El Frankestein laboral de Calderón
Martín Esparza Flores
Torpemente, Felipe Calderón busca que la
recién aterrizada LXII Legislatura dé vida a su “Frankestein” laboral,
cuyo engendro es en buena parte autoría del exsecretario del Trabajo,
Javier Lozano Alarcón; ése engendro de la derecha que busca aniquilar
los derechos de los trabajadores y dejarlos sin los beneficios de la
seguridad social.
La versión corregida y aumentada que
envío Calderón al nuevo Congreso, lleva de colofón una misiva al
corporativismo del PRI al plantear que las dirigencias sindicales, sin
distinción, sean electas mediante el voto universal, libre y secreto de
los trabajadores, amén de establecer mecanismos de auditoría y
transparencia a recursos cuyo origen no es del orden público.
En lo sustancial, Calderón insiste en
menoscabar los derechos y las conquistas de los trabajadores tales como
cercenar el derecho a huelga, que tanto pisoteó durante su gobierno como
ocurrió en repetidas ocasiones con el gremio de los mineros al cual,
por consigna, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, declaró
nulos sus movimientos como el de Cananea.
Eso sí, la iniciativa pulveriza, como en
repetidas ocasiones lo denunciamos, el derecho a la seguridad social al
legalizar las outsourcings —libres contrataciones—, el pago por hora y
los contratos de prueba, que por cierto tanto alentó de manera ilegal el
ahora senador Javier Lozano, a través de los contratos de protección y
los sindicatos blancos.
La lista de atropellos contenidos en la
pretendida reforma laboral es extensa, razón por la cual fue enviada a
la congeladora en la LXI Legislatura. Y así como hace unos meses los
sindicatos independientes, como el el Mexicano de los Electricistas,
anunciamos movilizaciones en todo el país para impedir un atropello de
tales dimensiones en contra de la ya de sí golpeada clase trabajadora,
ahora no debemos dejar de considerar que la intención de última hora de
Calderón lleva implícita más un amarre de navajas al próximo gobierno
que un razonamiento lógico para su aprobación.
La nueva correlación de fuerzas al
interior del Congreso deja al PRI con la responsabilidad mayoritaria de
decidir al respecto, por lo que no deberá extrañar a nadie que el
próximo 30 de septiembre, que vence el plazo para resolver a favor o en
contra de la Ley Calderón-Lozano, los legisladores, cual Pilatos, echen
mano al aguamanil y se laven las manos, negando la paternidad al
monstruoso Frankestein laboral del presidente, tan abominable que ni
siquiera la inglesa Mary Shelley fue capaz de concebir en su inmortal
obra.
Seguramente que en el pecado Calderón
llevará la penitencia, pues diputados y senadores de izquierda en el
Congreso se encargarán de recordarle su política antilaboral y su
estrepitoso fracaso como mal autonombrado “presidente del empleo”. Y los
priístas difícilmente dirán “esta boca es mía”, cuando la reata enviada
desde Los Pinos para tratar de lazar a sus charros sindicales está más
que anunciada.
Antes de pensar en reformas laborales
atentatorias de los derechos de los trabajadores, debe recapitularse en
el cumplimiento de las actuales leyes laborales, tan violentadas en el
actual sexenio que han pasado a ser letra muerta lo mismo que los
tratados internacionales en la materia. El país no necesita una nueva
reforma, sino el inaplazable cumplimiento del Estado de derecho. Así de
sencillo. Demos, pues, el adiós al Frankestein laboral de Calderón.
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