El Salvador: La Iglesia y los prejuicios sociales socavan el uso de anticonceptivos
viernes 2 de septiembre de 2011
Marta Sigaran (CIMAC)
Yessenia venció el miedo. A su familia, a su pareja, a la Iglesia… Tiene 17 años de edad y a pesar de las críticas de mujeres y hombres de su comunidad rural en el departamento salvadoreño de La Libertad, ella acude –cada mes sin falta– a la Unidad de Salud para recibir su inyección anticonceptiva.
Yessenia vive con su pareja desde los 13 años; tiene dos hijos: uno de tres años y una bebé de ocho meses. Convencida, dice que “por el momento” no quiere tener más hijos y que, aunque su esposo se oponga, ella va cada mes por su inyección.
El caso de esta joven es uno de los pocos en las comunidades rurales de El Salvador, donde la mayoría de las mujeres no se atreve a desafiar la negativa de sus parejas respecto al uso de métodos anticonceptivos.
En el país centroamericano, en pleno siglo XXI, prevalece una condena social hacia las mujeres que se preocupan por su salud sexual y reproductiva.
Demasiada presión
Dinora García, trabajadora social de la Unidad de Salud de la ciudad de Zaragoza, en el mismo departamento de La Libertad, narra cómo –a escondidas de sus familiares o novios– las adolescentes se acercan a la Unidad de Salud en busca de algún método anticonceptivo.
“Hay jóvenes que incluso piden que se les guarde la cartilla (de salud) para que nadie sepa que están en control (de natalidad)”, cuenta la empleada sanitaria.
Explica: “Uno no puede hacer mayor cosa que informarles y recomendarles; en el trabajo de campo es difícil, ya que muchas mujeres en la zona rural, por temas religiosos o por miedo a sus esposos, se rehúsan a iniciar un método de planificación familiar”.
En El Salvador es común ver en las instituciones de salud a predicadores de diferentes iglesias que reprochan a las mujeres, sobre todo a las más jóvenes, que usen anticonceptivos y tratan de disuadirlas con discursos religiosos.
A lo anterior se suma una tradición cultural muy arraigada de “tabúes” en torno al placer, la fertilidad, o la “fidelidad” a la pareja, que influye negativamente en la utilización de métodos de control natal entre las salvadoreñas.
Situación crítica
En esta nación centroamericana, la edad promedio de inicio de la vida sexual es 16.3 años, según la más reciente Encuesta Nacional de Salud Familiar FESAL 2008.
El Ministerio de Salud reporta que de 100 mil inscripciones prenatales al año, 33.2 por ciento son de mujeres adolescentes. El 31.4 por ciento de los partos corresponde a mujeres de entre 15 y 19 años de edad, y el 27.7 por ciento de muertes maternas ocurre en adolescentes.
Prácticamente dos de cada tres mujeres de 15 a 24 años, cuya primera relación fue premarital, no usaron un método anticonceptivo, según la encuesta FESAL.
Las organizaciones de la sociedad civil son las principales impulsoras del uso de anticonceptivos. Llevan a cabo una lucha constante contra la disminución de los altos índices de muerte materna, embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual (ITS), incluyendo el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
Según datos del Ministerio de Salud, de enero a junio del 2010 la primera causa de mortalidad en mujeres de 20 a 59 años fue el VIH/Sida.
“Lo más triste para nosotros en la Unidad de Salud es recibir niñas de 11 años que son seropositivas, y saber que eso se pudo evitar con un poco más de educación y conciencia, y que los esfuerzos que se hacen no son suficientes; se necesita un verdadero cambio cultural”, observa la trabajadora social Dinora García.
Ante lo que parece un nulo esfuerzo de las autoridades para lanzar acciones contundentes a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) recomendó al Estado salvadoreño “adoptar medidas para garantizar y ampliar el acceso a los servicios de salud, prestando especial atención a la aplicación de programas y políticas de difusión y sensibilización sobre educación sexual, en particular entre las y los adolescentes, incluyendo lo referente a los medios anticonceptivos y su disponibilidad”.
La Asociación Demográfica Salvadoreña, que presta servicios integrales de salud reproductiva, considera vital para la población juvenil “darles a conocer en forma cientí?ca todo lo relacionado a las relaciones sexuales, embarazo, ITS y métodos de plani?cación familiar”.
Añade: “Los embarazos no deseados, sobre todo en la etapa de la adolescencia, traen consecuencias que afectan la vida de las y los jóvenes, en su formación profesional, y en la adquisición de responsabilidades económicas y familiares al convertirse en padres y madres”.
Fuente
Marta Sigaran (CIMAC)
Yessenia venció el miedo. A su familia, a su pareja, a la Iglesia… Tiene 17 años de edad y a pesar de las críticas de mujeres y hombres de su comunidad rural en el departamento salvadoreño de La Libertad, ella acude –cada mes sin falta– a la Unidad de Salud para recibir su inyección anticonceptiva.
Yessenia vive con su pareja desde los 13 años; tiene dos hijos: uno de tres años y una bebé de ocho meses. Convencida, dice que “por el momento” no quiere tener más hijos y que, aunque su esposo se oponga, ella va cada mes por su inyección.
El caso de esta joven es uno de los pocos en las comunidades rurales de El Salvador, donde la mayoría de las mujeres no se atreve a desafiar la negativa de sus parejas respecto al uso de métodos anticonceptivos.
En el país centroamericano, en pleno siglo XXI, prevalece una condena social hacia las mujeres que se preocupan por su salud sexual y reproductiva.
Demasiada presión
Dinora García, trabajadora social de la Unidad de Salud de la ciudad de Zaragoza, en el mismo departamento de La Libertad, narra cómo –a escondidas de sus familiares o novios– las adolescentes se acercan a la Unidad de Salud en busca de algún método anticonceptivo.
“Hay jóvenes que incluso piden que se les guarde la cartilla (de salud) para que nadie sepa que están en control (de natalidad)”, cuenta la empleada sanitaria.
Explica: “Uno no puede hacer mayor cosa que informarles y recomendarles; en el trabajo de campo es difícil, ya que muchas mujeres en la zona rural, por temas religiosos o por miedo a sus esposos, se rehúsan a iniciar un método de planificación familiar”.
En El Salvador es común ver en las instituciones de salud a predicadores de diferentes iglesias que reprochan a las mujeres, sobre todo a las más jóvenes, que usen anticonceptivos y tratan de disuadirlas con discursos religiosos.
A lo anterior se suma una tradición cultural muy arraigada de “tabúes” en torno al placer, la fertilidad, o la “fidelidad” a la pareja, que influye negativamente en la utilización de métodos de control natal entre las salvadoreñas.
Situación crítica
En esta nación centroamericana, la edad promedio de inicio de la vida sexual es 16.3 años, según la más reciente Encuesta Nacional de Salud Familiar FESAL 2008.
El Ministerio de Salud reporta que de 100 mil inscripciones prenatales al año, 33.2 por ciento son de mujeres adolescentes. El 31.4 por ciento de los partos corresponde a mujeres de entre 15 y 19 años de edad, y el 27.7 por ciento de muertes maternas ocurre en adolescentes.
Prácticamente dos de cada tres mujeres de 15 a 24 años, cuya primera relación fue premarital, no usaron un método anticonceptivo, según la encuesta FESAL.
Las organizaciones de la sociedad civil son las principales impulsoras del uso de anticonceptivos. Llevan a cabo una lucha constante contra la disminución de los altos índices de muerte materna, embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual (ITS), incluyendo el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
Según datos del Ministerio de Salud, de enero a junio del 2010 la primera causa de mortalidad en mujeres de 20 a 59 años fue el VIH/Sida.
“Lo más triste para nosotros en la Unidad de Salud es recibir niñas de 11 años que son seropositivas, y saber que eso se pudo evitar con un poco más de educación y conciencia, y que los esfuerzos que se hacen no son suficientes; se necesita un verdadero cambio cultural”, observa la trabajadora social Dinora García.
Ante lo que parece un nulo esfuerzo de las autoridades para lanzar acciones contundentes a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) recomendó al Estado salvadoreño “adoptar medidas para garantizar y ampliar el acceso a los servicios de salud, prestando especial atención a la aplicación de programas y políticas de difusión y sensibilización sobre educación sexual, en particular entre las y los adolescentes, incluyendo lo referente a los medios anticonceptivos y su disponibilidad”.
La Asociación Demográfica Salvadoreña, que presta servicios integrales de salud reproductiva, considera vital para la población juvenil “darles a conocer en forma cientí?ca todo lo relacionado a las relaciones sexuales, embarazo, ITS y métodos de plani?cación familiar”.
Añade: “Los embarazos no deseados, sobre todo en la etapa de la adolescencia, traen consecuencias que afectan la vida de las y los jóvenes, en su formación profesional, y en la adquisición de responsabilidades económicas y familiares al convertirse en padres y madres”.
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