Haití, una insurrección contra la lógica capitalista con "esperanza de cambio"

Nada palia la inconformidad de la gente, pero EU y duvalieristas se preparan para sacar raja
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 7 de enero de 2020, p. 11
Puerto Príncipe. El estallido social que convulsionó a Haití el año pasado fue el más radical, masivo y extenso de los procesos que sacudieron, uno tras otro, a varios países latinoamericanos. Las protestas contra el régimen de Moïse Jovenel por los descomunales escándalos de corrupción, que llegaron al extremo de saquear fondos de la cooperación internacional para paliar la miseria, como en los mejores tiempos de la dictadura duvalierista, desembocaron en un fenómeno que no se vio en ningún otro lugar: el peyi lok, país bloqueado, lo llamaron en creole.
Carreteras y calles cerradas, barricadas en llamas, jornadas en las que sumaron en los momentos más críticos hasta un millón de personas en manifestaciones en las principales ciudades (el país tiene 11 millones de habitantes) alcanzaron a figurar intermitentemente en las noticias internacionales. Se calcula que el saldo fue de al menos 70 muertos.
Desde septiembre hasta noviembre se impuso un paro total sin una convocatoria definida: escuelas, hospitales, mercados y oficinas cerrados. Los pueblos del interior quedaron aislados y centenares de vuelos se cancelaron. La moneda local, el gourde, perdió la mitad de su valor frente al dólar.
En diciembre regresó una apariencia de normalidad. Jovenel logró entrar a 2020 todavía como presidente. Pero se trata, dicen, de una tregua. No hay ninguna medida que pudiera paliar la enorme inconformidad de la gente.
Para Camille Chalmers, reconocido intelectual de izquierda, dirigente del partido Rasin Kan Pèp y de la Plataforma para el Desarrollo Alternativo (PAPDA) en Haití, esta etapa de movilizaciones que califica como una esperanza de cambio y una oportunidad de entrar en una verdadera transición, representa una faceta de las nuevas generaciones de insurrecciones latinoamericanas en contra de la lógica capitalista.
Como en procesos similares en otras latitudes, aquí el signo distintivo es la participación de jóvenes y el motor generado por las redes sociales y los hashtags.
“No habíamos visto en Haití movilizaciones tan grandes desde las últimas etapas de la lucha contra Baby Doc Duvalier (que cayó en 1986) y las fuerzas de Lavalás que llevaron al poder a Jean Bertrand Aristide en 1991”, recuerda el arquitecto William Kenel-Pierre, partícipe de esos dos grandes procesos. Pero ahora todo está revuelto. En la exigencia de que renuncie Jovenel se mezclan desde amplios sectores populares, campesinos, estudiantiles, obreros, inconformes con mucha razón, hasta empresarios y políticos tradicionales, incluso duvalieristas, que quieren aprovechar la situación para obtener ventajas.
El hashtag que detonó el levantamiento
El robo de los fondos de Petrocaribe, el programa venezolano de cooperación solidaria de mayor impacto para Haití después del terremoto de 2010, fue descubierto por la comisión anticorrupción de la Cámara de Diputados y estalló en un escándalo incontrolable cuando los jóvenes lanzaron la Pregunta “¿Dónde está el dinero? (¿Kot Kòb Petwo Karibe a?) con el hashtag #PetrocaribeChallenge.
Según el esquema de Petrocaribe, diseñado por Hugo Chávez en 2005, Venezuela suministra a los países beneficiarios petróleo a pagar en 25 años a tasas de 1 por ciento. Esto le permitió al gobierno haitiano contar un enorme flujo de efectivo, que según lo estipulado debería haberse invertido en programas sociales.
En su lugar, cerca de cuatro mil millones de dólares, equivalente a una cuarta parte de las reservas del país, desaparecieron en los bolsillos de contratistas que nunca entregaron las obras financiadas. Y entre esos contratistas figura Jovenel, el rey del banano, como testaferro del anterior presidente, Michel Martelly, el rapero que creó un partido con siglas nuevas y viejas raíces en la clase dominante que fue el cimiento de la tiranía de los Duvalier (1957-1986).
Jovenel fue asignado por el propio Sweet Micky como candidato a la presidencia por el Partido Haitiano Tet Kalé (cabeza rapada). El nombre de este desprestigiado partido fue una genial idea del español Antonio Solá, el mercadólogo de la política (Felipe Calderón en México y varios ex presidentes centroamericanos hoy presos por corrupción han sido sus clientes).
El gobierno respondió al escándalo reforzando su alianza con Donald Trump, dando la espalda a Venezuela, saliendo de Petrocaribe y votando en contra de Nicolás Maduro en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Ya con los ánimos caldeados por un robo de estas dimensiones llegó el gasolinazo recomendado por el Fondo Monetario Internacional.
Y en este momento se formó la segunda gran oleada de esta marea, explica Francoeur Pierre, dirigente campesino de la organización Konbit Peyisan del departamento de Nippe. Ofendidos por el saqueo, los haitianos tuvieron que pagar de la noche a la mañana el combustible a más del doble de precio. La gran red de organizaciones campesinas se activó y llevó el ánimo insurreccional a todos los rincones del país.
La tercera oleada se formó el 18 de noviembre, fecha que marca la histórica derrota de las fuerzas de Napoléon por parte de los independentistas haitianos encabezados por Jean Jaques Dessalines y la fundación de la primera república negra de América en 1806. El proceso ya no se detuvo.
Diolin Ostavien, estudiante de geografía, es uno de tantos activistas que se entregaron en cuerpo y alma a la movilización. “Los jóvenes –expresa– hemos sido siempre ignorados por los políticos. Sólo nos escuchan cuando levantamos barricadas”.
Oxygene David, líder de Moleghaf (Movimiento Nacional para la Liberación, la Igualdad y la Fraternidad de Haití), uno de los grupos más beligerantes y radicales en la calle, admite a su vez que las grandes masas movilizadas, que han creado una coyuntura que sus protagonistas consideran histórica, no ha podido crear su propia vanguardia y denuncia que grupos de poder se han apoderado de la iniciativa.
La sombra de Papa Doc
Mientras las organizaciones populares intensificaron sus acciones, los partidos tradicionales se montaron en el movimiento.
Sacar a Jovenel no puede ser la única solución. Esto puede devenir en otra catástrofe si no se organiza una oposición articulada, con un proyecto de nación alternativo, remata Kenel-Pierre.
Es el académico brasileño Ricardo Seitenfus, ex representante especial de la OEA en Haití, quien alerta sobre la posibilidad de que esta crisis desemboque en una nueva ocupación estadunidense y, peor aún, que esta solución a la americana se decida en Washington, avalada y solicitada por fuerzas políticas haitianas.
Autor de varios libros sobre Haití, el ex diplomático se pronuncia en contra del modelo antipolítico que se repite una y otra vez en ese país y que se resume en una frase en creole: fok l’alé y que podría traducirse con el que se vayan todos. Es, dice, un modelo antidemocrático porque descarta de entrada toda posibilidad de diálogo, de salida política negociada y porque siempre se corre el riesgo de generar un vacío político. Y este vacío, ya lo sabemos, lo llena de inmediato Estados Unidos.
Y en efecto, la solución a la americana está en marcha. Personeros del Departamento de Estado van y vienen de Washington a Puerto Príncipe e intervienen ya para apuntalar la presidencia de Jovenel mientras negocian posibles salidas, no con el movimiento popular que lucha por pasar a una etapa de transición a través del nuevo frente Foro Patriótico Papay, sino con el llamado Consenso Alternativo para la Refundación del País, que prepara un mandato interino entre las tres fuerzas principales del poder, el oficialista PHTK, el Fanmi Lavalás de los aristidistas y las formaciones duvalieristas.
Sí, porque en un país donde no ha habido un ejercicio de memoria y verdad, el terror del pasado siempre puede regresar. Y Nicholas Duvalier, nieto de Papa Doc, hijo de Baby Doc, prepara su retorno a la escena política haitiana.

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