Viacrucis migrante, producto del imperialismo




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Cuando en el fragor de la Segunda Guerra Mundial, la producción de alimentos  en Estados Unidos se iba a pique por la falta de brazos para trabajar sus campos agrícolas, el gobierno estadounidense abrió de par en par sus fronteras para que miles y miles de mexicanos y centroamericanos acudieran al rescate de su nación tanto en labores rurales  y de otros servicios como los ferrocarriles.
Entonces a los migrantes no se les criminalizaba como ahora y hasta se les consideraba héroes sin fusil que coadyuvaron con su esfuerzo y bajos salarios a ganar la guerra contra las potencias del Eje. Una vez que la poderosa nación se proclamó victoriosa y restablecida en su economía se olvidó de la solidaridad mostrada por México y las naciones centroamericanas e inició contra estas últimas y otras más del continente una estrategia intervencionista que impuso mediante golpes de estado a dictaduras militares que por décadas han mantenido sumidas en el atraso económico, la miseria  y en el atropello a la democracia a millones de personas.
Este atentado  a sus libertades y la anulación total de gobiernos democráticos que han buscado mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, tiene un negro historial en el siglo pasado y representa la imposición de un modelo imperialista que ha despojado a las naciones de sus recursos naturales como los minerales, el gas y el petróleo, entre otras muchas riquezas, para favorecer a sus empresas trasnacionales. Las causas que han derivado en el viacrucis migrante.
Lo mismo en el golpe de Estado de Guatemala en 1954 que en la brutal represión militar de El Salvador en 1980,  donde fuera asesinado en plena homilía el obispo Oscar Arnulfo Romero y más reciente en el apuntalamiento del gobierno de Juan Orlando Hernández, que consumó un fraude en las urnas en diciembre pasado, avasallando con las armas la voluntad del pueblo hondureño, el gobierno estadounidense ha sido el directamente responsable del deterioro  económico y atraso social que viven las naciones centroamericanas.
Durante su estadía en la Ciudad de México los inmigrantes, en su mayoría hondureños, se manifestaron en contra de ser perseguidos por el solo hecho de buscar una vida más digna. Lo que deben entender tanto el extraviado Donald Trump como el resto de los países capitalistas es que si medio millón de personas se aventuran cada año por nuestro territorio para llegar a los Estados Unidos —de acuerdo a estimaciones de la ONU— es debido a la falta de oportunidades y el miedo a morir ya sea a manos de pandillas de criminales que de cuerpos policiales o fuerzas castrenses.
No es ocupando de manera arbitraria regiones ni sembrando bases militares como en Panamá y Guantánamo como se combatirá un flujo de personas que por generaciones enteras no han conocido lo que es un nivel de vida digno. El sueño americano por el que siguen jugándose  la vida.

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