El triunfo de la unidad obrera

Salvador Castañeda O´Connor

2011 / 05 / 05

El PRI y el PAN que forman una coalición indivisible siempre que se trata de atropellar los derechos de los trabajadores y del pueblo, sufrieron una derrota espantosa, cuando pretendían aprobar en el Congreso de la Unión al vapor y en plena Semana Santa, una contrarreforma laboral que se proponía reimplantar la esclavitud en México.

La unidad de los trabajadores agrupados en los diversos sindicatos y centrales obreras, con todo y que fue una unidad momentánea y precaria, resultó suficiente para que el Congreso regresara a comisiones la iniciativa de Ley formulada por el PRI y el PAN, que contenía reformas a la Ley Federal del Trabajo. El rechazo que por lo pronto sufrió esa iniciativa anti-constitucional y anti-histórica, se originó por los vigorosos alegatos de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos, el Partido de los Comunistas y otros distinguidos juristas y militantes políticos, pero fundamentalmente por la movilización del Sindicato Mexicano de Electricistas, de los mineros, de los telefonistas y los universitarios. En Nayarit fue importante la movilización del Sindicato de Burócratas que preside Águeda Galicia y del SITRAyD. Lo más sobresaliente fue que todas estas agrupaciones independientes y combativas se movilizaron al mismo tiempo que los sindicatos agrupados en la CTM y otras centrales que forman parte del Congreso del Trabajo.

Esta experiencia unitaria de los trabajadores mexicanos no es más que el arranque de lo que en el futuro será una unidad permanente de los trabajadores en contra de sus enemigos de clase, es decir en contra de las empresas trasnacionales, del imperialismo norteamericano y del gobierno pelele de Calderón, hasta apropiarse de los medios e instrumentos de la producción económica y del cambio para abolir la explotación del trabajo asalariado.

El episodio aleccionador de la unidad obrera que hizo fracasar el golpe que los reaccionarios y vende patrias querían asestar a los trabajadores y al pueblo de México, contrasta con el desquebrajamiento de las coaliciones electorales y con la división interna de los partidos involucrados en ellas, con la consecuente desmoralización de aquellos ciudadanos que todavía creen que las elecciones son un camino para lograr cambios profundos en nuestro país, precisamente cuando estamos atravesando por la etapa más antidemocrática de nuestra historia.

Solamente los perversos y los ignorantes le apuestan a las elecciones cuando éstas no expresan políticamente la lucha de clases; cuando todos los partidos contendientes sirven a los mismos intereses de clase, a los intereses del imperialismo y de los explotadores.

Nosotros, fuera de las mentadas de madre no tenemos que decirle nada a los perversos; pero a los despistados y a los ingenuos queremos explicarles que el desarrollo capitalista ha pasado por varias etapas en el mundo y en México. De la Libre Concurrencia pasó a la época de los monopolios y el Imperialismo, acabando con la competencia de otros capitalistas dentro del territorio de cada país e iniciando la exportación de capitales. Dentro de la misma etapa del imperialismo pasó al Capitalismo Monopolista de Estado, en donde se amalgaman el Estado y los monopolios para acrecentar, por una parte, las enormes ganancias de los ricos explotadores, y por la otra, el empobrecimiento de los trabajadores. Ahora estamos viviendo la etapa del Capitalismo Monopolista de Estado Trasnacional donde la oligarquía especuladora y trasnacional que tiene su asiento principal en Norteamérica ha logrado configurar un dominio trasnacional para apropiarse de las empresas nacionales y de la plusvalía de los países periféricos y, apoyada en una gran concentración del capital elimina la libre competencia más allá de sus fronteras y en los eslabones decisivos de su reproducción ampliada. En lo político, fortalece y transnacionaliza al Estado Yanqui con todo y sus funciones administrativas, legislativas y judiciales, mientras que al llamado Estado mexicano y a otros Estados de la periferia los desnacionaliza para convertirlos en verdaderas sucursales del gobierno norteamericano. Este proceso es irreversible, en los marcos del sistema capitalista, y no se puede evitar ni con decretos, ni con declaraciones, ni con buenas intenciones. Las elecciones van a producir unos gobernantes que no tendrán la autoridad para resolver nada a favor de nuestro pueblo, porque están condenados a ser simples mozos de los monopolios extranjeros.

Este camino sangriento del imperialismo no se puede desandar con elecciones y menos con unas elecciones de rancho. Los candidatos a Gobernador de Nayarit solo difunden su nombre y su fotografía, pero en caso de que tuvieran algún programa o plataforma electoral y tuvieran también la intención de cumplir con su palabra, tendrían desde ahora que consultar y pedirle permiso a los gobernantes norteamericanos, y principalmente al descafeinado Obama.

La verdadera alternativa que nos queda a los mexicanos es la de luchar para que nuestra Nación recupere su derecho a la autodeterminación y podamos formar un Estado de obreros, campesinos y pueblos indígenas que conduzca a nuestro pueblo a la destrucción del capitalismo y a la edificación del socialismo, única alternativa válida para superar los viejos y nuevos problemas de nuestro pueblo y de la clase trabajadora.

Cuando nos referimos a la unidad obrera no le estamos atribuyendo a esta frase efectos mágicos sino que hablamos de una verdad que se desprende de la historia de la lucha de clases: la principal fuerza con que cuentan los obreros es su unidad

No en balde la consigna con la que Marx y Engels rubrican el Manifiesto Comunista dice: ¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS ¡


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