Viaje sin retorno
Los tecnócratas que han aplicado fervientemente el modelo neoliberal han
visto desplomarse todas y cada una de sus argumentaciones.
Los tecnócratas que han aplicado fervientemente el modelo neoliberal han
visto desplomarse todas y cada una de sus argumentaciones.
Alza a gasolinas y electricidad
“Si algunos sectores han creído que las
inversiones extranjeras hacen bien al país, están en un error. Habría
beneficio para México cuando las utilidades se invirtieran o quedaran
aquí mismo, pero no sucediendo así, la realidad es que las industrias
extractivas, que en su mayoría están en manos de extranjeros, vienen
agotando al país sin que el pueblo mejore su vida” (1938: Apuntes de Lázaro Cárdenas, referentes a la expropiación petrolera, fuente UNAM).
Ahora que la población ve esfumarse las
promesas de bajar los precios de la electricidad y las gasolinas,
pregonadas en la reforma energética, es la oportunidad para que los
mexicanos preguntemos a nuestra clase gobernante que votó a favor de las
reformas estructurales si en alguna ocasión, al menos por descuido,
revisó en nuestros libros de historia la causas y antecedentes que
impulsaron a gobiernos como el de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos a
expropiar la industria petrolera y nacionalizar la industria eléctrica,
respectivamente.
Es alarmante saber que hemos perdido en
los últimos años nuestras empresas públicas que fueron parte integral de
un proyecto de nación que buscó su independencia y fortalecimiento
económicos en el siglo pasado, teniendo como pivote de desarrollo al
sector energético con entidades como Luz y Fuerza del Centro, la
Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (Pemex).
Los tecnócratas que han aplicado
fervientemente el modelo neoliberal han visto desplomarse todas y cada
una de sus argumentaciones como las empleadas para justificar el cierre
de Luz y Fuerza en octubre de 2009 y que dejó sin empleo a 44 mil
trabajadores del SME; los compromisos asumidos entonces por Felipe
Calderón en el sentido de que bajarían las tarifas de luz, se mejoraría
el servicio y se reactivaría la economía del centro del país, creándose
miles de empleos, se esfumaron al paso de los años, dejando tras de sí,
la entrega del 50 por ciento de la generación de la energía eléctrica a
empresas privadas y el paulatino desmembramiento de CFE y ahora Pemex,
condenadas a su desaparición bajo la figura de “Empresas Productivas del
Estado”.
Así como en el pasado sexenio se fracasó
en la promesa por crear un millón de empleos formarles y bien pagados
—el desempleo creció en dos millones de cesantes y la informalidad llegó
a los tres millones y medio—, ahora las cosas no van por buen camino y
todo apunta a que una vez que entren en funciones las empresas
extranjeras a recobrar los viejos privilegios que les fueran arrancados
por los presidentes Cárdenas y López Mateos, será una renovada utopía
suponer que la luz y los combustibles irán a la baja en beneficio de la
economía de los que menos tienen.
Ningún país en el orbe que ha
privatizado su electricidad y sus hidrocarburos ha experimentado
reducciones en los precios de su mercado interno. Siendo un país
petrolero, México tiene gasolinas más caras que naciones del continente
como Venezuela, Bolivia y Ecuador; además, el errático manejo de su
sistema eléctrico nacional que desde hace una década entregó la
generación a las trasnacionales, lo ha colocado en una circunstancia
similar en el cobro de sus tarifas eléctricas donde en sus bajos
consumos está por encima de Venezuela, Argentina, Paraguay y Brasil. Y
ni qué decir en las de alto consumo doméstico, en las industriales y
comerciales donde sus precios son de los más altos a escala mundial.
Costos que nada tienen que ver con el
proyecto nacionalista que devolvió sus recursos energéticos al país en
el pasado siglo y cuyo objetivo era que sirvieran de motor de desarrollo
de la economía nacional en su conjunto; nada que ver con las hoy
empresas privatizadas que deberán compartir sus rentas con las firmas
extranjeras, llevándose sus ganancias en detrimento de nuestra
población, como lo advirtió en su momento el general Cárdenas.
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