"¿Dónde?", la pregunta más compleja que recorre el país

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Las caravanas de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos concluyeron ayer su peregrinar por el país exigiendo justicia y cosechando solidaridad; llegaron a las puertas de Palacio Nacional junto a un caudal de indignados, enardecidos por el crimen de Estado a pesar del paso del tiempoFoto Pablo Ramos
Alonso Urrutia, Emir Olivares y Fernando Camacho
 
Periódico La Jornada
Viernes 21 de noviembre de 2014, p. 3
¿Dónde? Tan simple y tan compleja la pregunta. Tan desestabilizador en estos agitados tiempos que corren en el país. Es la simple duda garabateada en una de las pancartas que porta el familiar de uno de los 43 normalistas desaparecidos que ayer concluyeron su peregrinar por el país, cosechando solidaridad y exigiendo justicia.
Una interrogante que a 52 días de los trágicos sucesos de Iguala no encuentra respuesta. Sólo más preguntas y más intensas consignas en las que inevitablemente se clama: ¡Fuera Peña!
Los empeños gubernamentales han terminado en laberínticas hipótesis, inverosímiles para los miles que ayer volvieron a las calles y que han conducido invariablemente a las puertas de la impunidad.
Al paso de la marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo, donde va la mayoría de los familiares de los desaparecidos y los estudiantes de Ayotzinapa, se palpa la desazón y la incredulidad frente a las verdades oficiales que les han querido contar: Primero, nos los querían entregar muertos, enterrados en fosas clandestinas; después, nos los quisieron entregar calcinados y en cenizas. Eso es pura farsa del mal gobierno que nos quiere desmovilizar.
Es la cuarta jornada de movilización masiva en demanda de la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. Esta vez, con tintes nacionales por las caravanas que ayer concluyeron su peregrinar por el país pugnando justicia, cosechando solidaridad hasta que ayer llegaron, otra vez, a las puertas de Palacio Nacional acompañados de un caudal de indignados que se cuentan por miles, enardecidos a pesar del paso del tiempo.
Demasiado agravio para acallarlo con el correr de los días. Ni la versión oficial que ha desahuciado a los normalistas ha abierto un resquicio a la resignación, que acaso sea el único de los sentimientos que no comparten los contingentes.
La mayoría de la marea ciudadana se tornó negra. Un negro de protesta, no de luto, porque la añeja consigna sigue vigente: “¡Vivos se los llevaron…”
Hay muchos ciudadanos que no se unen a la marcha pero eso no les impide mostrar la compatibilidad con los reclamos que los manifestantes reivindican.
Kilómetros ocupados por una improvisada valla de ciudadanos que, ya sea con gritos o con pancartas, dan cuenta de su desolador estado de ánimo ante la realidad nacional.
Los cartelones con un demacrado rostro del presidente Enrique Peña Nieto ilustran la consigna contigua en el cartel ¡Fuera Peña!
De entre la masa de ciudadanos que muestran carteles al paso de la marcha, una anciana que vivió los tiempos de la guerra sucia opta por cargar la legendaria foto de Genaro Vázquez. En la masa, pareciera pasar revista a esta nueva generación de insurrectos ante el régimen, así sea con los mismos y añejos reclamos.
En esta ocasión la marcha partió de varios sitios. El emblemático Tlatelolco para evocar tragedias pasadas aunque nunca olvidadas; el monumento a la mítica Revolución Mexicana, y el del Ángel de la Independencia.
Tres grandes contingentes que concluyeron en la Plaza de la Constitución, donde la víspera quedó agotada la celebración de la Revolución Mexicana y sólo los rostros encendidos de Villa y Zapata atestiguaron esta nueva jornada de protestas.
Del Ángel a la Independencia salieron los contingentes de Guerrero. Los padres y los familiares con los estragos del cansancio tras un periplo por varios estados del país marchan silenciosos la mayor parte del trayecto.
Su silencio contrasta con la catarsis de cada uno de los oradores que toma la palabra en la tribuna popular y móvil que encabeza el contingente. Todo el silencio que acompaña su trayecto, todo el dolor reflejado en sus rostros, se transformará a su arribo a las puertas de Palacio Nacional,
Casi dos horas después, su arribo al Zócalo es celebrado con una ovación de las organizaciones sindicales y no gubernamentales que llegaron antes provenientes del Monumento a la Revolución.
La algarabia comienza a envolver la Plaza de la Constitución. Es la cuarta vez que converge esta rebelión ciudadana . La omnipresencia de los 43 rostros juveniles de los normalistas es signo de la unanimidad en los reclamos, aunque sus alcances tienen ya, en algunos casos, dimensiones míticas: la semilla de la Revolución.
Al anochecer, el mitin vuelve a convertirse en catarsis social? ¡No están solos!, es el coro que acompaña los discursos encendidos que repudian la corrupción gubernamental, la impunidad con que, dicen los oradores, se conduce, y la imputación a Peña Nieto como único responsable de la coyuntura, que es asumida por la masa casi como acto de fe, tan irrebatible como suelen ser.
A lo largo del trayecto, las vallas metálicas se convierten en espacios para la creatividad ciudadana. De la consigna a la plegaria: Un nuevo estado sin Peña y sin muerte o No nos pueden despojar de la esperanza.
En esta ocasión los manifestantes deben ocuparse de un nuevo factor : la solidaridad de los anarquistas, quienes llegaron al Zócalo pasadas las 10 de la noche, cuando aún arribaban contingentes estudiantiles al Zócalo, aunque el mitin había concluido una hora antes. Las consignas comenzaron a opacarse con los estruendos de los petardos y cócteles molotov que los anarquistas lanzaban contra Palacio Nacional.
Testigos de la violencia de los denominados anarquistas, los contingentes estudiantiles apelan a gritos que van desde la reivindicación de la paz como forma de lucha hasta la censura abierta a los infiltrados.
Los petardos estallan a las puertas de Palacio Nacional, mientras algunos pacifistas invocan al Himno Nacional como fórmula patriótica para evitar el caos.
El zócalo es un collage de expresiones: veladoras, mantas, gritos, consignas y petardos, hasta que la policía se ve obligada a intervenir, como colofón de la cuarta jornada, de lucha y protesta.

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