Retos y tareas de la NCT en la actual coyuntura Nacional.


Documento final aprobado por el Consejo Político Nacional.
22 de marzo de 2018
 
 
En México, el 2018 está marcado sin duda por la coyuntura político electoral y sus posibles desenlaces. Sin embargo, es necesario no perder de vista las realidades que la preceden, la determinan y de hecho van más allá de la propia coyuntura.
Se da, en primer lugar, en un contexto internacional en el que la crisis global capitalista se recrudece y cobra nuevas expresiones. No existe ni de lejos la posibilidad de una recuperación económica prolongada o de expansión, y la búsqueda de salidas está llevando a las metrópolis imperiales, a los grandes poderes y capitales, a redefinir el mundo. En la “era Trump”, se habla del fin de la globalización. Lo cierto es que se está replanteando toda la arquitectura que la globalización neoliberal armó en el periodo pasado, y comienza a predominar una supuesta vuelta al “proteccionismo”, el chauvinismo fascista, la competencia entre las grandes potencias y una temida guerra comercial. Sólo que ahora el conflicto entre potencias capitalistas incluye a Rusia y, principalmente, a China. Y esa competencia y guerra comercial se traduce frecuentemente en conflictos bélicos, en intervenciones militares, en guerras regionales o en la amenaza de una nueva conflagración mundial. El peligro para la humanidad es enorme mientras el capitalismo se revuelve en su marasmo.
Como parte de lo mismo, el contexto internacional también está marcado por una ola de derechización y una profundización de los ataques neoliberales a nivel mundial. En particular en América Latina, la derecha ha conseguido con el apoyo del imperio echar para atrás o poner en peligro los avances antineoliberales que se habían conseguido en un periodo anterior, por medio de grandes campañas publicitarias con los medios masivos que controlan, campañas de desestabilización o de plano golpes de estado apenas disfrazados de “democráticos” o “anticorrupción”. El encarcelamiento de Lula es la culminación del golpe de estado que se vino construyendo en Brasil y pretende impedir una vuelta de la izquierda y las fuerzas progresistas.
Pero en aquellos países del Sur, y de hecho en toda América Latina, los pueblos resisten, los movimientos sociales y la izquierda representan e influyen en una gran parte de la sociedad de cada país, y el péndulo puede volver pronto a inclinarse a la izquierda. Es indispensable, sin embargo, sacar las lecciones también de las deficiencias y errores que facilitaron el regreso de la derecha neoliberal. Entre ellas, romper con la ilusión de que las alianzas con las derechas o sectores del capital, el “equilibrio” político, no dura prolongadamente. El capital y la derecha no perdonan. Sólo avanzar en las transformaciones sociales, políticas y conómicas, y la organización determinante del pueblo pueden prevenirlo. Ni el dirigente más capaz puede sustituir eso, menos quien pretenda desde arriba y desde el “centro” mantenerse en el poder.
La coyuntura política en México se da también en el marco de la continuidad y profundización de una crisis económica prolongada. El crecimiento del Producto Nacional Bruto del año pasado fue apenas del 1.5% y para este año se avizora una recesión por los efectos de la incertidumbre que rodea a la renegociación del TLCAN y la devaluación del peso. La deuda externa, y la interna que al final de cuentas es externa también, representa una carga cada vez más insostenible para el país.
Al mismo tiempo, las medidas neoliberales no cesan. El continuo incremento en el precio de la gasolina repercute, de manera directa o indirecta, en todo lo demás. La inflación y la carestía no ceden, y junto con el tope salarial continúan deteriorando el poder adquisitivo de los trabajadores, por más que se hable de la recuperación del salario mínimo. A diferencia de otros tiempos, el capital y el poder están impedidos de soltar amarras económicas para favorecer sus propósitos electorales. Sin embargo, a la ola de reformas neoliberales del 2012 pretenden sumar ahora apresuradamente otras tantas, ante la posibilidad real de perder el poder, buscando asegurarse de que llegue quien llegue estará amarrado al modelo neoliberal.
Así, entre otras como la de biodiversidad, está el peligro inminente de una nueva reforma laboral regresiva que podría vulnerar aún más gravemente la libertad sindical, la contratación colectiva auténtica y la huelga, en lugar de mejorar la impartición de justicia que supuestamente era el cometido de la reforma constitucional del año pasado. Igualmente, continúa el ataque al sistema de pensiones y de salud con medidas como la UMA.
Por otro lado, no sólo la supuesta “guerra en contra del narco” continúa sumando víctimas a los 150 mil muertos, 30 mil desaparecidos y 250 mil desplazados que acumula hasta hoy, sino que el clima de violencia se expande en todo el país, incluso en las esferas políticas, y siguen multiplicándose alarmantemente los feminicidios. La aprobación de la Ley de Seguridad Interior, que legaliza la intervención de las fuerzas armadas en cualquier conflicto nacional, es una espada que pende amenazadora sobre todo el pueblo de México.
Las consecuencias de los pasados terremotos de septiembre siguen ahí, evidenciando a una clase política incapaz de hacerles frente, corrupta y preocupada más por sus carreras e intereses creados, por ejemplo con las grande inmobiliarias, que por dar solución a las exigencias de los damnificados. Con ellos ha surgido otro sujeto social que cuestiona al estado como otros movimientos sociales en resistencia a lo largo y ancho del país.
En general asistimos a una gran crisis y descomposición del estado mexicano, con una derecha neoliberal en el poder subordinada al gran capital trasnacional que, al buscar perpetuarse, amenaza con terminar de destruir a la nación.
Engarzada con este contexto, la coyuntura está determinada por una enorme crisis política, particularmente del sistema de partidos. El régimen de partidos está tan agotado que todos se han tenido que agrupar en frentes electorales a cual más perverso para captar mayor votación, en el extremo del pragmatismo político.
Hasta va cobrando fuerza la idea del “gobierno de coalición”. Lo más importante: los de arriba están divididos. Y pareciera que la derecha está haciendo todo lo posible por perder, incluso en guerra abierta entre sus opciones principales, probablemente para eliminar a alguna y concentrar votos, pues hasta su “innovación” de candidaturas independientes les salió mal. Ahora han añadido burdamente al “Bronco” y está perfilada Margarita Zavala compitiendo con el PAN y el PRI. No debería extrañarnos que de alguna manera se repita la descomposición violenta del ’94 entre los de arriba.
Desde la izquierda y el movimiento social, la única opción que podría calificarse como tal, la del Consejo Indígena de Gobierno no alcanzó las firmas requeridas por el tramposo e inequitativo sistema electoral. Como ha llamado el CIG, habrá que valorar, reflexionar y discutir lo que pasó y lo que sigue. El hecho es sin embargo que no habrá opción social y de izquierda en las boletas electorales.
Porque el PRD perdió desde hace tiempo el lejano halo de izquierda que acaso llegó a tener, hundido cada vez más en la descomposición y la corrupción, y definitivamente pervertido con su actual alianza con el PAN, destinado a conformarse con algunos huesos de la mesa de los ricos y cuando mucho a mantener su franquicia, desfondado por Morena.
E, independientemente de las valoraciones políticas y tácticas que cada quien pueda tener a su favor, AMLO y su Morena no representan realmente una opción de izquierda o vinculada al movimiento social, sin menospreciar otras valoraciones en el terreno nacional, democrático, anticorrupción, etc. que se le puedan adjudicar.
En todo caso, entre los escenarios más probables del 1 de julio se ha venido consolidando el del triunfo de López Obrador. No sólo eso, sino sobre todo se está abriendo paso la posibilidad de que lo dejen ganar, que a los poderes fácticos no les quede más que aceptarlo. Desde luego, estos poderes podrían estarse preparando ya también para aceptarlo con la condición de determinarlo, de acotarlo, de que no vaya más allá de lo que el capital y el neoliberalismo pueden consentir. Ello lo facilitaría el hecho de que el propio discurso y programa de López Obrador se ha venido corriendo a la derecha para hacerse aceptable, y que Morena se viene llenando de cuanto arribista y trepador de izquierdas y derechas pueda haber, sobre todo de tránsfugas del PRI y el PAN. El gabinete y los principales operadores políticos ciertamente no vienen de la izquierda.
Por supuesto, en los meses que siguen, la derecha neoliberal en el poder hará todo por descarrilarlo y aplicará todos los recursos del estado para prevalecer y, en última instancia, repetir la vieja fórmula del fraude electoral. La interrogante es cuál será la reacción en este caso de la población pero, sobre todo, la decisión política del propio López Obrador.
Frente a la posibilidad de un conflicto explosivo, el capital, la derecha neoliberal, los poderes fácticos, también están listos para resolver violentamente. La vía represiva está ahí también como un escenario probable. La ley de Seguridad Interior también fue hecha para eso. No debe menospreciarse esta probabilidad. Y, en tal caso, en un golpe de hecho, la represión iría contra todos los opositores al régimen. Esta probabilidad no debe soslayarse.
En cualquier caso, en los próximos meses y sobre todo después del 1 de julio casi todo escenario probable conduce a una situación nacional altamente conflictiva, a una enorme crisis política, y probablemente económica, que puede conducir a la reconfiguración del estado y puede abrir compuertas para redefinir a la nación si hay un sujeto social que lo pueda capitalizar.
El 2 de julio, nuestro desafío
La Nueva Central de Trabajadores, por su propia naturaleza, es plural y diversa, yrespeta las opciones políticas que sus miembros puedan adoptar en esta coyuntura electoral. No llamaremos como NCT a votar por nadie en particular.
Sin embargo, constatamos que no existe una alternativa de izquierda, de clase, del movimiento social, que nos represente en estas elecciones. Eso es un hecho incontestable.
No obstante, eso no significa que nos quedaremos esperando o mirando sin hacer algo en favor de los intereses del pueblo trabajador.
De la manera más unitaria posible, debemos actuar para impedir que la derechaneoliberal entreguista se perpetúe en el poder. Es parte de la batalla por laconciencia de la gente.
Pero eso no es ni de lejos suficiente. En cualquiera de los escenarios posibles que se vislumbran para el 1 de julio estará en juego y se ve amenazado el futuro de la nación, del pueblo trabajador, de la democracia y las libertades, y la posibilidad de una transformación real de nuestro país.
Si la derecha neoliberal, como en otras partes del mundo, consigue ganar verdaderamente las elecciones habrá que afrontar un largo periodo de resistencia en condiciones difíciles y hay que estar preparados.
Si la derecha comete fraude electoral, seguramente se desatará un movimiento ciudadano por la democracia del que deberemos ser parte como clase.
Si los poderes fácticos imponen con un golpe violento, cualquiera sea su modalidad, la continuidad del régimen neoliberal, estallará una lucha de resistencia nacional extremadamente difícil pero que puede terminar echándolos del poder, y de la cual los movimientos sociales en general y la clase trabajadora en particular debe ponerse a la cabeza.
Pero aun en el “mejor” de los escenarios, el de que la oposición encabezada por López Obrador no sólo gane sino que la dejen ganar, ello no significa para nada que estarán garantizados los intereses y reivindicaciones del pueblo trabajador, de las comunidades y pueblos, de los jóvenes y mujeres, la democracia verdadera o el desarrollo soberano de la nación; ni siquiera es seguro que se reviertan las reformas neoliberales o se recuperen los bienes nacionales privatizados. En realidad, lo que significará es que se abrirá la verdadera disputa, entre el capital y el trabajo, entre la democracia y el autoritarismo, entre la izquierda y la derecha, entre los movimientos sociales y los partidos, por definir el rumbo de la nación.
Ahí iniciaría realmente la famosa “transición”. Pero la transición siempre va para algún lado. La derecha y los poderes fácticos, y las metrópolis imperiales, jalarán a ese gobierno hacia sus intereses o lo harán caer; la clase trabajadora, los movimientos sociales, la izquierda, debemos actuar para que ese momento político de transición, ese cambio político derivado de las elecciones, conduzca hacia la izquierda, hacia un proceso de transformación real del país bajo un gobierno constituyente verdaderamente representativo de la mayoría del pueblo mexicano. Aun para quienes desde los movimientos sociales hayan apoyado esta candidatura esta será la disyuntiva.
Es decir, nuestro principal reto no está ya en qué hacemos el 1 de julio, donde los partidos y el sistema ya tienen definidas las cosas que la clase trabajadora o los movimientos sociales ya no podemos cambiar, sino dónde estaremos y qué haremos el 2 de julio.
Por supuesto, eso no significa esperar, sino actuar desde hoy con esa perspectiva. Es decir, en cualquiera de los escenarios o desenlaces posibles sólo podremos incidir si contamos con la fuerza y la estrategia necesarias construidas a marchas forzadas desde hoy.
Tanto en los meses que siguen hasta las elecciones, como en los posibles escenarios posteriores, es imperativo construir un gran polo social alternativo capaz de influir en la conciencia de la gente, de abrir combate a la derecha neoliberal, de ser articulador del descontento social, de representar un dique contra la represión, de ser un bastión en la defensa de la democracia, de representar un verdadero contrapeso en el escenario político, de contrarrestar las tendencias de adaptación al sistema, de constituir una verdadera alternativa transformadora. Hay que empezar a hacerlo desde hoy.
Pero hay que ser objetivos e ir colocando piedra sobre piedra. Es necesario reconocer que el movimiento social y la resistencia están sumamente dispersos. Los intentos de unidad no dan el ancho y, siendo varios, son prueba precisamente de que no hay unidad.
En este camino es necesario avanzar en círculos concéntricos, en ir colocando cada engrane en su lugar. Indudablemente lo primero es relanzar la construcción de la propia NCT, retomar los acuerdos del Segundo Congreso. Este es el primer nivel de unidad, el estratégico de clase, entre las organizaciones que están comprometidas en avanzar en el nivel de organización de la clase trabajadora entendida en su sentido más amplio. Retomar los acuerdos del Segundo Congreso en sus distintos carriles, de manera central retomar el lanzamiento de una campaña de organización de los no organizados en las filas de la NCT, es el primer paso indispensable.
Junto con ello, una tarea que está enfrente y es de gran importancia es la de hacer del próximo Primero de Mayo algo de mucho más trascendencia que cumplir con un ritual, sacarlo de la inercia y la marcha tradicional. El Primero de Mayo debe reposicionar en la coyuntura al movimiento sindical independiente y enviar mensajes claros y contundentes a la sociedad. Por eso la idea es lanzar una campaña de propaganda y actividades, como foros temáticos, que permita construir con fuerza las reivindicaciones y la participación en una verdadera y gran movilización unitaria. Debe ser parte de la conformación de un programa de reivindicaciones y alternativas propio de la clase trabajadora de cara a la nación.
Precisamente, en segundo lugar, todavía en el nivel de la unidad clasista, es necesario avanzar en impulsar la unidad del movimiento sindical independiente de la forma en que sea posible. El primero de mayo sería un paso en ese sentido.
Debemos levantar la necesidad de construir un programa, un proyecto propio, independiente, de la clase trabajadora, reposicionarla y recuperar su protagonismo como tal en el debate nacional.
Al mismo tiempo, debemos proponernos levantar un bloque unitario con nuestros más cercanos aliados estratégicos, como la ANUEE y la Confederación de Jubilados. En el mismo nivel de unidad estratégica, aunque quizá en otra pista, deberíamos buscar consolidar las alianzas con el Consejo Indígena de Gobierno, o sea con los pueblos originarios, y con los movimientos y comunidades en resistencia a los megaproyectos, a la minería, en defensa del territorio y el agua, etc., así como con la CNTE.
Tales pasos son necesarios para buscar de una manera más sólida y eficaz una unidad más amplia con todas aquellas fuerzas sociales dispuestas a conformar un gran polo social alternativo, un sujeto social capaz de construir grandes movilizaciones y cambiar la correlación de fuerzas, cualquiera que sea el nuevo gobierno que surja. Un gran evento nacional de los movimientos sociales para discutir las perspectivas de la lucha para derrotar al neoliberalismo y avanzar en la transformación social del país más allá de las elecciones es una tarea que tenemos enfrente.
Estamos convencidos de que el tema electoral no tiene por qué ser causa de divisiones entre las organizaciones sociales y menos al interior de la NCT. Las elecciones pasarán, pero nuestros acuerdos y tareas van mucho más allá.
Estamos luchando no por poner unas personas o a un partido en lugar de otros, sino por cambiar al país en favor de la nación y el pueblo trabajador. La coyuntura que se abre, la enorme crisis política que se está profundizando, aunque sin subestimar sus riesgos, podría ser favorable para darle vuelta a la tortilla, para salir del abismo y la posición defensiva a otra en la que el pueblo trabajador vuelva a tener el protagonismo en la reconstrucción de la nación.
COSEJO POLÍTICO NACIONAL DE LA
NUEVA CENTRAL DE TRABAJADORES.
CDMX 22 de marzo del 2018

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