LA LUCHA DE LAS TRABAJADORAS Y "EL DÍA DE LA MUJER"

La Primer Conmemoración fue por el Asesinato de Obreras Textiles
LA LUCHA DE LAS TRABAJADORAS Y "EL DÍA DE LA MUJER"

El Día de la Mujer está estrechamente ligado a las trabajadoras y a su lucha por empleo digno. Eso eso es algo que muchas veces se olvida.
De hecho, la primera vez que se conmemoró el Día de la Mujer se denominó “DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA”, fue en 1911, en memoraría de las obreras de la fábrica textil “Cotton”, de Nueva York, que fueron reprimidas durante una manifestación el 8 de marzo de 1857, por reclamar reducción de la jornada laboral de 16 horas a 10 horas diarias, aumento salarial, alto al maltrato de los patrones y sus capataces y que se ventilara su área de trabajo, pues había demasiado calor. La policía intervino y dejó un saldo de 120 obreras asesinadas por disparos de armas de fuego.
Pero el derecho de las mujeres al empleo fue reclamado formalmente y por escrito desde 1791, dos años después del estallido de la Revolución Francesa en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana .Lo redactó Olympe de Gouges   una intelectual que pasó algunos años en la cárcel, porque escribió una novela en donde criticaba la esclavitud de los negros, lo que hoy se castiga como delito de trata de personas.
La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana era un simil de la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano –el antecedente de la Carta de los Derechos Humano-. Proclamaba que la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. También proclamaba el derecho de la mujer a la libre manifestación de sus ideas y opiniones y a usar la tribuna pública y a contribuir en impuestos igual que el hombre, pero también a disfrutar de la distribución del presupuesto público en programas para su desarrollo y empleos.
Quienes participaron activamente en la Revolución Francesa creían que una mujer con empleo en las mismas condiciones que el hombre podría desarrollar sus capacidades como ser humano y vivir dignamente…Pero eso no fue suficiente.
Durante el siglo 1800 y principios de 1900 en todo el mundo se registraron guerras y revoluciones en las que uno de los objetivos fundamentales era la libertad, la liberación de los peones acasillados que eran propiedad del patrón y de los esclavos.
A partir de la Revolución Francesa y las que le siguieron, los peones, sus esposas y sus mujeres dejaban de ser propiedad de los caciques, terratenientes y nobles, quienes les daban la casa y el alimento. Los peones acasillados y esclavos se convirtieron en hombres y mujeres libres, cuya única fuente de ingreso es su fuerza de trabajo, su mano de obra, su capacidad intelectual y física al servicio de los nuevos propietarios de los medios de producción y de la riqueza, que no necesitaban ser dueños de la vida y almas de sus peones como los señores feudales, ni gastar en alimento y vivienda en ellos, sino simplemente pagarles un jornal.
Tampoco necesitaban tantos peones para producir. Tras la Revolución Francesa y el desarrollo industrial las máquinas sustituyeron en gran parte a la mano de obra. De esta forma hubo un excedente de trabajadores, miles de peones se quedaron vagando en los caminos y plazas públicas, para luego convertirse en prisioneros por el delito de vagancia. Hubo trabajadores y trabajadoras de sobra.
Y aquí es donde apareció el verdadero rostro del nuevo sistema capitalista que los revolucionarios franceses habían idealizado, como el que traería libertad, igualdad y fraternidad entre los seres humanos. Pero no fue así.
Dice Federico Engels, en su libro “El Antidühring” que la libertad que pregonaban los revolucionarios franceses y todos los liberales que los imitaron, se convirtió en la libertad de la burguesía para explotar la mano de obra, abaratar el precio de la fuerza de trabajo de hombres, mujeres y niños a grados de semi esclavitud, a nivel de hambruna para obligarlos a trabajar más de 18 horas diarias a cambio de un jornal o salario que sólo le permitía sobrevivir.
Y señalaba que la igualdad romántica ante la ley, no es otra cosa más que la ley de quien puede pagar a un abogado para que la haga valer. Por eso el reclamo de igualdad ante la ley debe extenderse a la igualdad económica y social.
En ese contexto los patrones o dueños del capital (conocidos como burgueses), principalmente de la industria textil, que fue la que más se desarrolló en ese período, prefirieron contratar mano de obra femenina, mujeres a las que consideraban inferiores que los hombres, por lo tanto, les pagaban menos por la misma carga de trabajo que a un varón. Además, por ser mujeres las atemorizaban más fácilmente y les concedían menos beneficios. Lo mismo ocurrió con los niños, pero ese es otro tema.
Surgieron las trabajadoras industriales a la escena económica y política. Principalmente en Europa, en Francia, Alemania, España e Inglaterra…En México, desde 1794 operaban obrajes textiles de algodón y de lana, semi artesanales, principalmente en el estado de Puebla, Michoacán, Querétaro y Ciudad de México, principalmente propiedad de españoles. Rafael Carrill Azpeitia en su libro “Ensayo sobre la Historia del Movimiento Obrero en México” 1823-1912 que en realidad más que obreros y obreras había esclavos y esclavas, a quienes le prometían un salario, pero nunca les pagaban ni las dejaban salir de la fábrica.
Y fue hasta 1833 que comenzaron a llegar grandes maquinarias de industrias textileras inglesas, por instrucción de la Junta de Gobierno que encabezaba Lucas Alaman, que vio en la industria textil las mejores posibilidades de desarrollo económico. Comenzó la contratación masiva de trabajadores y trabajadores en condiciones de pobreza laboral, bajos salarios, sin prestaciones sociales que se extendió además de los antes mencionados a Orizaba, Tlaxcala, Celaya, Chihuahua, Parral.
Las constantes guerras y la llegada a México de los esclavistas derrotados en Estados Unidos en 1865, concretamente al estado de Veracruz, provocaron regresiones que reimpusieron el esclavismo en el país y por eso las luchas de los trabajadores y trabajadoras asalariadas no se hicieron notar sino hasta finales de 1800 y principios de 1900.
Sin embargo, de manera anecdótica cabe mencionar que prácticamente sin pedirlo se concedió a los mexicanos, en la Ley del Trabajo el derecho a la jornada laboral de 8 horas en 1866, ni más ni menos que por el impuesto virrey Maximiliano. Aunque por otro lado toleró la reimposición de la esclavitud por los norteamericanos, los españoles y los propios terratenientes mexicanos, al igual que lo hizo el propio gobierno de Juárez –que hacía como que no veía las masacres y sometimiento de los indios en Chihuahua por parte de sus correligionarios- y Porfirio Díaz.
En cambio en Europa con la invención de la máquina textil de vapor, por el inglés Withney el 14 de marzo de 1791, generó a una clase trabajadora masiva. Y es en Europa donde se dieron las principales luchas de las mujeres trabajadores por empleo digno, jornada laboral de 8 horas diarias y salario justo. Demandas que se hicieron más políticas a principios de 1900 cuando las mujeres ya reclamaban su derecho al voto, a decidir sobre su sexualidad, el derecho a decidir con quien casarse y con quien tener relaciones sexuales y, sobre todo, cuántos hijos tener, incluso, ya reclamaban el derecho al aborto.
Todo esto era impulsado por mujeres afiliadas a partidos socialistas, porque ahí se impulsó el reconocimiento de los derechos de la mujer y surgieron los primeros grupos feministas en el movimiento obrero.
La primera vez que se conmemoró el Día de la Mujer se denominó “DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA”, fue en marzo de 1911, por acuerdo del II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas que se celebró un año antes en Copenhague (Dinamarca) asistieron más de 100 delegadas de 17 países.
Y fue hasta 1977 , que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.
Cuando los primeros grupos feministas surgidos del movimiento obrero y de los partidos socialistas de mediados y finales de 1800 y principios de 1900 reclamaban derechos económicos, sociales, sexuales, reproductivos, culturales y políticos para la mujer, confrontaban además de los gobiernos gobiernos, que protegían los intereses de los capitalistas y sus empresas, a la sociedad que consideraba como mujer ideal a la esposa y ama de casa, esclava del hogar, abnegada, resignada al marido que le escogieran sus padres o al marido que le tocara por desgracia, a los hijos que dios le mandara.
Hoy a 226 años de distancia de la primer proclama de los derechos de la mujer nosotras tenemos por ley todos los derechos a los que reclamaban aquellas mujeres que perdieron su vida por reclamar empleo digno, eran mal vistas socialmente, perseguidas, encarceladas y asesinadas.
Pero ¿qué pasa? Tenemos los derechos establecidos en la ley, pero muchas veces los dejamos perder porque no los reclamamos. Y derecho que no es reclamado es derecho que no existe.
Alejandra Kolontai, quien fue elegida comisaria del pueblo en la otrora Unión Soviética, tras la revolución bolchevique de 1917, logró que por primera vez se conmemorara El Día de la Mujer en todo un país. También logró que se legalizara el derecho al pago igual para la mujer por trabajo igual que el hombre, el derecho al divorcio, a las relaciones sexuales libres al aborto, compensación por maternidad y guarderías, entre otros derechos de la mujer, escribió en 1921 un libro que se llama La Mujer Nueva.
En su libro ella se peguntaba ¿Quién es la mujer nueva? ¿Existe? Y concluyó que la mujer nueva es aquella que defiende sus derechos. Hoy diríamos que es aquella que defiende sus derechos humanos constitucionales.
Hoy en el terreno laboral tenemos derecho por ley a un empleo digno, a la jornada laboral de 8 horas, al pago de horas extras, a un salario remunerador, a la Seguridad Social. al aguinaldo a áreas laborales donde esté garantizado nuestro bienestar físico y emocional, lo que se denomina salud e higiene en el trabajo.
Tenemos derecho a denunciar el acoso y abuso sexual en los centros de trabajo, a que no se nos discrimine laboralmente por nuestra raza, religión, ideas políticas, color de piel, sexo, edad. Tenemos derecho a organizarnos sindicalmente, a manifestar nuestras ideas públicamente, a protestar.
Sólo nos resta hacer valer esos derechos ejerciéndolos y reclamándo que se cumplan, convertirnos en ese tipo de mujer nueva de la que ya se hablaba en 1921. 

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