A mayor libertad, menor violencia
A mayor libertad, menor violencia
Paola Guerrero Ibarra
Este 25 de noviembre es el Día
Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer,
solemos escuchar el concepto muy seguido, tal vez más seguido de lo que
nos gustaría, pero ¿sabemos realmente que es la violencia? La OMS la
define como “aquel uso intencional de la fuerza física, amenazas contra
uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como
consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un
traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte”
(OMS, 2018).
Uno de los grupos sociales que más ha
experimentado violencia es el de las mujeres. De acuerdo con
estadísticas de Naciones Unidas, una de cada tres mujeres ha sufrido
violencia física o sexual a escala mundial. Por otra parte, en el ámbito
nacional, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las
Relaciones en los Hogares (Endireh), 63 de cada 100 mujeres de 15 años y
más han vivido algún acto de violencia a lo largo de su vida.
Las causas por las cuales se da
la violencia contra la mujer varían según el contexto e historia de cada
persona, tanto de parte del agresor como de la agredida, algunos
ejemplos pueden darse debido al bajo nivel educativo, la falta de acceso
a un trabajo remunerado, violencia intrafamiliar, maltrato infantil,
consumo excesivo de sustancias tóxicas o por actitudes que perciben la
violencia como un acto normal, entre otros. Estas son algunas
situaciones que pueden colocar a la mujer en una posición de
vulnerabilidad, o que pueden influir en el comportamiento violento del
agresor.
Las consecuencias que se generan
ante un acto de violencia pueden ser mortales, como el homicidio o
suicidio; emocionales, como el trastorno depresivo o de ansiedad; y
actitudinales, como la pérdida de expectativas y aspiraciones en la vida
personal y profesional.
Podemos pensar que la violencia
contra la mujer solamente tiene efectos negativos para este grupo social
en específico. Sin embargo, este problema afecta a la sociedad entera
ya que interfiere en la convivencia democrática y con el bienestar y
desarrollo humano de cada una de las personas que conforman la
comunidad. Toda persona, independientemente de su edad, sexo, género e
ideología tiene derecho a vivir una vida sin violencia. La pregunta es
¿de qué manera nosotros como comunidad podemos prevenir y erradicar la
situación de la violencia contra la mujer?
Aparte de la instrumentalización
de políticas públicas por parte del gobierno y de la implementación de
programas que garanticen a las mujeres que han vivido algún tipo de
violencia el acceso a servicios integrales y
multidisciplinarios para su desarrollo; necesitamos una concientización
cultural que nos haga comprender que al violentar a una persona, estamos
limitando su libertad y autonomía; y, por consiguiente, su capacidad en
la toma de decisiones, oportunidades y valores se ve reducida de forma
significativa impidiendo su pleno desarrollo y crecimiento personal.
Así como seguramente hemos escuchado
varias veces el dicho: “trata a los demás como quieres que te traten a
ti”, como comunidad debemos reconocer y respetar el derecho que tiene
cada persona de vivir una vida digna y plena, carente de violencia e
inseguridad. Construyamos una sociedad en donde predomine la libertad
por encima de la violencia.
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