La sombra del EPR sobre el desgobierno de Vallejo
Desalojo de estudiantes en la Normal Vasco de Quiroga en Tiripetío .
Foto: Enrique Castro.
Foto: Enrique Castro.
MORELIA, MICH. (Proceso).- El lunes 15 por la madrugada, un grupo de jóvenes dialogaba con el secretario de Gobierno, Jesús Reyna, en torno al problema de las normales rurales e indígenas. De repente el funcionario tronó: “Tienen dos horas para entregar los autobuses”, y se paró de la mesa. Ya no hubo más palabras.
Casi de inmediato los estudiantes recibieron llamadas de sus compañeros de Tiripetío, Cherán y Arteaga para avisarles que cientos de policías estaban entrando a sus planteles. Portaban armas largas, decían, y llevaban perros, que azuzaban contra ellos, al tiempo que lanzaban gases. Varios helicópteros sobrevolaban las inmediaciones.
Como sucedió en San Salvador Atenco, Estado de México, en mayo de 2006, esta vez policías federales y estatales entraron de madrugada a las escuelas normales rurales e indígenas de Tiripetío, Artega y Cherán y arremetieron contra los estudiantes. Algunos alcanzaron a refugiarse en las casas cercanas.
Los que permanecieron en los planteles fueron golpeados con macanas y rociados con gases. En las inmediaciones estaban los camiones y camionetas utilizadas en el operativo, así como tanques de agua, ambulancias, autobuses y armas de grueso calibre. Según los vecinos, fueron alrededor de mil 500 los elementos que participaron.
“Nos perseguían como animales. Los helicópteros lanzaban luces en el cerro mientras nos escondíamos”, dice un normalista de Tiripetío que se salvó de ser detenido.
La orden del gobernador priista Fausto Vallejo había sido clara: “restablecer la paz y la tranquilidad”. Horas después justificó el despliegue policiaco, al señalar que una cosa es la tolerancia y la manifestación de ideas y otra que se transgreda la ley. Añadió que el gobierno michoacano sólo había coadyuvado en el operativo federal, pues había inconformidad en la población por la retención de los autobuses.
Mientras los jóvenes eran trasladados a la procuraduría estatal con las manos atadas por detrás con cintas elásticas, muchos de ellos con sangre en el rostro, Vallejo volvió a la carga:
“Invitamos a la sociedad civil, a los partidos políticos, a los medios de comunicación, a todo el pueblo que quiera que se compongan las cosas en Michoacán, a que valore y se pregunte qué tipo de gobierno quiere: uno que irresponsablemente permita la ingobernabilidad por no asumir los costos políticos que el orden acarrea o uno abierto al diálogo con la única condición de la legalidad”.
Los líderes del magisterio michoacano piensan lo contrario. Para ellos, el operativo policiaco fue un acto de desesperación del gobernador, quien no ha podido enfrentar la crisis económica, social y de seguridad en el estado, por lo que recurre a la mano dura para reafirmarse en el poder.
Fue Jesús Reyna, quien en coordinación con el titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, diseñó la logística, en particular la que se instrumentó en Tiripetío, para recuperar los autobuses retenidos por los normalistas. Los uniformados aprovecharon para llevarse archivos, computadoras y teléfonos de las agrupaciones estudiantiles de otras entidades.
Fue un saqueo
El jueves 18 en la normal rural Vasco de Quiroga de Tiripetío –el viejo casco de la exhacienda de Coapa que data del siglo XVIII y perteneció a la orden de los agustinos– en la cual estudian 510 jóvenes, aún se ven las huellas de la agresión: puertas y ventanas rotas, piezas de cilindros metálicos desperdigados en el campus y un penetrante olor a gas, el que usaron los policías.
En la huida, los uniformados robaron algunos borregos, cerdos y codornices que criaban los estudiantes; saquearon también la bodega de víveres. Lo que no pudieron llevarse lo quemaron, sostiene uno de los estudiantes.
Muchos de los jóvenes del plantel fueron golpeados con los toletes y sometidos a la fuerza. Luego los subieron a camiones y comenzaron a intimidarlos: “Se van al Cereso, morros; mínimo 40 años”, les decían.
Originario de Janitzio, un normalista de 18 años muestra las heridas en la cara. Tiene la ceja abierta y la nariz y el pómulo hinchados. Relata: “Nos subieron a un camión y nos llevaron a una especie de auditorio. Íbamos mujeres y hombres. Nos trataban igual. Nos pusieron bocabajo en el suelo y nos golpeaban si levantábamos la cabeza.
“Nos sacaron a golpes y ya en el suelo nos dieron patadas. Eran federales los que nos tuvieron bocabajo todo el día; no nos dieron ni un vaso de agua. Luego nos sacaron huellas y no nos dejaron avisar a nuestras familias”
Otro joven que huyó al cerro cercano a la escuela para evitar ser capturado relata: “La gente nos recogió luego de que nos habíamos escondido en el cerro porque nos estaban golpeando bien feo. Nos fuimos a esconder porque nos andaban buscando como perros en unos helicópteros. Nos echaban la luz desde arriba; por tierra nos andaban buscando con lámparas. Por eso la gente del pueblo se portó bien y nos metieron a sus casas.
“Eran como las cuatro de la mañana. Los granaderos se nos fueron encima con armas de fuego, aunque digan que no es cierto. Hubo armas de fuego, balas de goma, granadas. Yo estaba debajo de unos arbustos, por eso no me vieron”.
La madre de uno de los normalistas de Tiripetío comenta: “Una señora escondió en un aljibe a los muchachos. En otra casa los escondieron en unos cuartos, al fondo del patio. Eran como 30, entre ellos iba mi hijo”.
(Fragmento del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1877, ya en cirulación)
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