Nada cambiará
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15 ago 2015
Crisis irreversible en el sistema de partidos
Martín Esparza Flores
Crisis irreversible en el sistema de partidos
Martín Esparza Flores
Confinadas en la peor crisis interna
e ideológica de su historia, las tres principales fuerzas políticas del
país tratan de emplear la renovación de sus dirigencias nacionales como
un elemento de distracción y manipulación de la opinión pública; una
vez más el PRI, PAN y PRD quieren endilgar a los electores el engaño de
una renovación partidista que, ahora sí, trabajará por el bien del país,
cuando sus cartas de recomendación hablan de un absoluto acatamiento parlamentario a los intereses de las multinacionales y los gobiernos extranjeros.
Las alianzas y connivencias que de una u
otra forma ha pactado esta pervertida triada política, a la par de sus
organismos comparsas como el PANAL y el Verde Ecologista, permitieron la
aprobación en el Congreso de las llamadas reformas estructurales sin
tomar opinión al país. Los saldos que ya asoman en el gris horizonte de
nuestra economía no son nada alentadores para la imagen política de
quienes hicieron posible tal saqueo a los recursos energéticos y las
riquezas naturales, así como el despojo de derechos laborales a millones
de mexicanos que nuevamente deberán cargar sobre sus espaldas el peso
de una onerosa recesión y el riesgo de una creciente inestabilidad
laboral.
Ahora en un acto de conocida
prestidigitación mediática buscan reciclar o llevar a la palestra de sus
elecciones internas a personajes que a lo largo de los años han
brincado de un puesto a otro en sus partidos y en la administración
pública, sin mostrar un ápice de legítimo compromiso social con las
clases populares. Arropados en su acostumbrada demagogia tratan
nuevamente de burlarse de aquéllos a los que han defraudado con su voto,
una y otra vez, ahora bajo la argucia de que la crisis de sus
institutos políticos es obra de desatinos humanos y no consecuencia
directa por el extravío de sus fundamentos partidistas e ideológicos,
enviados al archivo muerto en aras de satisfacer los intereses
personales de sus dirigencias pasadas, enriquecidas a la sombra de la
corrupción y el poder.
Nada cambiará en la deshonesta clase
política si al liderazgo del PRI llega Manlio Fabio Beltrones, como si
en el PAN Javier Corral o Ricardo Anaya acceden a tal cargo —este último
exhibido en componendas con el gobernador de su partido en Sonora,
Guillermo Padrés, solicitando apoyo económico a su campaña—; o si en el
Congreso Nacional del PRD, de septiembre próximo, se decide relevar en
definitiva de su cargo el efímero dirigente Carlos Navarrete, para abrir
nuevos canales de acercamiento y unidad con una izquierda en vías de
extinción.
Tácitamente, sus agendas inmediatas
están puestas en ganar las doce gubernaturas que estarán en juego el
próximo año y en sacar adelante, en la cercana LIII Legislatura,
iniciativas tendientes a la privatización del agua, los servicios de
salud y hasta nuestras playas, pero en lo absoluto figuran como sus
prioridades la defensa a las cada vez más frecuentes agresiones a los
derechos humanos y laborales de millones de mexicanos, producto de la
puesta en marcha de las reformas estructurales.
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