Las leyes de la “contrarreforma”: el no a Tula y el sí a trasnacionales
/Sexta parte y última
La noticia del gobierno federal de
cancelar en definitiva la construcción de la refinería de Tula, Hidalgo,
es la muestra irrefutable de que la reforma energética nunca contempló,
ni contemplará, lograr la autosuficiencia de hidrocarburos en el país
para el consumo interno.
De esta manera, la noticia anunciada con fanfarrias en el gobierno de Felipe Calderón se va al cesto de la basura, echando también al caño
nada menos que 6 mil 200 millones de pesos que, de acuerdo con
legisladores de oposición, fueron empleados en los últimos 5 años en
rubros tales como la construcción de la barda perimetral que
establecería los límites del espacio de 700 hectáreas destinadas para la
obra y que fueron adquiridas por el gobierno de Hidalgo a través de
contraer deuda pública por 1 mil 500 millones de pesos.
En la lista de millonarios egresos
federales del ahora frustrado proyecto, se suman los costos por el
acondicionamiento del terreno y “estudios de preinversión”, segmento
este último que, al decir de diputados y senadores, absorbió recursos
por más de 5 mil millones de pesos.
Como establecimos a lo largo de la
presente serie, las leyes secundarias confirman con el anuncio oficial
del pasado 3 de octubre que la privatización del sector energético está
en marcha y será total; Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión
Federal de Electricidad (CFE) están condenadas a desaparecer y ser en un
futuro no muy lejano únicamente empresas administradoras a favor de los
poderosos consorcios extranjeros y nacionales.
Desde que a principios de la década de
1990 el gobierno de Carlos Salinas atomizó la estructura de la
extracción, producción y refinación en Pemex a través del modelo de
empresas subsidiarias, se puso en riesgo el abasto de las gasolinas al
abandonarse la realización de nuevos proyectos. Por ejemplo, en la
década de 1970 todavía existía el interés en garantizar el abasto
interno de gasolinas y diesel, por lo que en 1976 fue inaugurada la
Refinería de Tula, y el 18 de marzo de 1979, la Refinería de Salinas
Cruz. De hecho, a principios de la década de 1980, Pemex todavía se daba el lujo de exportar gasolinas obteniendo atractivas ganancias y manteniendo un costo razonable para el mercado interno.
Cuando el 18 de marzo de 2008, en el
marco de la celebración de la expropiación petrolera, se hizo pública la
intención del gobierno calderonista de construir una nueva refinería
con la promesa de que se disminuiría la dependencia energética del
exterior, se habló además de la expectativa de que en sus instalaciones
se lograrían procesar 250 mil barriles diarios de petróleo y producir
163 mil barriles de gasolina al día y 117 mil de diésel. Aún así, la
demanda interna que sobrepasa los 500 mil barriles diarios de gasolina y
diésel no podría ser cubierta; es esta dependencia al exterior la que
obliga al país a comprar los hidrocarburos a altos costos, impactando
mes con mes en los bolsillos de los consumidores con los tradicionales gasolinazos.
La reforma energética contempla la
apertura total para la importación de gasolinas que ahora podrán ser
vendidas al público por las firmas extranjeras y privadas. Es lógico
suponer que el costo no bajará, aún cuando se diga que la competencia
del mercado impactará en los precios a favor de la población. Quienes
nos venden actualmente los 500 mil barriles diarios de gasolinas son los
mismos que nos las expenderán a pie de nuestros vehículos, y saben a la
perfección que tendrán un mercado cautivo sin contrapesos de
importancia:?uno de ellos, que sería la nueva Refinería de Tula, ya no
representará preocupación alguna para sus planes de expansión y sus
ganancias por venir en México.
El gobierno mexicano les está limpiando el camino
para que puedan obtener los máximos beneficios, dejando como daño
colateral, y a fondo perdido, los más de 6 mil millones de pesos que ya
se gastaron en una costosa y demagógica parafernalia que sirvió de
pantalla en el proceso de la aprobación de la reforma energética y sus
leyes secundarias, para hacer creer a la nación que la intención no era
privatizar nuestros recursos y hasta nuestro mercado interno.
En esos costosísimos daños colaterales,
no podemos dejar de mencionar los que deberá asumir Hidalgo, cuyo
gobierno se endeudó para adquirir las 700 hectáreas que le permitieron
ser la entidad elegida como viable para la construcción de la nueva
refinería. Así, uno de los estados más pobres del país apostó en su
momento a que el proyecto en el que, se dijo, habrían de invertirse 10
mil millones de dólares, sería el detonante del desarrollo económico, no
únicamente de la región de Tula sino de la entidad en su conjunto. Pero
comenzaron a pasar los años y el gobierno de Calderón sólo dio largas
al asunto y los únicos trabajos que se iniciaron de lo que suponía
serían los primeros pasos para que México recuperara su autosuficiencia
en el abasto de combustibles fueron los relacionados con la construcción
de la barda perimetral, que junto con la Estela de Luz (Estafa de Luz)
y el arbitrario cierre de Luz y Fuerza del Centro, en octubre de 2009,
son algunos de los testimonios vivientes de la incapacidad y corrupción
tanto de Calderón como de su camarilla panista, entre cuyos integrantes
destacan los hoy senadores Ernesto Cordero y Javier Lozano Alarcón.
Son ellos los responsables directos de
que al día de hoy la deuda de Hidalgo ascienda a 10 mil millones de
pesos, por lo que sus autoridades deben pagar 70 millones de pesos
mensuales, tan sólo de intereses. Recursos que bien podrían emplearse en
proyectos productivos y sociales en un estado donde la migración de los
habitantes de sus zonas rurales a Estados Unidos crece día a día. Bajo
ningún argumento puede aceptarse tampoco que no se finquen
responsabilidades a los culpables de haber distraído del erario más de 6
mil millones de pesos, a sabiendas de que la nueva refinería ya no
estaba contemplada en el portafolio de negocios de Pemex. De esa
dimensión, el costo de entregar al país a las trasnacionales, en el
vergonzoso contexto de las leyes de la contrarreforma.
Martín Esparza Flores*/Sexta parte y última
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
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