Lo que México no necesita de López Obrador y su próximo gobierno
El voto de
castigo fungió un papel esencial en el histórico y contundente triunfo
de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del pasado 1 de julio
y, por ello, el próximo gobierno estará obligado a atender de manera
urgente ese reclamo social implícito en su victoria.
Es imperante que el candidato electo
conozca la magnitud y complejidad del México que le heredarán, porque
administrar el desastre no va funcionar: las crisis se observan por
doquier y requieren soluciones a corto y largo plazos, no paliativos.
El rechazo social que se manifestó
masivamente en las urnas es a la violencia, incluida la institucional; a
los crímenes de Estado; a las crisis económica, política y social; al
desempleo, la precariedad, los bajos salarios; pero también a las
privatizaciones, que acaban encareciendo la vida y hasta poniendo en
riesgo la seguridad de las personas, amenazadas permanentemente por el
gran capital.
Los actos de corrupción también han sido
rechazados por los electores, y sobre todo la terrible impunidad que
impera en este país, porque aquí la justicia no existe: el sistema está
diseñado para castigar la pobreza y venderse al mejor postor. Por eso
los delincuentes de cuello blanco casi nunca pisan la cárcel.
López Obrador tiene la encomienda de
esos millones de mexicanos que lo han elegido de corregir eso que está
terriblemente mal. No es, ni de lejos, un trabajo sencillo y por lo
mismo no se pueden esperar resultados rápidos o fórmulas mágicas: las
soluciones que se requieren son estructurales, no cosméticas.
El camino debe ser acompañado por la
sociedad, y en éste se requiere la participación de todos, los que
votaron por él y los que no lo hicieron, porque México está al borde del
abismo y lo que menos necesitamos es una revuelta social.
Violencia
Uno de los asuntos que más lastima a la
gente es, sin duda, la crisis humanitaria en la que estamos inmersos por
la política pública de terror que implantó, desde 2007, Felipe
Calderón.
Erradicar el narcotráfico, como lo he
demostrado en mis investigaciones, no ha sido el objetivo de esta
masacre permanente; sólo fue el pretexto para militarizar nuevamente al
país y someterlo a los intereses regionales de Estados Unidos.
Por ello es imprescindible que López
Obrador cumpla su promesa de modificar la estrategia de seguridad. Hay
que mirar este problema como un asunto de salud pública y no de
seguridad hemisférica. Ello no implica dejar que los criminales hagan lo
que quieran, pero, como advertí, hasta ahora realmente no se les ha
combatido.
Se pueden aplicar nuevas estrategias que
no necesitan del ataque frontal armado, como golpear las finanzas a las
organizaciones criminales que son las que les permiten funcionar: con
el dinero compran sus armas, orquestan su cadena de producción y
distribución (importación y exportación), corrompen autoridades.
Secuestradores, extorsionadores, narcotraficantes, lo mismo que servidores públicos corruptos, todos funcionan con dinero sucio.
Para combatir el lavado es
necesario que el próximo gobierno no tenga miramientos: funcionarios,
políticos, empresarios y banqueros que colaboren con el blanqueo de capitales deben ser tratados como lo que son: criminales. Y deben enfrentar la justicia por sus actos.
Es necesario que se reformen las leyes al respecto, para garantizar que los lavadores de dinero
vayan a la cárcel y purguen sus condenas, pues en el gobierno de
Enrique Peña el Congreso dio paso a una legislación todavía más laxa.
Limitar los flujos de capital impactará
toda la cadena del negocio criminal. México no puede seguir sosteniendo
una parte de su economía en esos capitales sucios, porque el costo social que paga el país es demasiado alto.
Urge pacificar de Norte a Sur, en
especial los estados más violentos como Guerrero, Veracruz, Tamaulipas y
Michoacán. Y para ello será necesario dejar de combatir la violencia
con más violencia.
A lo largo de estos más de 10 años de
supuesta “guerra” contra el narcotráfico ha quedado demostrado que la
militarización no soluciona nada; al contrario, posibilita graves
crímenes, como las desapariciones forzadas y las ejecuciones
extrajudiciales.
Ejemplos terribles como el de la
desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
Guerrero, ocurrida el 26 de septiembre de 2014 y en la que habrían
participado policías estatales, federales y militares, evidencian que
esa ruta no es la que requiere México.
Los casos sobre crímenes de lesa
humanidad abundan tanto en el sexenio de Felipe Calderón como en el de
Peña Nieto. Y este elemento, sin duda, fue castigado en las urnas por el
pueblo: no más violencia institucional, no más crímenes de Estado, no
más impunidad a militares y policías.
En el tema de la salud pública, hay que
iniciar con los menores de edad: el acceso a las drogas ilícitas es cada
vez más frecuente en primarias y secundarias y hay que evitarlo.
Respecto de los niños que ya han sido
envueltos en la drogas deben recibir asistencia ya, y eso también
implica ayuda psicológica y social. A los adictos mayores también hay
que brindarles servicios de salud con miras en ambos casos a manejar la
enfermedad y a superarla.
Despojos
Para López Obrador el reto es muy grande
porque tendrá que atender los grandes dolores de este país, y no sólo
es el tema de la violencia. Muchos de esos dolores sociales han sido
provocados por el neoliberalismo rapaz que nos han impuesto durante
décadas los gobiernos de los partidos Revolucionario Institucional y
Acción Nacional.
Y es que el pueblo ya no aguanta más
despojos ni privatizaciones. Si López Obrador está determinado a cumplir
su promesa de asistir primero a los pobres, a los más olvidados, a los
indígenas, tendrá necesariamente que echar abajo las reformas
estructurales que dan paso libre a las empresas, sobre todo a las
trasnacionales, en la ilegítima apropiación de tierras, territorios y
bienes naturales.
México necesita respuestas a esos
grandes dolores de su pueblo, no necesita demagogia, mesianismo ni
autoritarismo. López Obrador declaró –en su primer mensaje como virtual
presidente electo– que trabajará para construir un proyecto de nación de
auténtica democracia: “No apostamos a construir una dictadura ni
abierta ni encubierta”. Esperamos que cumpla su palabra.
Para un pueblo tan lastimado como el nuestro, es vital que en verdad no le mienta, no le robe y no lo traicione.
Nancy Flores
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