Cuba-EU: las claves de la diplomacia ultrasecreta

Reabren embajada de Estados Unidos en Cuba. Foto: AP / Ismael Francisco / Cubadebate
Reabren embajada de Estados Unidos en Cuba.
Foto: AP / Ismael Francisco / Cubadebate
En un evento cargado de simbolismo, el secretario de Estado John Kerry izó la bandera de Estados Unidos en la embajada de su país en Cuba. Fue este uno de los actos culminantes en el proceso de normalización de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana luego de 18 meses de negociaciones secretas en las que hubo encuentros confidenciales en Otawa, Toronto y Roma, intercambio de prisioneros y las gestiones directas del Papa Francisco.
WASHINGTON (Proceso).- El viernes 14, cientos de dignatarios se reunieron en el malecón de La Habana para presenciar cómo la bandera estadunidense se elevaba lentamente en el mástil ubicado frente a la recién reconstituida embajada de Estados Unidos.
El más prominente entre ellos era el secretario de Estado, John Kerry, el funcionario estadunidense de más alto nivel que haya puesto un pie en Cuba desde la revolución de Fidel Castro, en 1959.
Kerry se reunió con su contraparte, el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez; y luego los dos dieron una conferencia de prensa en el venerable Hotel Nacional, donde los trabajadores se habían pasado toda la semana puliendo candelabros, remozando el patio y pintando los paredes. Paso a paso, la ceremonia de La Habana reflejó los acontecimientos del 20 de julio en Washington, cuando Rodríguez viajó a la capital estadunidense para encabezar el izamiento de la bandera cubana en la recién reabierta embajada de la República de Cuba.
Así Estados Unidos y Cuba habían “roto las ataduras del pasado”, como afirmó el 17 de diciembre de 2014 el presidente Barack Obama, cuando él y Raúl Castro azoraron al mundo al anunciar un acuerdo bilateral para normalizar las relaciones diplomáticas.
Con la inauguración formal de la embajada estadunidense, este objetivo está cumplido. El arribo de una coexistencia pacífica después de décadas de agresión imperialista –invasiones dirigidas por la CIA, complots de asesinato contra Fidel, crisis de misiles y el intransigente embargo económico– constituye un momento histórico que muchos ciudadanos latinoamericanos y estadunidenses nunca creyeron llegar a presenciar.
La historia de cómo Obama y Castro lograron poner fin a uno de los conflictos más insolubles de la región es una mezcla de iniciativas diplomáticas coordinadas, inventiva política y circunstancias políticas cambiantes.
Para tener éxito, Washington y La Habana se involucraron en una diplomacia paralela ultrasecreta, concertando no menos de nueve reuniones entre 2013 y 2014, y utilizando a intermediarios e interlocutores claves que apoyaran e hicieran avanzar su diálogo clandestino. A fin de crear un sustrato positivo para las pláticas, Estados Unidos incluso se involucró en una modalidad única de “diplomacia de la cigüeña”: facilitó el embarazo de la esposa de uno de los cinco espías cubanos encarcelados en territorio estadunidense. Y ambas partes recurrieron al apoyo del Papa Francisco, quien asumió un papel activo para impulsar la causa del reacercamiento.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 2024, ya en circulación) 

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