El TLCAN: 23 años de saldos negativos al país
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Reincidiendo
en los mismos errores del pasado, los funcionarios mexicanos que se
disponen a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) –a exigencia del republicano Donald Trump–, insisten en dar la
espalda a las voces de los campesinos, trabajadores y otros sectores de
la economía que han sido seriamente golpeados luego de que el gobierno
neoliberal de Carlos Salinas de Gortari decidiera entregar no únicamente
la soberanía económica y la seguridad alimentaria del país a las
trasnacionales, sino además anular el crecimiento del mercado interno,
los salarios y las conquistas sociales de millones de mexicanos.
Hoy como ayer, no se toma en cuenta a la
sociedad ni se hace un balance objetivo para enterar a la nación del
porqué no se cumplieron las expectativas. Los tecnócratas insisten en
mantener un acuerdo comercial preparándose para ceder en lo que sea
necesario con tal de no cancelarlo. La opinión de los directamente
afectados no cuenta, pese a que la razón les asiste. Como ayer, los
actores de los sectores productivos relacionados en el tema no estarán
presentes en la mesa de las negociaciones.
El gobierno rehuye hablar de cara a los
mexicanos pues a la distancia, y en cualquier punto de comparación,
nuestra economía es deficitaria en el plano comercial; y de los
planteamientos originales del tratado, como la búsqueda de una
convergencia laboral con los socios comerciales, Estados Unidos y
Canadá, para mejorar los ingresos y el nivel de vida de los
agricultores y trabajadores del país, sólo quedan los buenos propósitos.
En poco más de dos décadas de la
entrada en vigor del acuerdo comercial el agro está en quiebra y no
queda huella alguna de las instituciones que en décadas pasadas apoyaban
a los productores de granos, café, cítricos y otros productos, con
créditos, capacitación y entrega de fertilizantes y semillas mejoradas.
Las trasnacionales como Bayer, Monsanto y Cargill desplazaron las
funciones de entidades como Fertimex, la Productora Nacional de Semillas
(Pronase) y Conasupo.
El campo dejó de ser un productor de
granos básicos para convertirse en un expulsor de mano de obra;
organizaciones agrarias, incluida la oficial CNC, admiten que uno de los
efectos más negativos de la puesta en marcha del TLCAN, fue la pérdida
de más de 2 millones de empleos en el agro. Cifra acrecentada al paso de
los años hasta calcularse en 5 millones de agricultores que debieron
emigrar a Estados Unidos o dedicarse a otra actividad para no morir de
hambre.
Pero además de la pérdida de fuentes de
empleo en el agro, el tratado condujo a México a aniquilar su soberanía
alimentaria. Tan sólo en 2015 y 2016 el país importó de Estados Unidos
17 mil 700 millones de dólares en productos agroalimentarios. Cabe citar
que el 47 por ciento de los alimentos que consumimos no es producido
por nuestros agricultores, como el caso del 80 por ciento del arroz, el
40 por ciento del trigo y el 50 por ciento de la soya.
De hecho, para cubrir nuestro consumo
interno de maíz importamos anualmente de Estados Unidos unas 12 millones
de toneladas del grano. Está demostrado que el acuerdo encareció los
productos de la canasta básica. El Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval) informa en este sentido que de
los 55.3 millones de mexicanos en pobreza, 28 millones presentan
carencia alimentaria.
Referente al capítulo laboral
contemplado en el tratado y cuyas metas estimaban la creación de miles
de empleos dignos y bien pagados para los obreros mexicanos, la realidad
le ubica como uno más de los acumulados fracasos. Un estudio
comparativo de los salarios pagados en Estados Unidos con relación a
otros países, elaborado en 2014 por la Oficina de Estadística Laboral
norteamericana, señalaba que el salario mínimo federal de nuestro
principal socio comercial para sus obreros era de 7.25 dólares la hora;
es decir, que en una jornada de ocho horas, un trabajador estadounidense
ganaba hace dos años unos 58 dólares, cantidad que a la cotización
actual promedio de 19 pesos por un dólar arrojaría unos mil 102 pesos.
De acuerdo al estudio, nuestro otro
socio, Canadá, pagaba en 2014 salarios promedio de 9.95 dólares
canadienses por hora, lo que multiplicado por un día laborable de ocho
horas da un total de 79.6 dólares, que a cotización actual de 14.06
pesos por dólar canadiense, nos remite a la cifra de mil 119 pesos.
Esta lectura indica que los dos socios
de México tienen sueldos muy similares para sus trabajadores, mientras
que en nuestro país el salario mínimo diario, impuesto por el gobierno
para 2017, es de 80 pesos. De ése tamaño es el abismo de los ingresos
entre los socios del TLCAN. Y esto sin considerar la legalización de las
outsourcings, los contratos de prueba y la pérdida de otros derechos
inscritos en la Reforma Electoral.
Además, a las armadoras automotrices
americanas, a las que se adjudica la creación de miles de empleos
permanentes en nuestro territorio, como resultante del TLC apenas pagan
sueldos de 2.04 dólares la hora a sus trabajadores; es decir 38.76
pesos, que multiplicados por ocho horas, nos arrojan 310 pesos por
jornada. Cifra muy lejana a la devengada por sus obreros en sus plantas
ubicadas dentro de sus fronteras. Aunque tal política salarial impera de
igual forma para las armadoras norteamericanas como las de otros países
que encuentran muy atractiva la fuerza de trabajo de los obreros
mexicanos por barata y exenta de otras prestaciones gracias a los
sindicatos corporativos y charros como los de la CTM.
Según Donald Trump, la aplicación del
TLCAN ha sido perjudicial para su economía, pues de acuerdo con sus
cálculos, su déficit comercial asciende a los 60 mil millones de
dólares, ocasionando el cierre de empresas y la pérdida de empleos en su
país. Una de sus propuestas es la de imponer un arancel del 20 por
ciento a todas las importaciones de productos mexicanos, con lo que de
paso pretende construir su muro fronterizo.
Pero de este lado de la frontera, y por
dónde se le vea, el perdedor evidente del desventajoso tratado es
México; sus niveles de pobreza y la ralentización de su desarrollo
económico son las pruebas fehacientes de que nuestra industria quedó
reducida a una simple maquiladora de las trasnacionales norteamericanas.
Sus armadoras, por citar un caso, exigen que el 62.5 por ciento de los
insumos sean producidos por los tres países socios, pero en los hechos
la mayor parte de los mismos provienen de los Estados Unidos. Es así que
el valor agregado de las exportaciones mexicanas es de sólo 32 centavos
por cada dólar.
Si los funcionarios mexicanos persisten
en acudir a las renegociaciones del TLCAN sin valorar el diagnóstico de
23 años de fracasos y no mirar de frente a la avasallante pobreza que
enfrentan millones de campesinos y trabajadores, estarán entregando como
ayer, oro por cuentas de vidrio. Los sectores sociales deben exigir que
su voz sea escuchada porque el país ya ha pagado un muy alto costo por
un acuerdo que ha beneficiado únicamente a las trasnacionales.
Martín Esparza Flores*/Parte I: Trabajadores y campesinos sin beneficios
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios