El montaje mediático expuesto desde la frontera Venezuela-Colombia
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Autor:
Telesur Telesur
Las cámaras
apuntan a la frontera entre Venezuela y Colombia. El set montado la
presenta como una puerta que estaría por ceder. Todo parece listo,
faltaría que llegue el día indicado que, a seguir declaraciones de
presidentes, títulos de noticieros, estaría por ocurrir. La narrativa de
la inminencia es central desde que Juan Guaidó se autoproclamó
presidente: inminente caída de Nicolás Maduro, inminente gobierno de
transición y resolución de todos los problemas de Venezuela.
Las imágenes al llegar a la frontera son
otras, en particular en el punto que se ha construido como zona
crítica: los municipios Simón Bolívar y Ureña, en el estado Táchira,
frente a la ciudad de Cúcuta, Colombia. Allí debería verse un territorio
conmocionado, militarizado del lado venezolano y transformado en un
acopio masivo de ayuda humanitaria del lado colombiano. La realidad es
diferente, una superposición de normalidad de una de las fronteras más
complejas del continente, y el clima de un escenario en construcción.
Comprender las dinámicas de frontera
demanda cruzar algunas variables. En primer lugar, la conformación
histórica de ese territorio como zona de comercio binacional, marcado en
las direcciones de compra-venta según la relación entre el bolívar
venezolano y el peso colombiano. En segundo lugar, la puesta en marcha
desde el año 2013 –con señales anteriores– del contrabando de extracción
como parte de un plan de desangre de la economía venezolana. En tercer
lugar, la presencia de actores claves al mando de las operaciones del
contrabando, como grupos paramilitares. En cuarto lugar, los tres puntos
anteriores dentro del cuadro económico actual. Las variables se cruzan y
retroalimentan.
Dentro de esa geografía, las cámaras se
enfocan sobre dos cruces: el puente Las Tienditas y el puente Simón
Bolívar. El primero fue tapa de periódicos por los conteiners
puestos del lado venezolano, presentados como un cierre del paso. Ese
puente nunca estuvo abierto. Su construcción fue por iniciativa
venezolana, saboteado en su concreción por las políticas colombianas que
apuestan a magnificar el contrabando ilegal de gasolina en vez de
ordenar un sistema de precios acordados entre ambos países en las
gasolineras fronterizas.
La cuestión de la gasolina es clave para
comprender la frontera: un litro del lado colombiano cuesta cerca de 60
centavos de dólar, mientras que del lado venezolano el tanque completo
no cuesta 1 dólar. Esa gasolina contrabandeada permite abastecer las
zonas fronterizas colombianas empobrecidas, a la empresa colombiana
Ecopetrol destinar el combustible a otros sitios, a los paramilitares
amasar millones, y a quienes manejan el control de la cocaína
–paramilitares y carteles–, contar con gasolina económica para su
procesamiento. El gobierno colombiano ha autorizado por ley el
contrabando de gasolina.
El segundo puente enfocado es el Simón
Bolívar. Abierto de 6 de la mañana a 9 de la noche al paso de peatones, y
de 9 a 12 de la noche al paso de tractocamiones y remolques. Por allí
pasan cerca de 30 mil personas diarias, de las cuales cerca de 2 mil
sellan pasaporte; es decir que las demás van y vienen en el mismo día.
Tiene una ventaja cinematográfica: es angosto, por lo cual puede
generarse una gran fila de gente con sólo frenar el paso unos minutos.
Es lo que hacen las autoridades colombianas cuando la campaña mediática
requiere fotografías que muestren masividad. De lo contrario el tránsito
de personas es grande y fluido.
La ida y venida es comercial y familiar.
Del lado colombiano se consiguen determinados productos a precios más
económicos que en Venezuela, por lo que mucha gente cruza a comprarlos
para consumo personal o para revenderlos del lado venezolano. Otros
productos, regulados o subsidiados, son más baratos del lado venezolano,
por lo que la dirección es la opuesta. Se trata de una economía de
miles de personas de la frontera, de otros estados del país –como gente
venida de Barinas o Barquisimeto– ampliada por las dificultades
económicas que se deben a la combinación del bloqueo financiero, el
ataque sobre la moneda, la dificultad para detener la hiperinflación,
entre otros puntos.
Sobre esa cotidianeidad está en
construcción la narrativa humanitaria, la ayuda, la posible
intervención. Han hecho de la frontera el set donde se encuentran las
grandes agencias de comunicación, voceros de diferentes gobiernos,
organizaciones internacionales. El objetivo es mostrarla como el punto
crítico por donde cederá la puerta.
Todos saben, por ejemplo, que el puente
Las Tienditas nunca estuvo abierto, aunque afirmen que el gobierno
venezolano lo bloqueó ante esta situación. En el recorrido que brindó
Freddy Bernal, nombrado protector del estado Táchira por Nicolás Maduro
–la gobernadora pertenece a Acción Democrática, de oposición– estuvieron
presentes medios colombianos y agencias internacionales. No importa que
sepan la verdad del puente, afirman lo contrario: la campaña en marcha
para aislar a Venezuela requiere la construcción de una matriz donde
están articulada agencias, funcionarios de gobiernos, organismos,
presidentes, ingenierías de redes sociales, entre otros.
En ese contexto la ayuda humanitaria se
ha construido como el ariete para derribar la puerta. Con varias
particularidades: en primer lugar, que lo que hasta ahora ha llegado es
insignificante (dos gandolas, cuando se reparten 40 en una sola
jornada de distribución de comida en Táchira a través de los Comités
Locales de Abastecimiento y Producción); y, en segundo lugar, que no
importa el impacto real que podría tener, sino la construcción del
escenario, que será el de mostrar de un lado la ayuda, del otro a
población venezolana pidiéndola –para lo cual la derecha movilizará sus
fuerzas– y en el medio el gobierno cerrando el paso. Esa es la imagen
que, al parecer, buscarán construir.
Dentro de ese cuadro pueden generarse
hipótesis. Una de ellas es que ése sea el territorio donde la estrategia
del asalto pueda construir el elemento detonante, la operación montada
para justificar nuevos ataques de mayor potencia. Necesitan elevar el
impacto en la opinión pública, conseguir acuerdo en el Senado
norteamericano para dejar por escrito que la intervención militar puede
ser contemplada, crear conmoción interna.
El escenario parece estar en una
excesiva normalidad para los objetivos que se han propuesto alcanzar.
Eso se debe a que algunas maniobras no les resultaron, como por ejemplo
la detención de García Palomo, quien iba a encabezar una serie de
acciones militares en Caracas. Esta semana podría ser la elegida para
activar el escenario frontera, sería el punto donde se unirían el frente
internacional con el nacional para buscar un quiebre. Por el momento la
superficie continúa calma.
Marco Teruggi/TelesurFuente
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios