Guaidó y Trump, más aislados que Maduro
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Autor:
Alessandro Pagani
Dieciséis países
del Continente, de 35, no apoyaron el golpe de Estado. La Organización
de Estados Americanos (OEA) dijo no a las peticiones de un “embajador”
de la oposición. Caracas retira sus propios diplomáticos de territorio
estadunidense.
En este momento, el presidente golpista –ad interim de facto–
Juan Guaidó es como lo definió el intelectual chileno Manuel Cabieses:
nada menos que un “presidente fantoche”, “un gobernador sin gobierno”
que no controla nada, ni el aparato administrativo, ni las Fuerzas
Armadas, ni los servicios públicos. Prácticamente un holograma que vive
únicamente del reconocimiento de Trump y de sus gobiernos sirvientes:
los del grupo de Lima.
Pero hasta los decantados
reconocimientos internacionales son para nada creíbles, dado que justo
el jueves 24 de enero pasado la petición de Washington de reconocerlo
como presidente de Venezuela no obtuvo la mayoría entre los países
miembros de la OEA.
Durante una acalorada sesión del Consejo
permanente de la OEA, frente a la presencia del secretario de Estado de
Estados Unidos, Mike Pompeo, sólo 16 de los 35 países que componen el
organismo –Argentina, Bahamas, Canadá, Brasil, Chile, Costa Rica,
Ecuador, Colombia, Estados Unidos, Honduras, Guatemala, Haití, Panamá,
Paraguay, Perú y República Dominicana– han aceptado firmar una
comunicado de apoyo a Guaidó y por nuevas elecciones. Y por ende, el
nombramiento por parte del presidente usurpador de su propio embajador
ante la OEA, Gustavo Tarre, no se ha concretado.
El departamento de estado estadunidense
ha ordenado por razones de seguridad el retiro de Venezuela de sus
funcionarios “no esenciales”. El presidente constitucional, Nicolás
Maduro, a su vez, ha decretado el cierre de todos los oficios
diplomáticos y consulares de Venezuela en Estados Unidos, informando del
pronto regreso del personal diplomático en Caracas.
Maduro, sin embargo, ha tomado la
decisión de no aumentar las tensiones. Ha declarado estar listo para el
dialogo con la oposición –pese a la falta de voluntad de la derecha–,
justo como propusieron México y Uruguay, dos países de la región que
desde pronto han tomado las distancias de la autoproclamación golpista
de Guaidó. Una invitación, lo de México y Uruguay, a bajar las tensiones
y evitar así una peligrosa escalada de violencia, a través una nueva
negociación incluyente y creíble, en el respeto del derecho
internacional y los derechos humanos.
Un llamado hacia el diálogo fue lanzado
también por el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio
Guterres, que ha alertado sobre el riesgo de “un conflicto terrible para
el pueblo venezolano y toda la región”. Justamente a las Naciones
Unidas había hecho un reclamo el ministro de Relaciones Exteriores
venezolano, Jorge Arreaza, denunciando la “injerencia permanente” de
Estados Unidos y sus países satélites miembros del grupo de Lima para
provocar “un cambio de régimen a través vías para nada constitucionales”
y que violan el derecho internacional de no injerencia en asuntos
internos de otras naciones y de respeto de la autodeterminación de los
pueblos. Y en particular, hizo mención del decreto infame con el cual en
2015 el aquel entonces presidente estadunidense Barack Obama declaraba a
Venezuela “una amenaza extraordinaria a la seguridad de Estados
Unidos”.
Contra la operación del gobierno
republicano estadunidense se ha lanzado también Bernie Sanders, quien se
ha pronunciado porque Estados Unidos “debería apoyar el derecho
internacional y la autodeterminación del pueblo venezolano”. El
demócrata señala que su país debería escribir una página nueva contraria
a la “larga historia de intervenciones inapropiadas en América Latina”.
Pero esta posición parece aún minoritaria dentro de los grandes lobbies
que decretan las políticas exteriores de Estados Unidos: la gran
industria tecnológica y militar que desde el final de la Segunda Guerra
Mundial hasta hoy gobiernan ipso facto y señalan cuándo hacer
la guerra contra un pueblo o una nación, como en los casos de la antigua
Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Somalia y Siria, en la guerra sin
límites que nos hacen y que no importa si se llaman Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o Grupo de Lima. Quien está siempre
detrás de estas agresiones es el águila fascista del Norte: Estados
Unidos.
Alessandro Pagani*
*Historiador y escritor; maestro en
historia contemporánea; diplomado en historia de México por la
Universidad Nacional Autónoma de México y en geopolítica y defensa
latinoamericana por la Universidad de Buenos Aires; doctorante en teoría
crítica en el Instituto de Estudios Criticos
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