueblos “y la participación activa en los procesos de transformación social” que vive Latinoamérica. Igualmente se ha subrayado que el proceso integrador debe ser internacionalista en esencia, apoyando tanto las justas luchas que se dan en cada uno de los países de Latinoamérica, como en el resto del mundo. En este contexto, no es casualidad que, una de las resoluciones que se aprobó por unanimidad fuera la que apoya un proceso de diálogo y negociación en Euskal Herria, haciendo un emplazamiento al Estado español para que se ponga fin a la vulneración de Derechos civiles y políticos en Euskal Herria, y exigiendo la absolución de Rafa Díez y el resto de enjuiciados en el caso “Bateragune”.

En base a lo anterior, creemos que el sindicalismo europeo tiene mucho que aprender del discurso y la práctica coherente de sindicalismo latinoamericano representado en el ESNA que, a pesar de las dificultades obvias que un proyecto así entraña, es ya una realidad consolidada. Es necesario ir creando, también en el ámbito sindical, una alternativa sólida a esta Europa antisocial y neoliberal que, con el pretexto de la crisis, pretenden apuntalar los gobiernos de la UE, siguiendo el dictado de la banca y el gran capital transnacional.

Igor Urrutikoetxea es Secretario de Relaciones Internacionales de LAB Y Secretario General de la Unión Internacional de Sindicatos del metal y minería.

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