Persisten las dudas en la extinción de Luz y Fuerza
Las interrogantes no caducan
Martín Esparza Flores
Revista Siempre! 
En el Informe de Rendición de Cuentas 
2006-2012 de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), signado por 
Jaime González Aguade, último director de la paraestatal en el pasado 
sexenio, se establece con claridad el marco jurídico que en lo 
constitucional y en lo legislativo rige a la industria eléctrica 
nacional y a los organismos encargados de operarla.
Son los artículos 27 y 28 de nuestra 
Carta Magna los que norman el manejo, por parte del Estado, de los 
recursos estratégicos como la electricidad y cuya función al respecto no
 constituye monopolio alguno. El párrafo cuarto del 28 indica que el 
Gobierno federal debe mantener siempre la propiedad y el control sobre 
los organismos que en su caso se establezcan.
De igual forma, en la fracción X del 
artículo 73 se dicta que el Congreso tiene la facultad para legislar en 
toda la república sobre energía eléctrica; y en la fracción I del 
artículo 89 se prevé como facultad del Ejecutivo promulgar y ejecutar 
las leyes que expida el Poder Legislativo, proveyendo en la esfera 
administrativa a su exacta observancia.
Es la Ley del Servicio Público de Energía
 Eléctrica la que regula todas y cada una de las actividades del sector,
 así como aquéllas que no se consideran servicio público y determina la 
naturaleza jurídica y la organización de entidades como la CFE y la 
extinta Luz y Fuerza del Centro; la primera creada a instancias del 
presidente Lázaro Cárdenas en 1937, y la segunda surgida de la 
iniciativa enviada por Carlos Salinas de Gortari al Congreso, durante su
 gobierno, mediante la cual diputados y senadores aprobaron las reformas
 al artículo cuarto transitorio de dicha ley para disponer la creación 
de un nuevo organismo que atendiera la zona centro del país, con base en
 las facultades que otorga al Legislativo la fracción X del artículo 73.
Es el momento que, en el contexto de un 
naciente gobierno, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) 
responda de cara a millones de mexicanos los motivos que llevaron a sus 
integrantes a declarar constitucional el Decreto de Extinción de Luz y 
Fuerza del Centro emitido en octubre del 2009 por Felipe Calderón, 
cuando la facultad para operar los cambios en LFC no recaía en el ámbito
 de sus atribuciones sino en las del Congreso de la Unión, tal y como lo
 establece el marco constitucional.
Pero también subsisten otras 
interrogantes a dilucidar, entre ellas: ¿quién supervisó la actuación 
administrativa del Ejecutivo y los miembros de la Junta de Gobierno que 
controlaban, en su caso, LFC?; ¿cuándo este órgano de gobierno sesionó 
para declarar como insostenible financieramente el organismo público 
descentralizado?; ¿quién se tomó la molestia de fiscalizar a los 
miembros de la Junta de Gobierno?; ¿en qué manos quedaron los archivos 
históricos, tanto técnicos como financieros de Luz y Fuerza, así como 
sus inventarios?; ¿a cuánto ascendía el patrimonio de la extinta 
entidad?; ¿a cuánto asciende el Fondo de Previsión Social?
Estas interrogantes al igual que los 
temas de orden administrativos no caducan al término de una 
administración federal, por lo que debe abrirse un debate nacional para 
inducir la rendición de cuentas de los responsables y determinar con 
claridad a la sociedad la pésima administración de Felipe Calderón y su 
séquito de corifeos como la entonces secretaria de Energía, Georgina 
Kessel y su secretario del Trabajo, Javier Lozano, sin faltar, por 
supuesto, los miembros de la Junta de Gobierno de LFC, que además 
entregaron a particulares el millonario negocio de la fibra óptica.
Es momento de que la SCJN asuma su papel 
como máximo representante del Poder Judicial para lograr que tanto el 
Legislativo y como el Ejecutivo respeten sus funciones establecidas en 
nuestra Constitución, producto de una revolución armada que costó más de
 un millón de vidas. Sólo respetando el marco constitucional podremos 
alcanzar un país democrático, con libertad y con justicia social. Los 
ministros tienen en sus manos el resolver un conflicto que lleva más de 
tres años, donde los únicos afectados han sido los trabajadores del SME,
 los usuarios y el pueblo de México. 
 
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