1 de mayo, luto de la clase trabajadora: reforma laboral y empleos precarios
26. abril, 2015
Autor: Martin Esparza
De las 11 reformas de gran calado, la laboral fue presentada por los apologistas oficiales como la mágica fórmula
que pondría al “rígido” mercado laboral en sintonía con las exigencias
de productividad dictadas por la globalización. De acuerdo con los
teóricos neoliberales, al reducirse los costos laborales llegarían en
cascada millonarias inversiones extranjeras, crecería la economía y se
generarían miles y miles de empleos estables y bien remunerados,
haciendo palidecer a economías emergentes, como la de China y la India.
En
los albores de la recién desempacada administración, en diciembre de
2012, las autoridades afirmaban que los cambios aprobados en el Congreso
de la Unión para modificar sustancialmente la Ley Federal del Trabajo
(LFT) que nunca se aplicó a cabalidad, permitirían a México dar un
enorme salto de 30 lugares en el Índice de Competitividad
Mundial. Dos años después, los parámetros internacionales confirmaron
que luego de la reforma laboral nuestro país experimentó un salto, pero en reversa: de acuerdo con el ranking
establecido en el Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés),
para 2014 el mercado laboral mexicano había caído 11 lugares en el
rubro de la competitividad.
El espejismo se esfumó dando la razón a
las estimaciones hechas por organismos como la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (Cepal), que en su momento alertó que la
creación de empleos depende del fortalecimiento de la economía interna
de los países, de tal forma que si el crecimiento económico se encuentra
paralizado, como viene ocurriendo en México con el precario 1.9 por
ciento anual del producto interno bruto (PIB), al igual que su mercado
de consumo por la falta de poder adquisitivo de su población, todas las
reformas son obsoletas, sobre todo si anulan el incremento real a los
salarios y reducen las prestaciones y los derechos de los trabajadores,
como sucede en el país.
Es por estas razones que el próximo 1 de
mayo, Día Internacional del Trabajo, representará para la clase
trabajadora de México no un día de festejo, sino de luto nacional.
Sinónimo de empleos inestables y salarios de hambre, como resultado de
una reforma laboral contraproducente en todos los sentidos a las
expectativas oficiales, pues en los hechos ha permitido la desatada
subcontratación, la precarización de la fuerza laboral, afectando la
justa remuneración de los trabajadores y arrojando a millones de
desempleados, sobre todo jóvenes, a la informalidad o a los tentáculos del crimen organizado.
A 3 años de su puesta en marcha, la que debería ser la panacea para la fuerza laboral del país se ha mutado en una caja de Pandora,
de la que han brotado su ineficiencia y complicidad al permitir la
explotación, a nivel de esclavitud, de los 2 millones de jornaleros
agrícolas, el vergonzoso y encubierto trabajo infantil y la apatía por
cumplir convenios firmados, en 2011, con la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), como el 189, que garantizan los derechos laborales y
humanos de las miles de trabajadoras domésticas.
Lejos de combatirse los contratos de protección por parte de los sindicatos blancos
y alentarse la libre sindicalización, las autoridades laborales apoyan
la intención patronal por desmembrar a gremios como el del Sindicato
Nacional de Mineros. Por todo el país se otorgan registros a sindicatos
de empresa que no cuentan con adherentes y que en la mayoría de las
ocasiones se encuentran en la esfera de figuras corporativas decadentes,
como la Confederación de Trabajadores de México o la Confederación
Revolucionaria de Obreros y Campesinos: el charrismo sindical que
por décadas ha permitido la insultante expoliación de los jornaleros
agrícolas del Valle de San Quintín, en Baja California, y que ahora
busca hacer las funciones de esquirolaje y división en el gremio de los mineros.
Ahora que han iniciado las campañas
electorales donde participan los partidos que desde el Congreso
alentaron reformas como la laboral, es momento de que los millones de
trabajadores del país aprovechen la actual coyuntura para cuestionarles
sobre las consecuencias que ha tenido su irresponsable actuación
legislativa. El país se encuentra postrado y medios internacionales como
The Financial Times y The Economist, a la par de la
propia Cepal, coinciden en que la promesa anunciada a inicios del
sexenio, de llegar a un crecimiento anual del 5 por ciento del PIB, no
será alcanzada ni con las 11 reformas puestas en marcha (sin el
consentimiento de todo la nación).
Muchos diputados y senadores que traicionaron a los trabajadores, cercenando de un plumazo sus derechos y conquistas laborales, son parte del selecto club de chapulines que brincarán
de una Cámara a otra, acudiendo nuevamente a pedirle su voto en el
marco de una tramposa reforma electoral que les permitirá reelegirse
hasta por 12 años.
La brutal realidad que enfrentan millones
de trabajadores en sus hogares debe ser motivo de reflexión y rechazo
electoral a estos redomados políticos cínicos que en sus spots
ocultan que el 37 por ciento de los 49 millones de personas empleadas en
el país, poco más de 18 millones, subsisten apenas con dos salarios
mínimos, insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de sus
familias, pues el poder adquisitivo, de 1978 a la fecha, se ha
deteriorado en un 78 por ciento.
Los partidos y sus candidatos ocultan
además, como en su momento lo hicieron ante el Congreso, que
paradójicamente México es el país de América Latina donde se pagan los
peores salarios: mientras en el resto del Continente casi se han
duplicado en la última década, en el nuestro, desde la adopción del
modelo neoliberal en el gobierno de Miguel de la Madrid, se ha mantenido
una política restrictiva en materia salarial, de tal forma que mientras
en Argentina el salario mínimo mensual es en promedio de 474 dólares;
en Costa Rica de 516; Uruguay de 300; Guatemala de 273 y hasta El
Salvador de 224, en México apenas alcanza los 147 dólares. Estos
salarios, que colocan a la clase trabajadora en los márgenes de la
miseria, han paralizado también al mercado interno a diferencia de lo
que ocurre en otras naciones latinoamericanas, que mediante el
fortalecimiento del poder adquisitivo de la población alientan el
consumo interno reactivando sus economías.
Ahora que los partidos insisten en hablar, como la parte oficial, de las bondades de sus reformas mágicas,
es momento de hacerlos volver a la realidad, porque este 1 de mayo son
millones los trabajadores que no tendrán nada que festejar y sí mucho
que exigir a una clase política cínica e irresponsable que ahora
nuevamente solicita su voto. El pueblo demanda respuestas y resultados,
no más promesas.
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
[Sección: Opinión]
Contralínea 434 / del 26 de Abril al 2 de Mayo 2015
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