El México en miseria extrema que hereda Peña Nieto
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Autor:
Nancy Flores / @Nancy_Contra
“Crecer
significa tener empleo suficiente y bien pagado, para sacar de raíz las
causas de la delincuencia y superar el flagelo de la pobreza”, decía
Enrique Peña Nieto al inicio de su campaña electoral por la Presidencia
de la República, el 30 de marzo de 2012.
Una vez que el político priísta llegó al
máximo cargo público olvidó esa promesa electorera, porque a escasos 9
meses de concluir su fatal sexenio es evidente que no creó los empleos
necesarios ni mucho menos son bien pagados los que sí generó.
Por el contrario, la precarización está en su punto más álgido, con la tercearización y otras formas de violencia laboral, como la falta de respeto a las organizaciones sindicales y gremiales independientes.
También, con sueldos y salarios cada vez
más raquíticos frente a la creciente inflación; y miles de personas han
sido echadas a las filas del desempleo y la informalidad. Muchos de
esos despidos masivos han sido alentados por las políticas
gubernamentales de Peña y las reformas que su administración promovió
ante el Congreso.
Así, cabe preguntarle al aún presidente
¿dónde quedó eso de “sacar de raíz las causas de la delincuencia y
superar el flagelo de la pobreza” a través del empleo suficiente y bien
pagado? Porque en México eso no pasó.
Violencia estructural
En el tema de la violencia, por ejemplo,
no hace falta hacer un exhaustivo listado de los múltiples y atroces
crímenes cometidos desde el 1 de diciembre de 2012 hasta la fecha, para
saber que ni las causas de la delincuencia ni la misma criminalidad
fueron atacadas como se requería.
Y es que los índices de impunidad siguen
tan altos como al inicio del gobierno peñista: 98 por ciento de los
delitos denunciados jamás llega a condena. Es decir que si alguien
delinque tiene casi garantizado salirse con la suya.
Sin duda alguna, México está sumido en
la peor crisis humanitaria de la historia reciente. Todos, directa o
indirectamente, hemos sido afectados por la inseguridad, sea de la
delincuencia organizada, de la común, de los propios agentes del Estado o
de las empresas nacionales y extranjeras que se han sumado a los
despojos masivos de tierras, territorios y recursos por vía armada.
Miles de muertos, desaparecidos forzadamente, levantados,
secuestrados, torturados, detenidos de forma arbitraria dan cuenta de
ello. Como también lo hacen las miles de familias desplazadas por la
violencia a lo largo y ancho del país. Todas, víctimas para las que no
hay justicia.
Pobreza criminal
Qué decir del “flagelo de la pobreza”,
como el propio Peña llamó a la máxima representación de la injusticia
social, generada por un modelo económico neoliberal que es a todas luces
despótico, abusivo e inmoral, y que nos condena –desde que nacemos en
pobreza– a ser esclavos de los ricos.
La desigualdad que ha perpetuado el
gobierno peñista es insultante: un puñado de hombres y mujeres que
acaparan el capital –siempre mal habido– contra hordas de miserables que
sobreviven en condiciones pésimas, sin derecho a lo más básico.
Más allá de la oficial escandalosa cifra
de más de 53 millones de mexicanos en pobreza, están las personas de
carne y hueso que, como en el África subsahariana, mueren en nuestro
México por hambre, enfermedades curables, un parto complicado, un
accidente en el monte, el piquete de una víbora…
Precisamente esta columna se ilustra con
una fotografía tomada por el Centro de Derechos Humanos de la Montaña
Tlachinollan, durante el recorrido “Que llueva maíz”, que promovió la
actriz Ofelia Medina para repartir 55 toneladas de ese grano en los
empobrecidos municipios de Metlatónoc, Malinaltepec y Acatepec,
Guerrero, entre el 27 de febrero y el 2 de marzo.
Sí. La imagen del famélico hombre fue
capturada este mismo mes, en nuestro México, tras casi 6 años del
gobierno de Peña, aquel que prometió erradicar las causas que generan el
flagelo de la pobreza.
Pero no, lo que vemos no es un fracaso
de su gobierno: es exactamente el resultado que se puede esperar de las
políticas públicas y el modelo económico aplicado no sólo por el
priísta, sino también por sus antecesores, incluidos los panistas Felipe
Calderón y Vicente Fox.
Y sí, en esa silueta esquelética –que
bien podría pertenecer a un hombre africano de cualquiera de los países
más pobres del orbe– se reflejan las supuestas estrategias de combate a
la pobreza, responsables de perpetuar criminalmente la miseria y
convertirla en un círculo vicioso del que se alimentan las cúpulas en el
poder económico y político.
En esa realidad que retrata la
fotografía de Tlachinollan, ¿dónde están los miles de millones de pesos
supuestamente empleados en el combate a la miseria por parte de las
cuestionadas secretarías de Desarrollo Social y de Desarrollo Urbano y
Territorial? En ambas ha estado la experredista Rosario Robles, señalada
por corrupción.
Una persona en situación de miseria
difícilmente destacará en la escuela, si es que tiene alguna posibilidad
de asistir a ella. Y es que al menos 4 millones 749 mil 57 mexicanos
mayores de 15 años son analfabetas, según el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía. Y en esa cifra no se incluyen los analfabetas
funcionales.
Sin educación, es casi seguro que esa
persona en miseria jamás conocerá y mucho menos defenderá sus derechos.
Por eso se explica la compra y coacción del voto a cambio de una
despensa, ahora que estamos en la antesala de la elección presidencial.
El miserable no tiene posibilidad de
rebelarse ante los corruptos, porque lo primero y último que imagina en
el día es cómo resolver su problema más inmediato: su alimentación y la
de su familia.
Este sistema es altamente perverso: la
pobreza genera múltiples afectaciones: no sólo es el hambre, es también
la menguada salud, la insalubridad, la depresión, la falta de
oportunidades. Y no es que Peña Nieto ignorara la existencia de miles de
mexicanos en los huesos, es que nunca fue su objetivo auxiliarlos a
superar su miseria.
El pobre no es pobre porque quiere o
porque no trabaja. Lo es porque el sistema económico se basa en la
explotación de esas condiciones: sólo el pobre acepta trabajos precarios
con horarios extenuantes por una paga miserable… Sólo el pobre vuelve a
votar por su verdugo.
Nancy Flores
[AGENDA DE LA CORRIUPCIÓN]
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