Hace 40 años... ELIMINARON A LA DEMOCRACIA SINDICAL EN EL SUTERM

En la colonia Roma hay mucha historia. Historias de la ciudad, de la colonia, personales. Entre tantas historias, hay páginas de lucha proletaria que se escribieron en una vieja casa ubicada en Zacatecas 94 y que alcanzaron rincones en todo el país. Sus protagonistas, electricistas de todo el país, a los cuales se integraron los jóvenes trabajadores de la energía nuclear. Muchos más los siguieron, conformando la insurgencia obrera de los setentas.
Se trata de una historia que empezó muchos años antes. Hasta 1960, la generación de electricidad en México estaba a cargo de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en parte, y de más de 50 empresas de capital extranjero. Los trabajadores electricistas, formaban tres grandes agrupaciones. En el centro del país, estaban en el Sindicato Mexicano de Electricistas. Los demás, se dividían entre los que contrataban desde décadas atrás con la Comisión Federal de Electricidad, integrantes del cetemista Sindicato Nacional de Electricistas, Similares y Conexos (SNESCRM) y los agrupados en la Federación Nacional de Trabajadores de la Industria y Comunicaciones Eléctricas (FNTICE), que durante décadas habían dado importantes luchas contra las empresas extranjeras por mejorar sus condiciones de vida y de trabajo.
Con la nacionalización de la industria eléctrica el 27 de mayo de 1960, al pasar las empresas extranjeras a formar parte de CFE, se dio una situación muy especial. La FNTICE se transformó en Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (STERM) y de inmediato firmó contrato colectivo con CFE, con lo que había no solo dos sindicatos, sino dos contratos en CFE.
Aunque se firmó un pacto mediante el cual los dos sindicatos y la empresa se comprometían a respetar condiciones y zonas de trabajo y contratos, pacto al que posteriormente se sumó el SME, los charros cetemistas pronto olvidaron el compromiso y demandaron la titularidad del contrato del Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (STERM).
El STERM se defendió con la lucha (a la cual estaban acostumbrados) y la movilización. Pronto las jornadas nacionales por la democracia sindical se daban hasta en cuarenta ciudades del país, sumando a numerosos contingentes obreros que despertaban a la lucha por mejorar sus condiciones de vida y por la democracia sindical.
El gobierno al principio no tomó partido claramente y llamó a los sindicatos (SNESCRM y STERM) a cesar el conflicto y a la unificación, lo que fue aceptado después de amplias discusiones en las asambleas de las secciones que integraban el STERM. En el SNESCRM fue aceptado de mal grado por el dirigente. Así, se integró en 1972 el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana, con Francisco Pérez Ríos (del SNESCRM) como Secretario General y Rafael Galván (del STERM) como Presidente de la Comisión Nacional de Vigilancia y Fiscalización. El resto del comité, así como los comités de los lugares donde había trabajadores afiliados a los dos sindicatos, se integró de manera paritaria.
Al poco tiempo, y después de un conflicto en Puebla por la integración paritaria de los comités, los electricistas provenientes del sindicato cetemista empezaron a ser influidos por quienes venían de una experiencia de lucha. Pronto, creció el sindicato unificado con el ingreso de un grupo de trabajadores jóvenes, que no eran exactamente obreros industriales, pero que traían consigo formación profesional y la experiencia del movimiento estudiantil: los trabajadores nucleares, que pasaron a formar las Secciones Nucleares del SUTERM.
Los electricistas del STERM y los Nucleares fueron conformando una creciente corriente democrática, que apareció ya de manera pública en el marco de la huelga de la Sección 49 del sindicato (General Electric).
Ya como Tendencia Democrática del SUTERM, se avanzó en la elaboración programática con la Declaración de Guadalajara, un programa de lucha que rebasaba con mucho lo sindical y planteaba temas y propuestas para la reorganización democrática del movimiento obrero, la reorientación de las empresas paraestatales, para una profunda reforma agraria; que proponía una reforma urbana y la democratización de la enseñanza. No es casual que la TD se convirtió en el centro que aglutinaba a muchos movimientos, jugando en los hechos el papel del inexistente y necesario partido obrero.
Sin embargo, las agresiones y provocaciones de los charros no cesaron y el gobierno veía cada vez un mayor peligro, pues se ponía en riesgo uno de los pilares del estado mexicano: el charrismo sindical.
Así, llegó un momento en que la situación interna no era ya sostenible pues los trabajadores requerían de las funciones sindicales que a su organización le eran negadas, crecían los despidos, se amenazaba a los aliados (a los cañeros de la cenecista Asociación Nacional de Productores de Caña de Azúcar, que se habían aliado a la TD se les obligó, con promesas y amenazas, a romper con la TD). Todo, mientras buena parte de la izquierda se ocupaba en discusiones ideológicas y en descalificar a la dirección de la TD “por ser nacionalistas” y a Galván por su pasado como senador.
Se emplazó a huelga para el 16 de julio por reinstalación de todos los trabajadores despedidos por razones políticas, garantía plena de no intromisión de la CFE en los asuntos internos del SUTERM; elecciones democráticas con voto directo, universal y secreto para regularizar la vida sindical del SUTERM y cumplimiento de la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, especialmente en lo relativo a la integración inmediata de la industria eléctrica nacionalizada.
La huelga no llegó a estallar. Crecieron las amenazas, se ofreció dinero para obligar a renunciar a la TD, se dio un golpe a Excélsior, periódico que informaba sobre el movimiento con imparcialidad, creció la campaña satanizadora. La madrugada del viernes 16, el ejército tomó los centros de trabajo de electricistas y nucleares e introdujo esquiroles (algunos pagaron con su vida en las semanas siguientes por su impericia). Todo, para impedir la democracia sindical.
Diez días después, fue cancelado el contrato colectivo que los nucleares habían logrado con su ingreso al SUTERM. La traición de los dirigentes de Puebla y Guadalajara, a quienes de inmediato colocaron en el comité nacional, completó el panorama.
Pese a las promesas, al regresar al trabajo, muchos quedaron fuera. A los nucleares después de mes y medio con sus instalaciones tomadas por el ejército, se les obligó a formar nuevo sindicato en el Apartado B. Después, fue reprimido el campamento que se instaló en Los Pinos.
La derrota de los electricistas fue el preámbulo para los topes salariales, la crisis económica, la caída del salario, el deterioro de los sistemas de salud y de la educación. Es cierto, aun no se llamaba neoliberalismo, pero ya venía.
La vieja casa de Zacatecas 94 era el cuartel general de la Tendencia Democrática. Ahí se discutía el futuro del movimiento y se diseñaban las acciones. Ahí se escribían manifiestos, se imprimían volantes y se pintaban mantas. En su patio se hacían las reuniones nacionales de la Tendencia. Ahí hubo largas discusiones que llevaron a la creación del Frente Nacional de Acción Popular. Ahí se escribía cada día la historia. Por eso, cuando fue tomado el local de los nucleares en Carolina 47, frente al Parque Hundido, se tomó la decisión de defender la casa de Zacatecas con todo. No era una construcción cualquiera, era el corazón de la lucha proletaria de los setentas.
Cuarenta años después, no se logrado la unidad, la izquierda está ocupada en otras cosas diferentes al movimiento social, el descontento crece. Permitir la derrota del movimiento magisterial hoy, sería recibir un golpe equivalente al de aquellos años. 

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