La crisis del agua en Chihuahua: entre el neoporfirismo y la lucha electoral

 
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La revolución mexicana comenzó pero no concluyó su obra. Se trata de una revolución interrumpida, según Adolfo Gilly. El compositor coahuilense Humberto Galindo habría de sintetizar magistralmente esta tesis en su corrido Pablo del Monte: “Los años pasaron y Pablo del monte / Hoy no tiene donde vivir / Ni sembrar, son aún del amo / La yunta y la siembra / El agua y la tierra / También el jacal”. La revolución mexicana sigue siendo una herida abierta, particularmente en Chihuahua. Aunque oficialmente se conmemora el inicio de la revolución el día 20 de noviembre, en realidad ésta inicio en Cuchillo Parado, Chihuahua, el 14 de noviembre, día en que Toribio Ortega se levantó en armas en contra del régimen porfirista, hecho rescatado del olvido y llevado al teatro por el maestro y dramaturgo chihuahuense Manuel Maldonado Olivas. El mayor latifundista en ese entonces era Luis Terrazas, quien solía decir que él no era de Chihuahua sino que Chihuahua era de él. Parafraseando el corrido de Pablo del Monte, en Chihuahua los años pasaron y Luis Terrazas sigue cabalgando: no él personalmente, pero sí su tataranieto, Gustavo Madero Muñoz, el delfín de Javier Corral para sucederlo en la gubernatura. Corral, gran tribuno pero cuestionable, por decir lo menos, en su labor como gobernador, creció políticamente a la sombra de otro Terrazas, Francisco Barrio Terrazas, de quien fue secretario particular y quien es tristemente recordado por ser en su sexenio cuando inició la oleada de feminicidios en Ciudad Juárez.


Si partimos de lo anterior podemos ir ganando claridad sobre la actual crisis del agua que tiene como epicentro la presa de la Boquilla. Aunque el artículo 27 del texto constitucional claramente señala que el agua es propiedad de la nación, en Chihuahua un grupo de caciques neoporfiristas se han apropiado del agua y la administran según sus intereses. Un ejemplo es otro Terrazas, el priísta José Reyes Baeza Terrazas, gobernador de Chihuahua entre 2004 y 2010, señalado desde ese entonces por sus vínculos con el Cártel de Juárez y quien por esa razón es investigado por la Fiscalía General de la República. Reyes Baeza y su tío Fernando Baeza, quien también fue gobernador del estado gracias al fraude “patriótico” de 1986, son  terratenientes y usuarios de distritos de riego en el municipio de Delicias y quienes, por cierto, son los dos gobernadores que más agua han entregado para el cumplimiento del Tratado de Aguas Internacional de 1944. Tratado que hoy, hipócritamente, se niegan a cumplir.
Pero no son ellos los únicos que se creen dueños del agua. Alex LeBarón, primo del conocido activista Julián LeBarón, siendo delegado estatal de la Conagua durante el gobierno de César Duarte, entregó al menos 482 permisos para pozos en zonas que tenían veda. Otro ejemplo es el panista Mario Mata, quien dice defender el agua de los chihuahuenses, pero quien durante su periodo como presidente municipal de Delicias autorizó la construcción de un lago artificial en un proyecto inmobiliario de 700 millones de dólares. El mismo Mario Mata realizó las gestiones, junto a Javier Corral, para que la cervecera Heineken instalara una planta en el poblado de Meoqui. Esta planta gasta en promedio 3 litros de agua por cada litro de cerveza que produce. Claramente no es el bienestar de los agricultores chihuahuenses lo que los mueve a manifestarse en contra de la apertura de las compuertas de la presa la Boquilla.
Para entender a cabalidad la crisis del agua hay que agregar el componente electoral. Javier Corral ha tenido un pésimo desempeño como gobernador. Lo mejor de su gobierno ha sido su discurso de toma de protesta, políticamente extraordinario, conjugando la opción preferencial por los pobres con la importancia de la ética en la política. Pero sólo quedó en eso, en un gran discurso de bellas palabras vacías de contenido. Hipócrita es aquel que finge una cualidad, sentimiento, virtud u opinión que no tiene. Así como Javier Corral, quien sólo se animó a criticar a Felipe Calderón cuando a éste le quedaba un mes como presidente o que se presenta como demócrata, pero negoció con Enrique Peña Nieto su elección como gobernador. Evidencia de lo anterior se encuentra en el análisis “Estudio de la elección para gobernador de Chihuahua de 2016”, en donde el físico Jorge Alberto López presenta evidencia estadística de la manipulación que existió en la jornada electoral que encumbró a Corral. Además de la evidencia estadística existe evidencia anecdótica del acuerdo entre Peña Nieto y Javier Corral, misma que puede ser consultada en un artículo titulado “Así se negociaron 11 gubernaturas para el PAN y PRD, a cambio de aprobar la reforma energética” en el portal https://lapaginanoticias.com.mx/. A Javier Corral se le acabó el tiempo. Un escenario de derrota en las próximas elecciones para gobernador lo dejaría en desventaja en la construcción de su candidatura presidencial para 2024. El cálculo de Corral es fomentar el escenario de confrontación con el gobierno federal, presentarse como defensor del agua de los chihuahuenses e impulsar así a su delfín Gustavo Madero. El cálculo de los caciques neoporfiristas es que bajo un escenario de confrontación, el gobierno federal cederá y el huachicoleo del agua seguirá funcionando de manera normal. Es así como tanto el neoporfirismo y como la lucha electoral convergen en la presa la Boquilla.
Pero falta aquí un tercer factor fundamental. Me refiero a la tesis con la que inicié el artículo: la revolución interrumpida. Los agricultores chihuahuenses tienen todo el derecho a sentirse agraviados, su malestar es legítimo, aunque tendrían que dirigir su enojo no al presidente Andrés Manuel López Obrador sino a los caciques neoporfiristas que se han apropiado del agua. Son estos virreyes, no el gobierno federal, quienes los privan del abastecimiento suficiente y oportuno para sus cultivos: el problema no es la falta de agua, es cómo se distribuye.
Cierro este análisis con el último y cuarto factor para explicar la crisis del agua. Esta crisis pudo evitarse si se hubiesen anticipado las acciones de los caciques, si se les hubiese neutralizado antes de que tomaran fuerza y, sobre todo, si se hubiese operado una mejor estrategia de comunicación política. Para ello Mario Delgado y Ricardo Monreal debieron haber coordinado a los diputados y senadores de Chihuahua para hacer trabajo político en la región y explicar las veces que fuera necesario que nadie se iba a quedar sin agua. El problema es que ni Mario Delgado ni Ricardo Monreal tienen interés en atender esos temas. La información que presentó el presidente en su conferencia mañanera debió distribuirse con meses de anticipación, por radio, televisión, internet y prensa escrita. La Secretaría de Gobernación debió coordinar esta labor informativa a tiempo, y evitar así que el tema escalara hasta el presidente López Obrador. Al delegado federal Juan Carlos Loera de la Rosa lo dejaron solo mucho tiempo, debió estar más acompañado. Dentro de lo crítico de la situación es de reconocerse el gran trabajo de difusión realizado por los maestros jubilados de las secciones 8 y 42, uno de los colectivos más politizados y bien informados del país y quienes con su labor han estado contrarrestando la estrategia de desinformación orquestada por los caciques del agua. Finalmente, ya para concluir, si alguno de los lectores ve a Pancho Villa, sea tan amable de decirle que vuelva y termine / que vuelva y termine / su revolución.
Erick Limas*
*Doctor en economía por la Universidad Libre de Berlín, Alemania. https://perifractal.wordpress.com/ Twitter: @perifractal 

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