México: Ominoso mensaje presidencial

jueves 9 de junio de 2011

Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)

Si alguien conoce bien al señor de las cinco estrellas que en una decisión harto peligrosa ordenó al Ejército, al parecer sin portar uniforme oficial, tomar por asalto la casa de Jorge Hank Rhon, detenerlo junto con sus siempre abundantes y bien armados pistoleros, y amagar a su familia, ése es Manuel Espino Barrientos.

Y lo conoce porque como presidente del Partido Acción Nacional, relegado y todo por el primer círculo del candidato Calderón, lo condujo a Los Pinos. Incluso se ensució tan gustosamente las manos que reconoció públicamente que negoció con varios gobernadores del norte del país para que canalizaran votos del Revolucionario Institucional a su compañero de partido, pero no de facción, y éste se pusiera la banda presidencial en medio de un conflicto poselectoral sin precedente.

Virtualmente expulsado del PAN, salvo lo que disponga el Tribunal Electoral, Espino alertó sobre “el terrorismo político que hace mucho padecimos en este país, y creo que Felipe Calderón es capaz de eso”.

El michoacanazo -obra con la que Marisela Morales Ibáñez se ganó a pulso la titularidad de la Procuraduría General de República-, resulta antecedente ineludible de una detención saturada de irregularidades tanto elementales como graves, que no pareciera pertinente explicarlas sólo por la recurrente incapacidad jurídica y política del grupo gobernante para institucionalmente operar.

Involucrar al Ejército cuando ahora está más impugnado por amplias franjas de la ciudadanía y con denuncias frecuentes ante tribunales internacionales, en virtud de que los mexicanos no se atreven a molestarlo, constituye un superlativo desatino, pero ante todo un ominoso mensaje de Calderón, quien no ignora que hace décadas que la tropa no intervenía en forma abierta y directa en la detención de un civil, político y empresario presuntamente vinculado al cártel de los Arellano Félix y al lavado de dinero. Además de supuesto autor intelectual del asesinato de Héctor Félix Miranda y Francisco Ortiz Franco, y de la emboscada de que fue víctima Jesús Blancornelas, entonces director del semanario Zeta.

Catear un domicilio sin orden judicial, presumiblemente sembrar armas, ignorar dos suspensiones provisionales, disfrazar a los soldados y hacer detenciones sin las correspondientes órdenes, le parecen al humorista involuntario de Ernesto Cordero una “limpieza de la casa” y al propagandista Alejandro Poiré “un punto importante de la legalidad que mucha falta nos hacía”.

Pero más allá de defender la chamba y los espléndidos sueldos y prestaciones, superiores a los que ganan sus pares en países desarrollados, no es dable eludir si aparte de las más trágicas que hilarantes torpezas les interesa la naturaleza efectista del golpe mediático y sus consecuencias electorales en el estado de México del Grupo Atlacomulco, Enrique Peña Nieto y su aliado Eruviel Ávila, para estimular al alicaído Luis Felipe Bravo Mena.

O junto a lo anterior, acaso se busca cobrar la factura porque los priístas hidrocálidos colocaron tras las rejas a prominente panista. Demasiado ruido para tan pocas nueces.

El hecho público es que apenas la semana pasada la PGR juraba que no existía ninguna investigación ministerial –ordenada por el jefe político de Morales Ibáñez- contra ningún exgobernador del tricolor y José Francisco Blake Mora lo garantizaba desde Gobernación.

Mas como bien dicen: Donde gobierna capitán no manda marinero. Los llamados secretarios de Estado son simples empleados del presidente. Y Calderón Hinojosa, el verdadero titular del Ministerio Público federal en casos trascendentes, decidió jugar con fuego y estimular el terrorismo político.


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