¡Tlazokamati Atenco!

Viernes, 09 de Julio de 2010 00:00
Escrito por Juliana G. Quintanilla y José Martínez Cruz La libertad es algo por lo que vale la pena morir en pie de lucha. Vivir dignamente, resistiendo cuando es necesario, sobreviviendo como lo dice un poema escrito más de mil veces, es lo que permite construir un imaginario colectivo de transformación profunda de la sociedad, tal como hoy lo viene expresando lo que antes era un puñado y hoy es un pueblo entero.
Es Atenco, como el Anenecuilco morelense, lugar donde surge como una herida profunda en la historia del pueblo y donde los machetes, instrumentos de labranza, se convierten en símbolos de emancipación.
Es día domingo y es fiesta comunitaria para recibir con los brazos abiertos a los 12 presos políticos que estuvieron en los penales de Molino de Flores y El Altiplano. Es momento de dar gracias a la vida por habernos dado tanto, de entonar canciones de esta diversidad cultural unida por esas venas abiertas de una América que abreva cada día más en la pachamama, en la madrecita tierra, en los aires y vientos que cruzan por cordilleras y bajan por las laderas de montes y montañas, en donde los cánticos del pueblo unido jamás será vencido se elevan desde las plazas y calles de un Santiago ensangrentado hasta las grandes alamedas de la solidaridad que hoy se expresan a través de la música de Yomenei, estrella de la mañana, y Rocco que del gabacho chicano, enlazan con el hip hop rupestre de hijos nacidos en estas tierras antes lacustres y hoy en riesgo de desaparecer en la megaurbe sólo detenida por los machetes y la dignidad a cuestas de un pueblo que dijo: ¡No! a un aeropuerto con el que soñaban los empresarios que todo lo quieren para ellos.
Y no es sorpresa, sino motivo de alegoría, enterarse que uno de los jóvenes de Atenco que estuvieron presos durante más de 4 años no se encuentra en la fiesta de bienvenida, porque decidió ir a cabalgar con su caballo por los terrenos y nopaleras que no vieron sus ojos durante largas noches y días de encierro.
Atenco es una romería al amanecer de un día lleno de sol, ya lloverá más tarde, por hoy el pueblo baila y canta, recibiendo a sus presos políticos en plena plaza que se cimbra una y otra vez con los potentes cañonazos que ya hicieron historia en las luchas sociales de la última década en nuestro país. Es aquí donde tiene un valor intrínseco la memoria organizada de un pueblo que tiene más de mil razones puras para protestar, con las manos duras y curtidas por el trabajo, uniéndose como hermanos para vencer.
Y este triunfo compartido por quienes mucho han contribuido a enfrentar al monstruo del poder, nos recuerda una plaza de la Revolución en La Habana, con un millón de gente, escuchando a una joven vietnamita hablar junto a Fidel Castro, mostrando el significado de la sonrisa de la victoria, a ella, que la habían sentenciado a cadena perpetua y sonrió ante sus verdugos, porque sabía que antes de que se cumpliera sentencia alguna ellos caerían del poder, tal como ocurrió cinco años más tarde con la derrota del imperialismo a manos del pueblo vietnamita.
Y ahí, entrando a la plaza en Atenco, estaba Nacho del Valle, actuando como un viejo inválido, para a continuación levantar la voz y enarbolar con fuerza su machete, para acallar las voces que prácticamente lo daban por muerto y enterrado por los 112 años de prisión que le dictaron.
Si, es fiesta, es algarabía, es representación, es drama, es tragedia, es pasión y heroísmo de un pueblo que se ha ganado el derecho a estar entre los más altos significados que se tiene hoy para mostrar lo que en realidad es un centenario de Revolución y un bicentenario de Independencia, más como perspectiva de construir un futuro desde abajo que de nostalgias de un ayer altamente capitalizable por los dueños del poder.
Y por eso están aquí los trabajadores del SME que recuerdan los 72 días en huelga de hambre de Cayetano y llaman a no caer en sectarismos y sumar fuerzas, las triquis que recuerdan a Alberta Cariño, las madres de los asesinados en Sucumbíos, los maestros de la CNTE y los militantes del PRT y los de la otra campaña, periodistas y artistas, jóvenes y viejos, junto a Trini, asumiendo también el compromiso de, así como se logró la libertad de los 12, no desmayar hasta conseguir el regreso de América del Valle, hoy solicitando asilo en la Embajada de Venezuela.
“Escribo tu nombre por las paredes de mi ciudad, tu nombre verdadero: ¡libertad!” se canta por lo alto y en náhuatl se da una lección de dignidad, raíz y resistencia.
Por todo ello, por los momentos compartidos, por las horas de vigilia, por el dolor de los ausentes, por la impunidad prevaleciente, por la injusticia latente, por esta victoria conquistada el día de hoy, es necesario decir: ¡Gracias Atenco, Tlazokamati!
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