Como en el 68, gobierno persigue y criminaliza a jóvenes: Poniatowska
15 de octubre de 2014
Destacado
Estudiantes exigen la aparición de normalistas de Ayotzinapa en la PGR. Foto: Octavio Gómez |
TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis. (apro).- La escritora y periodista
Elena Poniatowska demandó a los jóvenes asumir una actitud más activa y
participativa, porque de ellos depende el futuro de México.
“Con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, los jóvenes cumplen con su responsabilidad ciudadana. Con sólo decir que no, como lo hicieron en 2012 (cuando nació el movimiento #YoSoy132), hace dos años, se comprometen con la salud política del país”, dijo.
Ante aproximadamente 500 estudiantes universitarios de las carreras de Comunicación y Periodismo que participaron en el evento “Vive Tu Medio”, organizado por la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y el Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía, la escritora hizo un esbozo del movimiento estudiantil de 1968 y sostuvo que, como en ese entonces, ahora el gobierno persigue y criminaliza a los jóvenes.
Con el recuerdo fresco de los sucesos que le tocó vivir en aquellos días de octubre, recogiendo testimonios que luego plasmó en su libro La noche de Tlatelolco, Poniatowska cautivó a los universitarios, a quienes narró los hechos que conmocionaron al país.
Fue un reto que lanzaron los estudiantes al Estado mexicano, que actuó de una forma represiva, subrayó.
“El movimiento estudiantil sacaba de quicio a todos aquellos que en la Cámara de Diputados aplaudieron de pie las medidas tomadas por el presidente (Gustavo) Díaz Ordaz y ejecutadas por su segundo, Luis Echeverría, el 2 de octubre. El movimiento estudiantil desafiaba el orden establecido y ponía en peligro la autoridad del gobierno, la de los empresarios y los jefazos”, sostuvo.
Luego explicó cómo es que se persiguió, acosó y criminalizó la protesta social en 1968, y llamaban alborotadores a quienes protestaban con demandas que ni siquiera eran del orden académico, sino social.
“México era la sede internacional (de los Juegos Olímpicos) ¡qué gran honor! Y con sus desmanes, los locos, esos irreverentes y pendencieros estudiantes ponían en peligro el prestigio del país, el de su dirigencia”.
Para la autora de Hasta no verte Jesús mío, esa tragedia escindió la vida de muchos mexicanos, antes y después del 2 de octubre. “1968 fue un año que nos marcó a sangre y a fuego. 1968 es el año del descontento de los jóvenes en todo el mundo entero”, dijo. Y es que ese año hubo otros movimientos estudiantiles en Francia, Checoslovaquia y Japón, pero ninguno tan violento como el nuestro.
“El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron, pero no terminaron. Una señora dijo al diario Excélsior: ‘Esto lo veía yo en las series televisivas llamadas Combate y jamás pensé que las vería en realidad’.
“Hoy, a 46 años del movimiento estudiantil, en 2014 ¿han terminado los balazos? Desde luego que no. En las calles de la Ciudad de México y en muchos lugares de la República, donde campea la violencia, el movimiento de 1968 fue la punta de flecha de otros enloquecidos movimientos de pureza en nuestro país. Otros escritores como José Revueltas, otros ingenieros como Heberto Castillo, otros Gilberto Guevara Niebla, otros Raúl Álvarez Garín, otras Roberta Avendaño “Tita”, otras Ana Ignacia Rodríguez “La Nacha”, otros Salvador Martínez de la Roca “El Pino”, han aparecido en nuestro país desde entonces”.
De acuerdo con Poniatowska, de aquellos sucesos violentos aún quedan varias incógnitas, pues nunca se ha revelado el número exacto de muertos, aunque el periódico londinense The Guardian tasó la cifra en 250. “Quizá nunca sepamos el número exacto de abatidos esa noche del 2 de octubre en Tlatelolco. Sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista del periódico El Día, José Antonio del Campo:
“–¿Son cuerpos aquellos que están ahí amontonados?
“–Son cuerpos, señor”.
En su intervención, la periodista habló de Raúl Álvarez Marín, quien falleció el pasado 27 de septiembre.
“Muere en el momento en que aparecen cinco normalistas muertos en Ayotzinapa; muere en medio de una cacería de opositores en Morelos. ¿Qué diría Raúl del joven futbolista de 15 años, José Evangelista, cuyos tenis aparecieron encima de su ataúd, porque vino a jugar fut como parte del equipo de Los Avispones y encontró la muerte en su autobús, volcado por obra de pistoleros y policías en la carretera Iguala-Chilpancingo? ¿Qué diría de los seis asesinados y los 43 normalistas desaparecidos en Iguala? ¿Qué diría de la muerte de tres jóvenes el 21 de septiembre en Maravatío a mano de cinco policías michoacanos?”.
Prosiguió: “Raúl Álvarez Garín muere en un país en manos de la guerra sucia contra el narcotráfico, en un país que nos hostiga, en un país en el que se encarcela a los adolescentes, se les acusa y se les considera violentos, alcohólicos, drogadictos, desertores de la escuela, ignorantes e inservibles ¿Qué diría de un país en el que se mata a los chavos? En un país despiadado con su gente pobre, despiadado contra los migrantes, implacable con los niños. Un país que daña a sus habitantes, un país en el que todos los mexicanos podrían preguntarse ¿quién nos protege? ¿En dónde hemos venido a asentarnos? ¿Qué diría de lo que está sucediendo ahora en el reglamento y las modificaciones al plan de estudios del Poli que disminuye el grado académico a técnico y convierte a cada muchacho en mano de obra barata?”.
Luego citó e hizo suyo un párrafo del artículo de Adolfo Sánchez Rebolledo publicado en La Jornada el pasado jueves 9:
“Mientras el Estado mexicano sea incapaz de asegurar la gobernabilidad mediante la justicia y la ley, la delincuencia seguirá colonizándolo, aprovechando para sí misma el ‘orden’ legal. No podemos pasar por alto el hecho de que estas matanzas involucran a los más débiles, a esos ciudadanos cuya desaparición no perturba –porque no existen para ellas– la vida cotidiana de las élites, lo cual muestra no sólo el filo irracional, demencial, de la violencia criminal, sino su siniestro clasismo, su carácter instrumental”.
Ante los universitarios reunidos en el Centro de Convenciones de la UACH, la autora de El universo o nada, Leonora y La piel del cielo, entre muchas otras obras, mencionó que de los jóvenes “depende nuestro futuro, el gobierno y las circunstancias, el futuro de México”.
Los jóvenes, agregó, “son el futuro y ya dieron una muestra de lo que pueden hacer con su movimiento, en el Distrito Federal, en una Universidad donde papi suele darle su coche a su hijito, en una universidad de ricos, la Universidad Ibero, la del #YoSoy132, ese movimiento que cambió la visión que los estudiantes de las escuelas públicas tenían de la Ibero”.
Recordó que en 2012 “nada mejor pudo unirlos como universitarios que esa declaración en el momento en que enseñaron con entereza sus credenciales en internet aclarando que eran estudiantes y no porros ni gente pagada, como pretendió divulgarlo el PRI”.
Y hoy como siempre, dijo, “con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, los jóvenes cumplen con su responsabilidad ciudadana. Con sólo decir que no, como lo hicieron en 2012, hace dos años, se comprometen con la salud política del país.
Fuente
“Con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, los jóvenes cumplen con su responsabilidad ciudadana. Con sólo decir que no, como lo hicieron en 2012 (cuando nació el movimiento #YoSoy132), hace dos años, se comprometen con la salud política del país”, dijo.
Ante aproximadamente 500 estudiantes universitarios de las carreras de Comunicación y Periodismo que participaron en el evento “Vive Tu Medio”, organizado por la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y el Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía, la escritora hizo un esbozo del movimiento estudiantil de 1968 y sostuvo que, como en ese entonces, ahora el gobierno persigue y criminaliza a los jóvenes.
Con el recuerdo fresco de los sucesos que le tocó vivir en aquellos días de octubre, recogiendo testimonios que luego plasmó en su libro La noche de Tlatelolco, Poniatowska cautivó a los universitarios, a quienes narró los hechos que conmocionaron al país.
Fue un reto que lanzaron los estudiantes al Estado mexicano, que actuó de una forma represiva, subrayó.
“El movimiento estudiantil sacaba de quicio a todos aquellos que en la Cámara de Diputados aplaudieron de pie las medidas tomadas por el presidente (Gustavo) Díaz Ordaz y ejecutadas por su segundo, Luis Echeverría, el 2 de octubre. El movimiento estudiantil desafiaba el orden establecido y ponía en peligro la autoridad del gobierno, la de los empresarios y los jefazos”, sostuvo.
Luego explicó cómo es que se persiguió, acosó y criminalizó la protesta social en 1968, y llamaban alborotadores a quienes protestaban con demandas que ni siquiera eran del orden académico, sino social.
“México era la sede internacional (de los Juegos Olímpicos) ¡qué gran honor! Y con sus desmanes, los locos, esos irreverentes y pendencieros estudiantes ponían en peligro el prestigio del país, el de su dirigencia”.
Para la autora de Hasta no verte Jesús mío, esa tragedia escindió la vida de muchos mexicanos, antes y después del 2 de octubre. “1968 fue un año que nos marcó a sangre y a fuego. 1968 es el año del descontento de los jóvenes en todo el mundo entero”, dijo. Y es que ese año hubo otros movimientos estudiantiles en Francia, Checoslovaquia y Japón, pero ninguno tan violento como el nuestro.
“El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron, pero no terminaron. Una señora dijo al diario Excélsior: ‘Esto lo veía yo en las series televisivas llamadas Combate y jamás pensé que las vería en realidad’.
“Hoy, a 46 años del movimiento estudiantil, en 2014 ¿han terminado los balazos? Desde luego que no. En las calles de la Ciudad de México y en muchos lugares de la República, donde campea la violencia, el movimiento de 1968 fue la punta de flecha de otros enloquecidos movimientos de pureza en nuestro país. Otros escritores como José Revueltas, otros ingenieros como Heberto Castillo, otros Gilberto Guevara Niebla, otros Raúl Álvarez Garín, otras Roberta Avendaño “Tita”, otras Ana Ignacia Rodríguez “La Nacha”, otros Salvador Martínez de la Roca “El Pino”, han aparecido en nuestro país desde entonces”.
De acuerdo con Poniatowska, de aquellos sucesos violentos aún quedan varias incógnitas, pues nunca se ha revelado el número exacto de muertos, aunque el periódico londinense The Guardian tasó la cifra en 250. “Quizá nunca sepamos el número exacto de abatidos esa noche del 2 de octubre en Tlatelolco. Sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista del periódico El Día, José Antonio del Campo:
“–¿Son cuerpos aquellos que están ahí amontonados?
“–Son cuerpos, señor”.
En su intervención, la periodista habló de Raúl Álvarez Marín, quien falleció el pasado 27 de septiembre.
“Muere en el momento en que aparecen cinco normalistas muertos en Ayotzinapa; muere en medio de una cacería de opositores en Morelos. ¿Qué diría Raúl del joven futbolista de 15 años, José Evangelista, cuyos tenis aparecieron encima de su ataúd, porque vino a jugar fut como parte del equipo de Los Avispones y encontró la muerte en su autobús, volcado por obra de pistoleros y policías en la carretera Iguala-Chilpancingo? ¿Qué diría de los seis asesinados y los 43 normalistas desaparecidos en Iguala? ¿Qué diría de la muerte de tres jóvenes el 21 de septiembre en Maravatío a mano de cinco policías michoacanos?”.
Prosiguió: “Raúl Álvarez Garín muere en un país en manos de la guerra sucia contra el narcotráfico, en un país que nos hostiga, en un país en el que se encarcela a los adolescentes, se les acusa y se les considera violentos, alcohólicos, drogadictos, desertores de la escuela, ignorantes e inservibles ¿Qué diría de un país en el que se mata a los chavos? En un país despiadado con su gente pobre, despiadado contra los migrantes, implacable con los niños. Un país que daña a sus habitantes, un país en el que todos los mexicanos podrían preguntarse ¿quién nos protege? ¿En dónde hemos venido a asentarnos? ¿Qué diría de lo que está sucediendo ahora en el reglamento y las modificaciones al plan de estudios del Poli que disminuye el grado académico a técnico y convierte a cada muchacho en mano de obra barata?”.
Luego citó e hizo suyo un párrafo del artículo de Adolfo Sánchez Rebolledo publicado en La Jornada el pasado jueves 9:
“Mientras el Estado mexicano sea incapaz de asegurar la gobernabilidad mediante la justicia y la ley, la delincuencia seguirá colonizándolo, aprovechando para sí misma el ‘orden’ legal. No podemos pasar por alto el hecho de que estas matanzas involucran a los más débiles, a esos ciudadanos cuya desaparición no perturba –porque no existen para ellas– la vida cotidiana de las élites, lo cual muestra no sólo el filo irracional, demencial, de la violencia criminal, sino su siniestro clasismo, su carácter instrumental”.
Ante los universitarios reunidos en el Centro de Convenciones de la UACH, la autora de El universo o nada, Leonora y La piel del cielo, entre muchas otras obras, mencionó que de los jóvenes “depende nuestro futuro, el gobierno y las circunstancias, el futuro de México”.
Los jóvenes, agregó, “son el futuro y ya dieron una muestra de lo que pueden hacer con su movimiento, en el Distrito Federal, en una Universidad donde papi suele darle su coche a su hijito, en una universidad de ricos, la Universidad Ibero, la del #YoSoy132, ese movimiento que cambió la visión que los estudiantes de las escuelas públicas tenían de la Ibero”.
Recordó que en 2012 “nada mejor pudo unirlos como universitarios que esa declaración en el momento en que enseñaron con entereza sus credenciales en internet aclarando que eran estudiantes y no porros ni gente pagada, como pretendió divulgarlo el PRI”.
Y hoy como siempre, dijo, “con sólo mostrar su rechazo a determinadas acciones políticas, los jóvenes cumplen con su responsabilidad ciudadana. Con sólo decir que no, como lo hicieron en 2012, hace dos años, se comprometen con la salud política del país.
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