UNAM, austeridad en las aulas y lujos en oficinas
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El año pasado la UNAM gastó 68 millones de pesos en pasajes aéreos y 75 millones más en viáticos. Adicionalmente, en sus inventarios figuran cientos de artículos, como “cestos de basura” y “cafeteras”, con costos unitarios de decenas de miles de pesos. La Secretaría Administrativa asegura que no existen los gastos suntuosos y que todo está plenamente justificado.
En los registros de bienes inventariados
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se pueden
encontrar sofás, cestos para basura, ceniceros, micrófonos, tripiés y,
entre una larga lista, cafeteras con valores unitarios de decenas de
miles de pesos. No sólo es la compra de lo que parecerían artículos no
necesarios para una universidad pública y con problemas de presupuesto,
sino también de adquisiciones con aparentes sobreprecios.
Adicionalmente, la institución destinó 68 millones de pesos a la compra de boletos de avión y 75 millones al pago de viáticos.
“La UNAM cuenta con amplia normatividad,
comités y órganos de vigilancia en materia de adquisiciones que
minimizan la posibilidad de que se puedan realizar este tipo de gastos
[onerosos e injustificados]”, señala la máxima casa de estudios del país
en respuesta escrita a Contralínea.
Asegura que nada irregular hay en las
adquisiciones de muebles y equipos y en viáticos y pasajes aéreos. “El
ejercicio presupuestal es objeto de revisiones por diversas instancias,
tanto internas como externas que, en caso de encontrar anomalías,
determinan las investigaciones y sanciones a lugar”.
La dependencia de la UNAM encargada de
formular las respuestas fue la Secretaría Administrativa, encabezada por
el ingeniero Leopoldo Silva Gutiérrez. La institución no aceptó una
entrevista presencial y ofreció como única opción responder a las
preguntas de manera escrita, sin la posibilidad –por lo tanto– de un
intercambio con precisiones.
En el documento entregado a Contralínea
por la Dirección General de Comunicación Social –a cargo de Néstor
Martínez Cristo–, se argumenta que: “la Contraloría de la UNAM, a
través de la Auditoría Interna, ejecuta un programa anual de auditorías
a las diversas entidades y dependencias universitarias; el auditor
externo, contratado por el H Consejo Universitario, a su vez realiza su
propia revisión del ejercicio financiero y presupuestal. Año con año,
también la Auditoría Superior de la Federación [ASF] ejecuta sus
revisiones a esta casa de estudios”.
Leopoldo Silva está al frente de la
Secretaría Administrativa desde el 7 de enero de 2013, cuando el
entonces rector José Narro Robles lo nombró en sustitución de Enrique
del Val Blanco. Se mantiene en el cargo hasta las postrimerías del
actual rectorado, encabezado por el médico –como Narro– Enrique Graue
Wiechers. Lo que no dijo en su respuesta es que la ASF sólo revisa
aleatoriamente apenas algún aspecto del gasto universitario; tampoco,
que las auditorías internas se resuelven generalmente sin sanciones y
sin siquiera hacer partícipes a los medios de comunicación de las
irregularidades detectadas, como lo ha documentado Contralínea en el caso de la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas (https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2015/12/13/complicidad-y-corrupcion-conade-unam/).
La UNAM ejerció en 2018 un presupuesto
total de 38 mil 510 millones 94 mil 55 pesos. En “artículos y materiales
de consumo” erogó 952 millones 702 mil 876 pesos, de acuerdo con el Desglose del presupuesto por capítulo de gasto.
Adicionalmente –señala el documento publicado en el sitio electrónico
de transparencia de la Universidad–, desembolsó 841 millones 77 mil 489
pesos en “mobiliario y equipo”. Y en inmuebles y construcciones, 624
millones 839 mil 582. Así, la máxima casa de estudios del país destinó 2
mil 418 millones 619 mil 948 pesos en materiales, muebles e inmuebles
para cumplir con sus funciones.
Sofás, cafeteras, ceniceros, cestos…
A finales del año pasado y principios de
2019 –cuando se debatía la exigencia de austeridad en toda la
administración pública impulsada por el nuevo gobierno de Andrés Manuel
López Obrador–, estudiantes, profesores y trabajadores universitarios
condenaron en redes sociales los gastos “superfluos” y el “derroche” con
el que –aseguran– se desempeñan los funcionarios de la UNAM.
Denunciaron decenas de adquisiciones onerosas o de lujo incompatibles
con el espíritu de una universidad pública que siempre trabaja con
presupuestos ajustados.
En el Inventario de bienes muebles 2018,
la UNAM reporta que el año pasado tenía registrados 794 mil 984
artículos. En las listas se pueden observar camionetas, micrófonos,
plumas, cámaras, sillones, reproductores de DVD, proyectores… Con
precios por decenas de miles de pesos cada uno.
Puede saberse de la adquisición de un
sofá por 52 mil 900 pesos para la División de Posgrado de la Facultad de
Derecho (con número de inventario 2285725); de un sofá de terno Pullman
(número de inventario 1847088) para la División de Estudios
Profesionales de la Facultad de Filosofía y Letras por 16 mil 990 pesos,
y de seis ceniceros (con número de inventario, el primero de ellos,
2508573) con un costo cada uno de 9 mil 496 pesos para hacer un total de
56 mil 967. Estos ceniceros se adquirieron para el Instituto de
Investigaciones Jurídicas.
Además, siete “cestos para basura” para
la Facultad de Filosofía y Letras con un costo unitario de 24 mil 708
pesos. Por los siete, la erogación fue de 172 mil 956 pesos. También,
una pulidora de pisos (número de inventario 1728406) que costó 11 mil
960 pesos. Y de un sistema de aire acondicionado (número de inventario
2499907) para la División de Estudios Profesionales de la Facultad de
Derecho por 332 mil 579 pesos.
“Vemos que llega un funcionario nuevo y
lo primero que hace es remodelar su oficina. Se compran autos nuevos.
Tienen chofer todos los directores”, señala Salvador Hernández, profesor
de historia de México y de historia universal en el Colegio de Ciencias
y Humanidades e integrante de la Asamblea Universitaria.
En entrevista con Contralínea,
el académico agrega: “En vez de que se atiendan las necesidades más
inmediatas del aula, prefieren tener las oficinas bonitas, presentables,
con muebles nuevos, que atender las condiciones tan precarias que hay
en los salones”.
Lamenta que, incluso, en algunos grupos
los alumnos “se estén peleando” las bancas, pues no hay para todos. Y
que no funcionen los cañones [proyectores] ni las computadoras,
herramientas imprescindibles si se quiere promover el uso de las
tecnologías de la información la comunicación. “A eso nos enfrentamos
los profesores en la cotidianidad”.
Por su parte, la UNAM, respondió a Contralínea
que las denuncias de alumnos en redes sociales acerca de los supuestos
gastos superfluos “han sido tendenciosas y han omitido el contexto de
dichas adquisiciones”.
Refuta que se trate de compras
injustificadas o para beneficio de funcionarios. “Baste mencionar que lo
que se ha reportado como adquisición de plumas por varios miles de
pesos omitió especificar que se trata de acceso a estacionamientos con
tarjetas de aproximación y no de plumas para la escritura. De manera
similar se han descontextualizado otras ‘adquisiciones’”.
En sus respuestas escritas, la UNAM
señaló que con respecto de uno de los cestos de basura (número de
inventario 2415740) “se trata de dos núcleos de separación de residuos
para dividir la basura por tipo de desecho. Consta de cuatro botes
metálicos cada núcleo, los cuales fueron fijados al espacio
correspondiente. Fueron adquiridos el 24 de abril de 2014”.
Sin embargo, la descripción en el
documento de la propia Universidad dice: “cesto de basura”; y no, “dos
núcleos de separación de residuos”, como asegura la autoridad
universitaria que se trata en realidad.
La lista de compras de bienes sin
aparente justificación o con supuesto sobreprecio se extiende con
cientos de ejemplos. Algunos de ellos son: una cámara fotográfica para
uso del Instituto de Investigaciones Biomédicas por casi 480 mil pesos
(número de inventario 2215671); dos computadoras para la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales con un costo cada una de 105 mil 949 pesos
(2133073 y 2133075); una computadora por 214 mil 240 pesos a cargo del
Instituto de Neurobiología (número de inventario 2178839).
También, la adquisición de un micrófono
(2187043) que costó 14 mil 720 pesos; una grabadora (2488963) por 17 mil
266; una reproductora de discos compactos (2281902) por 29 mil 909; un
tripié (2379693) por 10 mil 858; una pantalla de plasma (2336923) por 96
mil 613; una pistola de impacto (2488943) por 32 mil 536, y una
lavadora de pisos (2406134) por 56 mil 724 pesos. Estos últimos seis
bienes están a cargo de la División de Estudios Profesionales de la
Facultad de Derecho.
En su respuesta, la UNAM argumentó: “La
cafetera (número de inventario 2286630) es de uso rudo, con el fin de
atender a la comunidad académica de la Facultad de Derecho. Tiene una
capacidad de elaboración de 71.5 litros de café por hora (18.9 galones,
480 tazas de 5 oz). Se adquirió el 20 de mayo de 2009 y tiene varios
años de uso intensivo” (sic).
Con respecto de una videocámara con
número de inventario 2376397, la UNAM señala: “Es un equipo que se
utiliza para Radio IUS y de apoyo en el Sistema de Universidad Abierta y
Educación a Distancia de la Facultad de Derecho. Se trata de un modelo
Canon, adquirido el 31 de octubre de 2012. Está equipada con diversos
accesorios y realiza múltiples funciones”.
Viáticos y pasajes aéreos
De acuerdo con los informes del
presupuesto ejercido por la UNAM en 2018, la Universidad erogó casi 68
millones de pesos en “pasajes aéreos”, es decir, en pagar los boletos de
avión de funcionarios y, señala, la autoridad universitaria,
académicos.
“La Universidad tiene presencia en todas
las entidades de la República Mexicana y cuenta con 14 representaciones
en el extranjero. Asimismo, ha celebrado una gran cantidad de convenios
de colaboración con instituciones afines, con las cuales lleva un
intenso trabajo de intercambio académico y de difusión y de extensión
universitaria, lo cual ha permitido potenciar tanto la formación de
recursos humanos de alto nivel como el trabajo de investigación.”
Así, de acuerdo con la Secretaría
Administrativa, los boletos de avión se compran principalmente para
investigadores. “Hay que tener presente que nuestras casa de estudio
realiza la mayor parte del trabajo de investigación que se lleva a cabo
en el país y es la institución con el mayor número de investigadores
pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores”.
Además, argumenta que tal erogación está
vigilada: “El gasto para pasajes aéreos está normado por el Comité de
Adquisiciones y Servicios, y en su mayor parte se ejecuta a través del
‘servicio de reservación, expedición y entrega de boletos de avión y
otros servicios de viaje’, que se contrata con la aerolínea que ofrezca
las mayores ventajas para la Universidad”.
En el informe de la erogación del
presupuesto 2018 también queda claro que la UNAM erogó más de 75
millones en viáticos. Al respecto la autoridad universitaria respondió:
“Las partidas de pasajes y viáticos están muy interrelacionadas,
prácticamente el gasto en una conlleva un gasto recíproco en la otra.
Los montos para cada caso se determinan de acuerdo al destino al que se
dirija” (sic).
En su respuesta, la UNAM detalla que
para cada destino “se encuentran definidos montos diferenciados para
cuatro zonas geográficas de acuerdo al costo de la vida en cada una de
ellas” (sic).
Austeridad y transparencia, los pendientes
Obligada por los amagos del presidente
Andrés Manuel López Obrador, la UNAM debió elaborar un plan de
austeridad. El objetivo formal es sumarse a la política de gasto
eficiente y sobrio de los recursos públicos.
En su respuesta escrita, la autoridad
universitaria señaló que tal plan de austeridad se pondrá en marcha “sin
afectar la operación de programas sustantivos” de la Universidad.
Explica que los ahorros vendrán de las
partidas de servicios personales, estímulos y prestaciones, “que
básicamente se refieren a que no se autorizará la creación de plazas
administrativas que no se deriven de la creación de nuevas instalaciones
y otras medidas que tienen que ver con la aplicación de recursos
propios en estos rubros, que tampoco impactan las funciones
sustantivas”.
Agrega que el plan de austeridad también
prevé, para este año, la reducción del presupuesto para pasajes,
viáticos, anuncios y, entre otros, mensajería, “que se pueden sustituir a
través de la utilización de medios electrónicos”.
Entre los pagos por servicios que fueron
criticados por alumnos y profesores, se encuentran las “conferencias
magistrales” contratadas con algunos intelectuales. Uno de los contratos
fue por 250 mil pesos a favor de la politóloga Denise Dresser.
Para el doctor Rogelio Avendaño,
catedrático de farmacología en la Facultad de Medicina, el principal
problema de la UNAM no es el de la falta de recursos, sino el de la
falta transparencia con el que se ejerce el presupuesto.
En entrevista con Contralínea,
reconoce que se debe aumentar el presupuesto a la UNAM y a la educación
en general. Pero, “lo primero es transparentar los presupuestos. No
bastan los informes que se dan ni de las facultades ni de la misma
Universidad”.
Considera que aunque se incrementara el
monto de los recursos, de poco serviría “si no se cuenta con la
pormenorización de los diferentes gastos”.
El presupuesto total de la UNAM es, para 2019, de 44 mil 942 millones 499 mil 166 pesos.
Ramón Castro, catedrático de informática
en la Facultad de Contaduría y Administración, señala que la
Universidad cuenta con recursos que podrían ser suficientes. Lo que hace
falta es “una distribución adecuada” de los mismos. “El ingreso está
polarizado. Realmente la beneficiada es la burocracia universitaria con
sueldos y bonos bastante elevados”.
Zósimo Camacho
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