Primera sala de cine de Rusia recuperará viejo esplendor y vocación revolucionaria

El primer cine de Rusia Judózhestvenni (“artística”)
Uno de los cines más antiguos de Europa y sin duda el más viejo de Moscú recuperará su lujoso aspecto inicial. Los encargados de la restauración aseguran que la sala Judózhestvenni (“artística”, en ruso) recobrará su esplendor y mantendrá las tecnologías tradicionales, tales como el proyector de 35 mm.

La pregunta es si el nuevo espacio, aunque reformado al estilo antiguo, conseguirá reanimar el espíritu cinéfilo que habitó en estas paredes durante más de un siglo.
“En breve se inaugurará el teatro eléctrico Sala Judózhestvenni en un edificio levantado expresamente para ello en la plaza de Arbat. Tiene capacidad para 400 espectadores y su enorme pantalla está instalada dentro de un foso iluminado. En los intermedios tocará la orquesta sinfónica”, informaba a principios de noviembre de 1909 el diario Russkie Védomosti.
A pesar de que en sus 105 años de existencia la sala jamás ha sido renovada, sus fachadas y vestíbulo han perdido la inicial elegancia, la cafetería y los lavabos se encontraban en un estado lamentable y entre las decenas de los cines moscovitas el Judózhestvenni parecía un aristócrata entre plebeyos, noble pero pobre. Sin embargo, sus paredes aún recuerdan a ilustres visitantes de la talla del gran escritor Leon Tolstói (1828-1910), así como la solemne inauguración del cine Judózhestvenni que marcó un punto de inflexión en la vida cultural de la capital rusa.
Antes de que el propietario de inmuebles Albert Broksh abriera el “Teatro Eléctrico Judózhestbenni”, el público se conformaba con cualquier lugar, por impresentable que fuera, a cambio de asistir al espectáculo de moda: el cinematógrafo. Un almacén, una cochera… todo lo que tuviera un tejado para que el “estimado público” no se mojase bajo la lluvia.
Junto a la pantalla se sentaba el pianista y enfrente se colocaban filas de bancos y sillas. Muchas veces los espectadores estaban de pie: así era mayor el aforo y los beneficios del empresario.
En su época la aparición de la sala Judózhestvenni revolucionó no sólo el negocio del cine sino que también hizo que cambiara la percepción de este tipo de espectáculos en la sociedad. El flamante “Teatro Eléctrico” disponía de un edificio con todo tipo de comodidades y servicios: luz, ventilación, calefacción.
Con él, el cine dejó de ser una atracción para convertirse en un evento social y cultural.
Los visitantes quedaban fascinados por los vistosos carteles y las guirnaldas de bombillas eléctricas en la fachada; palmeras en el vestíbulo, columnas de mármol y arañas de cristal de roca. Antes de la función la música (¡en vivo, por supuesto!) amenizaba la espera.
Poco a poco Judózhestvenni se fue convirtiendo en club de intelectuales moscovitas, aunque no por eso dejó de ser un lugar popular y concurrido. La afluencia de espectadores era tal que hubo que ampliar la sala. En 1913, una vez finalizadas las obras de remodelación a cargo de Fiódor Schechtel, el representante más importante de la arquitectura modernista rusa, su capacidad aumentó hasta 900 personas.
“Todos los asientos están ocupados, no queda sitio libre, sólo se ven filas de caras animadas. Un público distinguido: hombres de negocios con sus familias, estudiantes, funcionarios y elegantes señoritas. La gente conversa… Ahora las luces se van apagando y se ilumina la blanca pantalla. Las conversaciones quedan olvidadas. Empieza la magia del cine”, recordaba un contemporáneo.
Al principio, la cartelera del “teatro eléctrico” no destacaba por originalidad ni variedad de la oferta. Pero la demanda crecía y los gustos de la audiencia se iban refinando.
Y mientras haya espectadores, habrá cine.

Nada de reconstruir, sólo restaurar

El primer cine de Rusia pretende recuperar su viejo esplendor y vocación revolucionaria
Durante el último siglo Judózhestvenni fue escenario de grandes estrenos. El 18 de enero de 1926, en la plaza que hay delante del cine, instalaron una maqueta del legendario acorazado Potemkin para anunciar el estreno de la homónima obra maestra del cineasta ruso Serguéi Eisenstéin. En marzo de 1931 se proyectó aquí la primera película sonora y en 1936, la primera en color. Más tarde, acogió las primeras semanas del cine español y del cine latinoamericano en Moscú.
Hasta hace poco fue también una de las salas del Festival Internacional de Moscú. La verdad es que ya no era muy cómodo ni contaba con sistemas de proyección modernos, pero entre sus paredes se respiraba la historia del cine.
Los encargados de la renovación del edificio prometen actuar con gran delicadez y devolverle todo lo que el tiempo se llevó. Se recuperarán las originales decoraciones de la fachada, las lámparas, el parqué e incluso su viejo nombre: Teatro Eléctrico Judózhestvenni.
Tigrán Manukián, vicedirector de la empresa que gestiona la sala, aseguró a los periodistas que no se trata de una mera reconstrucción o remodelación. Prometió que se actuará con sumo cuidado al adaptar uno de los cines más antiguos del mundo a las necesidades de hoy. “Al desarrollar este proyecto nos centramos en la investigación. Los restauradores pasaron horas y horas buscando en los archivos los dibujos originales de Schechtel”, dijo Manukián durante la presentación del proyecto.
Pero restaurar los interiores históricos y dotarlos de equipos modernos no será lo más difícil. Mucho más complicado es conservar el espíritu de tan especial espacio, preservar esa sensación de la “magia del cine”. Una misión casi imposible, según demuestra la experiencia de reconstrucción de otras salas.
Moscú cuenta con más de un centenar de cines y la mayoría de ellos son idénticos por su aspecto y cartelera. Por tanto, parece que el primero que diversifique la oferta con documentales o cine experimental estará condenado al éxito. Pero solo parece, pues no sucede nada parecido.
Quizás el renacido Teatro Eléctrico Judózhestvenni vuelva a revolucionar el cinematógrafo ruso. Por algo cuenta para ello con 105 años de experiencia.
Natalia Afanásieva

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