Hace 40 años... ELIMINARON A LA DEMOCRACIA SINDICAL EN EL SUTERM
Participación de Carlos Guillén S.
Secretario del Exterior del SUTIN, Programa del sábado 23 de julio del 2015
Secretario del Exterior del SUTIN, Programa del sábado 23 de julio del 2015
En
la colonia Roma hay mucha historia. Historias de la ciudad, de la
colonia, personales. Entre tantas historias, hay páginas de lucha
proletaria que se escribieron en una vieja casa ubicada en Zacatecas 94 y
que alcanzaron rincones en todo el país. Sus protagonistas,
electricistas de todo el país, a los cuales se integraron los jóvenes
trabajadores de la energía nuclear. Muchos más los siguieron,
conformando la insurgencia obrera de los setentas.
Se trata de una historia que empezó muchos años
antes. Hasta 1960, la generación de electricidad en México estaba a
cargo de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en parte, y de más de
50 empresas de capital extranjero. Los trabajadores electricistas,
formaban tres grandes agrupaciones. En el centro del país, estaban en el
Sindicato Mexicano de Electricistas. Los demás, se dividían entre los
que contrataban desde décadas atrás con la Comisión Federal de
Electricidad, integrantes del cetemista Sindicato Nacional de
Electricistas, Similares y Conexos (SNESCRM) y los agrupados en la
Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones
Eléctricas (FNTICE), que durante décadas habían dado importantes luchas
contra las empresas extranjeras por mejorar sus condiciones de vida y de
trabajo.
Con la nacionalización de la industria
eléctrica el 27 de mayo de 1960, al pasar las empresas extranjeras a
formar parte de CFE, se dio una situación muy especial. La FNTICE se
transformó en Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República
Mexicana (STERM) y de inmediato firmó contrato colectivo con CFE, con lo
que había no solo dos sindicatos, sino dos contratos en CFE.
Aunque se firmó un pacto mediante el cual los
dos sindicatos y la empresa se comprometían a respetar condiciones y
zonas de trabajo y contratos, pacto al que posteriormente se sumó el
SME, los charros cetemistas pronto olvidaron el compromiso y demandaron
la titularidad del contrato del Sindicato de Trabajadores Electricistas
de la República Mexicana (STERM).
El STERM se defendió con la lucha (a la cual
estaban acostumbrados) y la movilización. Pronto las jornadas nacionales
por la democracia sindical se daban hasta en cuarenta ciudades del
país, sumando a numerosos contingentes obreros que despertaban a la
lucha por mejorar sus condiciones de vida y por la democracia sindical.
El gobierno al principio no tomó partido
claramente y llamó a los sindicatos (SNESCRM y STERM) a cesar el
conflicto y a la unificación, lo que fue aceptado después de amplias
discusiones en las asambleas de las secciones que integraban el STERM.
En el SNESCRM fue aceptado de mal grado por el dirigente. Así, se
integró en 1972 el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la
República Mexicana, con Francisco Pérez Ríos (del SNESCRM) como
Secretario General y Rafael Galván (del STERM) como Presidente de la
Comisión Nacional de Vigilancia y Fiscalización. El resto del comité,
así como los comités de los lugares donde había trabajadores afiliados a
los dos sindicatos, se integró de manera paritaria.
Al poco tiempo, y después de un conflicto en
Puebla por la integración paritaria de los comités, los electricistas
provenientes del sindicato cetemista empezaron a ser influidos por
quienes venían de una experiencia de lucha. Pronto, creció el sindicato
unificado con el ingreso de un grupo de trabajadores jóvenes, que no
eran exactamente obreros industriales, pero que traían consigo formación
profesional y la experiencia del movimiento estudiantil: los
trabajadores nucleares, que pasaron a formar las Secciones Nucleares del
SUTERM.
Los electricistas del STERM y los Nucleares
fueron conformando una creciente corriente democrática, que apareció ya
de manera pública en el marco de la huelga de la Sección 49 del
sindicato (General Electric).
Ya como Tendencia Democrática del SUTERM, se
avanzó en la elaboración programática con la Declaración de Guadalajara,
un programa de lucha que rebasaba con mucho lo sindical y planteaba
temas y propuestas para la reorganización democrática del movimiento
obrero, la reorientación de las empresas paraestatales, para una
profunda reforma agraria; que proponía una reforma urbana y la
democratización de la enseñanza. No es casual que la TD se convirtió en
el centro que aglutinaba a muchos movimientos, jugando en los hechos el
papel del inexistente y necesario partido obrero.
Sin embargo, las agresiones y provocaciones de
los charros no cesaron y el gobierno veía cada vez un mayor peligro,
pues se ponía en riesgo uno de los pilares del estado mexicano: el
charrismo sindical.
Así, llegó un momento en que la situación
interna no era ya sostenible pues los trabajadores requerían de las
funciones sindicales que a su organización le eran negadas, crecían los
despidos, se amenazaba a los aliados (a los cañeros de la cenecista
Asociación Nacional de Productores de Caña de Azúcar, que se habían
aliado a la TD se les obligó, con promesas y amenazas, a romper con la
TD). Todo, mientras buena parte de la izquierda se ocupaba en
discusiones ideológicas y en descalificar a la dirección de la TD “por
ser nacionalistas” y a Galván por su pasado como senador.
Se emplazó a huelga para el 16 de julio por
reinstalación de todos los trabajadores despedidos por razones
políticas, garantía plena de no intromisión de la CFE en los asuntos
internos del SUTERM; elecciones democráticas con voto directo, universal
y secreto para regularizar la vida sindical del SUTERM y cumplimiento
de la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, especialmente en lo
relativo a la integración inmediata de la industria eléctrica
nacionalizada.
La huelga no llegó a estallar. Crecieron las
amenazas, se ofreció dinero para obligar a renunciar a la TD, se dio un
golpe a Excélsior, periódico que informaba sobre el movimiento con
imparcialidad, creció la campaña satanizadora. La madrugada del viernes
16, el ejército tomó los centros de trabajo de electricistas y nucleares
e introdujo esquiroles (algunos pagaron con su vida en las semanas
siguientes por su impericia). Todo, para impedir la democracia sindical.
Diez días después, fue cancelado el contrato
colectivo que los nucleares habían logrado con su ingreso al SUTERM. La
traición de los dirigentes de Puebla y Guadalajara, a quienes de
inmediato colocaron en el comité nacional, completó el panorama.
Pese a las promesas, al regresar al trabajo,
muchos quedaron fuera. A los nucleares después de mes y medio con sus
instalaciones tomadas por el ejército, se les obligó a formar nuevo
sindicato en el Apartado B. Después, fue reprimido el campamento que se
instaló en Los Pinos.
La derrota de los electricistas fue el
preámbulo para los topes salariales, la crisis económica, la caída del
salario, el deterioro de los sistemas de salud y de la educación. Es
cierto, aun no se llamaba neoliberalismo, pero ya venía.
La vieja casa de Zacatecas 94 era el cuartel
general de la Tendencia Democrática. Ahí se discutía el futuro del
movimiento y se diseñaban las acciones. Ahí se escribían manifiestos, se
imprimían volantes y se pintaban mantas. En su patio se hacían las
reuniones nacionales de la Tendencia. Ahí hubo largas discusiones que
llevaron a la creación del Frente Nacional de Acción Popular. Ahí se
escribía cada día la historia. Por eso, cuando fue tomado el local de
los nucleares en Carolina 47, frente al Parque Hundido, se tomó la
decisión de defender la casa de Zacatecas con todo. No era una
construcción cualquiera, era el corazón de la lucha proletaria de los
setentas.
Cuarenta años después, no se logrado la unidad,
la izquierda está ocupada en otras cosas diferentes al movimiento
social, el descontento crece. Permitir la derrota del movimiento
magisterial hoy, sería recibir un golpe equivalente al de aquellos años.
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