El hundimiento del nuevo aeropuerto, otro negocio multimillonario

El hundimiento del nuevo aeropuerto, otro negocio multimillonario

La insistencia de funcionarios federales y mexiquenses desde el año 2000 para que el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se construyera en Texcoco tiene, además de las razones “aeronáuticas” expuestas por los interesados, una motivación de lucro. A decir de los opositores al megaproyecto, el suelo de lo que fuera el lago de Texcoco requiere gastos adicionales para preparar la cimentación y seguramente generará enormes contratos para el mantenimiento de las instalaciones poco tiempo después de que empiece a operar.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), la obra emblemática y más cara del gobierno de Enrique Peña Nieto, se oculta un potencial negocio por mantenimiento que el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM) trata de ocultar.
Según ecologistas, campesinos e incluso miembros del GACM, las características del terreno en lo que fuera el lago de Texcoco –alto contenido de agua, potencial deformación y baja resistencia al esfuerzo– inevitablemente derivarán en contratos posteriores para la manutención de la terminal aérea.
La licitación de los contratos por este concepto será posterior a la conclusión de las obras, pero las particularidades del terreno ya representan jugosos negocios para unas cuantas empresas constructoras.
La Compañía Contratista Nacional (Coconal SAPI de CV), dirigida por el exdirectivo de Ingenieros Civiles Asociados (ICA) Héctor Ovalle, en conjunto con la Constructora y Pavimentadora Vise, obtuvo el contrato LPI-OP-DCAGI-SC-071-16 para la construcción de la Pista 2 del nuevo aeropuerto.
Para realizar la cimentación por drenes prefabricados, necesarios para sacar el agua que aún queda en el suelo de origen lacustre antes de iniciar la construcción de la pista, se destinaron más de 7 mil 926 millones de pesos, una de las sumas más altas entre los 292 contratos que se han licitado y adjudicado para la construcción del NAICM.
Un año antes, el 14 diciembre de 2015, la misma compañía especializada en el ramo de la construcción y conservación de toda clase de obras públicas o privadas, obtuvo al menos mil 762 millones de pesos tras suscribir el contrato LPN-OP-DCAGI-SC-112/15 por los trabajos de nivelación y limpieza del terreno.
Para Fernando Córdova Tapia, director de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, las obras de mantenimiento, los trabajos complejos de cimentación y de limpieza, entre otros, son necesarios en un terreno que no es apto para la edificación de un aeropuerto, principalmente porque el terreno es proclive a hundirse.
“Es la peor ubicación posible para un aeropuerto –explica–, principalmente porque el terreno se hunde y eso va a hacer costosísima la obra. Se va a requerir mucho dinero para mantenerla. Quien gane el mantenimiento de esa obra va a hacer grandes y grandes contratos que se van a inflar cada vez más.”
Por el contrario, Raúl González Apaolaza, director corporativo de infraestructura del GACM y quien de 2013 a 2015 encabezó la dirección General de Aeronáutica Civil de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y dirigió el Sistema de Trans­porte Colectivo de 1988 a 2000, asegura que ese es el lugar más adecuado desde el “punto de vista aeronáutico”.
“Nunca encontraremos un terreno disponible y de estas dimensiones en el Valle de México; no lo hay”.
Los 30 centímetros que la zona lacustre se hunde cada año en promedio no son secretos para González Apaolaza ni Guillermo Medina Meré, subdirector de Proyectos del GACM. Entrevistados para Proceso, ambos directivos coincidieron en que ese fenómeno es “inmanente”, pero justifican: “La Ciudad de México también atraviesa por este fenómeno”.
Dicen que el objetivo de las costosas técnicas de cimentación es precisamente garantizar que el hundimiento va a ser controlado, al grado de que las obras no requerirán mantenimiento en ocho años.
Córdova Tapia, doctor en Ecología por la UNAM, señala que eso no es posible: “Estamos hablando de una zona tan grande, la zona del vaso de Texcoco, que no se hundirá a la par. El problema son y van a ser los hundimientos diferenciales que se traducen en muchísima inversión. Con base en mi experiencia, vislumbro un conflicto de interés entre las actuales empresas constructoras y las que en el futuro se encarguen del mantenimiento. La obra es cien por ciento lucrativa, en todos los sentidos”.
Para diciembre de 2018, cuando las pistas 2 y 3 estén terminadas, se iniciará el proceso de evaluación de Mitre Corporation, la empresa estadunidense de investigaciones sobre el espacio aéreo, para verificar que las pistas sean operativas, lo que incluye que no haya desniveles por hundimientos.
Sin embargo, un “estudio de factibilidad técnica” que presentó Mitre en 2000 dio sustento al “Proyecto Ambiental Nuevo Texcoco. Más que un aeropuerto, un proyecto de vida”, impulsado por el entonces gobernador del Estado de México y tío de Enrique Peña Nieto, Arturo Montiel (Proceso 1275).
La empresa aclara en su reporte que “principalmente se trata de un análisis aeronáutico”, por lo que factores como “financiamiento, desarrollo urbano, tenencia de la tierra, análisis de suelos e hidrología no fueron considerados”. Destaca asimismo que Jorge Mandri y Ricardo Tapia, excolaboradores de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), le aportaron “puntos de vista” e información.
Cinco años antes, Mandri y Tapia trabajaron para ICA, la constructora mexicana históricamente cercana al Poder Ejecutivo, que desde 1995 había propuesto al gobierno federal la construcción de la primera etapa del nuevo complejo aeroportuario en Texcoco.
El 20 de diciembre de 2016, ICA, en coordinación con Impulsora de Desarrollo Integral; Construcciones y Trituraciones; Controladora de Operaciones de Infraestructura y Constructora el Cajón, obtuvo el contrato LPI-OP-DCAGI-SC-080-16 por más de 7 mil 555 millones de pesos para construir la losa de cimentación del aeropuerto actual.
Las 800 losas sobre las que se edificará la terminal fungirán como una “balsa” en el terreno lodoso, señaló González Apaolaza. Ese contrato de ICA es otro de los que alcanzan los montos más altos.
Peor terreno, mejor negocio 
Para Córdova Tapia es evidente que las características de la zona lacustre forman parte del botín millonario que representa el NAICM.
Desde 2000, cuando se inició el análisis para ampliar la capacidad aeroportuaria de la capital del país, se presentaron al menos dos opciones: construir un aeropuerto en Tizayuca, Hidalgo, o utilizar la antigua base militar de Santa Lucía, en el Estado de México (Proceso 1344).
Desde entonces este semanario informó que funcionarios de ASA, la SCT y el gobierno mexiquense maniobraron para que la decisión final se inclinara por Texcoco, a pesar de que las otras opciones registraban menor impacto ambiental, favorecían la conservación de aves e incluso evitaban lidiar con el terreno arcilloso y húmedo del que fuera el lago.
En 2001 la maestra en ciencias Patricia Escalante Pliego hizo llegar una carta a Irma Rosas, entonces coordinadora del Proyecto de Evaluación Comparativa para la Ubicación del Nuevo Aeropuerto. Le pidió que su nombre fuera retirado del Informe Final que el Programa Universitario del Medio Ambiente de la UNAM presentó a la Secretaría del Medio Ambiente sobre la ubicación de la nueva terminal aérea.
Escalante advirtió: “Ha habido una serie de irregularidades en el equipo de Flora y Fauna y no puedo suscribir lo que se presenta como resultados y conclusiones”, porque evidentemente se favorecía a Texcoco (Proceso 1299).
En el vaso de Texcoco desembocan siete ríos y confluye el agua que escurre de la cadena montañosa. Por esa razón se necesitará drenar el terreno y desviar el cauce natural del agua antes de construir las cimentaciones.
El pasado 22 de mayo González Apaolaza fue consultado por este semanario en las inmediaciones del campamento del GACM. Antes de recorrer algunos terrenos de la zona, el directivo comentó que para enfrentar los retos de un terreno como el de Texcoco se emplean básicamente dos técnicas de cimentación: una con drenes prefabricados y precargas, y la otra por compensación.
La primera consiste en la construcción de un terraplén de dos metros de alto, de tezontle, y una precarga de basalto. En el terreno, sobre la piedra volcánica se colocan drenes horizontales y verticales, unos ductos a través de los cuales el peso del basalto expulsa el agua aún contenida en la tierra, lo que a su vez hunde la zona. Una vez drenada el agua, se retira el basalto y sobre ese terreno arrancan las construcciones.
De acuerdo con los contratos, que están disponibles en la página del GACM, para edificar las pistas 2 y 3 con esta técnica se destinaron más de 15 mil 285 millones pesos. Además, se requirió el traslado de 33 millones de metros cúbicos de tezontle, es decir, un estimado de 133 viajes por día desde los bancos de la piedra volcánica hasta la zona de construcción.
La técnica de cimentación por compensación consiste en retirar la cantidad de lodo necesario en relación con la cantidad de peso que estima sobreponer. Esta técnica se utilizará en la edificación de la terminal, para lo cual se asignaron 84 mil 828 millones de pesos.
Al plantearle a González Apaolaza si las características del terreno no implican un incremento presupuestal de más de 127 mil millones de pesos (el monto destinado hasta ahora), lo niega. Afirma que hasta ahora esa cantidad no representa más de 10% del costo.
Cuando se le preguntó lo mismo a Guillermo Medina Mére, respondió: “No tengo ese dato a la mano. Lo que sí te puedo decir son todas las acciones que se están haciendo respecto al control del agua y el manejo del subsuelo”.
A fin de comprobar esas versiones, este semanario sumó los montos de los contratos disponibles en la página del GACM relativos a obras de excavación de prueba para el edificio terminal y torre de control; trabajos relativos a carga, acarreo y descarga fuera del polígono del material existente; trabajos relativos a los pilotes para la torre de control, edificio terminal y el centro de transporte terrestre intermodal; supervisión de las obras de excavación de prueba, losa experimental y prueba de pilotes para el edificio terminal y torre de control.
Esas labores han consumido mil 507 millones 658 mil 712 pesos, sin contar los montos erogados en los páneles de expertos ni en las cimentaciones ya mencionadas.
En el campamento del GACM González Apaolaza comenta: “Cuando me preguntan si realmente se justifica una obra de este tipo para un país como México, que necesita escuelas y carreteras, yo les digo: quien va a pagar este edificio, este aeropuerto, son los usuarios extranjeros y mexicanos.
“Yo creo que tenemos que hacer una obra que realmente sea digna, que nos sintamos orgullos todos los mexicanos porque somos capaces de generar grandes obras, y este aeropuerto nos debe identificar. Quienes lo estamos construyendo somos puros mexicanos, tenemos a los mejores ingenieros, tenemos seis páneles de expertos con los mejores que tiene este país en  geotecnia, sísmico, incluso energía e hidráulica. Aquí se refleja la ingeniería mexicana y, además, que somos capaces de hacerlo en un terreno que no es fácil.
“Cuando se dice que estamos echando a perder el gran lago no es verdad, ya estaba seco. Se hizo una obra de ingeniería importante, se hicieron canales de agua, pero la verdad es que nunca se pudo hacer lo que se pensaba. Realmente no tenía una utilidad muy práctica esta zona.
“En Estados Unidos los aeropuertos son de las ciudades, no los concesionan porque es un gran negocio. Este debe ser un gran negocio. Por eso digo que se paga solo. No hay problema si está bien administrado, pero deben ser capaz de administrar un aeropuerto de estas características.”
Este reportaje se publicó el 3 de septiembre de 2017 en la edición 2131 de la revista Proceso.


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