Canadá ante el TLCAN: Dejar a un lado a México, si fuera necesario

Canadá ante el TLCAN: Dejar a un lado a México, si fuera necesario

MONTREAL (apro).- El pasado miércoles 11, Justin Trudeau aceptó públicamente lo que se sospechaba desde hace tiempo. Luego de su encuentro con Trump en Washington, el primer ministro canadiense declaró ante la pregunta de un posible acuerdo bilateral con Estados Unidos que dejara de lado a México: “Continúo creyendo en el TLCAN”, para luego precisar: “Pero estamos listos para cualquier cosa. Todo es posible”.
La importancia económica de Estados Unidos para su vecino del norte es neurálgica y pesa más que cualquier discurso empapado de deseos de cooperación trilateral y oposición al proteccionismo. El gobierno canadiense había evitado pronunciarse de forma tan explícita durante meses, aunque era un escenario ya contemplado y, en buena medida, alimentado en distintos foros.
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El domingo 8, Chrystia Freeland, ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, había anticipado en un programa de la cadena CTV la posición de Trudeau en Washington: “El primer ministro va también, me parece, a utilizar esta oportunidad para explicar de manera clara al presidente estadunidense que Canadá no es el problema de Estados Unidos”. Freeland hacía alusión al futuro del TLCAN, por lo que ni Irán ni Corea del Norte eran en esta ocasión el país señalado.
A raíz de que Donald Trump ganó los comicios presidenciales y tras el anuncio del millonario de renegociar las condiciones del acuerdo, el gobierno de Canadá montó una firme estrategia para recalcar los enormes beneficios de la relación comercial para ambos países. En enero, fuentes oficiales canadienses que prefirieron el anonimato, declararon a Reuters que Canadá se enfocaría en preservar sus lazos comerciales con Estados Unidos en la renegociación y que no estaría en posición de ayudar a México para esquivar la mira de Trump.
“Queremos a nuestros amigos mexicanos, pero nuestro interés nacional está en primer lugar y la amistad viene después”, dijo uno de los funcionarios consultados.
Sin embargo, la posición pública de Canadá hacía hincapié en que México no estaría al margen y que la voluntad era apoyar el TLCAN como un acuerdo trilateral.
Antes del inicio de las rondas de renegociación, tanto Trudeau como algunos ministros canadienses, ciertos miembros del cuerpo diplomático y varios empresarios recalcaron en foros estadunidenses los sólidos vínculos entre estas dos economías, apoyándose en una serie de indicadores.
Por ejemplo, explicaron que cada día cerca de dos mil millones de dólares en bienes y servicios atraviesan la frontera entre ambos países. Aclararon puntos sobre la balanza comercial (concepto citado frecuentemente por Trump para criticar el TLCAN): pese a un superávit canadiense de dos mil 300 millones de dólares mensuales en promedio, éste se transforma en déficit por alrededor de tres mil millones si no se toma en cuenta el comercio energético.
“Canadá compra más productos estadunidenses que toda la Unión Europea”, afirmó en esos días Bill Morneau, ministro de Finanzas canadiense.
Asimismo, los funcionarios precisaron que nueve millones de empleos en Estados Unidos dependen de las exportaciones a Canadá y que este país es el primer socio comercial para 35 estados de la Unión Americana.
En febrero pasado, Trudeau visitó por primera vez la Casa Blanca. Ahí escuchó a Trump comentar lo siguiente: “Tenemos una relación comercial excepcional con Canadá. Le vamos a hacer unos retoques”.
Todo parecía volver a la calma al inicio de las renegociaciones. La delegación canadiense subrayaba una y otra vez su disposición a realizar ajustes al acuerdo con sus pares mexicanos y estadunidenses, luego de que la administración Trump había (supuestamente) comprendido el mensaje del equipo de Trudeau. Sin embargo, desde hace unas semanas, Canadá ha constatado que el tema va más allá de “ciertos retoques”.
La delegación estadunidense exige que Canadá transparente su sistema de gestión de oferta en productos lácteos, un punto sensible para ese país. Estados Unidos desea lograr mayor participación en piezas automotrices e imponer una cláusula de extinción del TLCAN cada cinco años, aspectos que no han agradado tanto a Canadá como a México. A su vez, la administración Trump ha negado la posibilidad de permitir libertades para el comercio de la madera industrial canadiense.
En este marco de forcejeos, el Departamento de Comercio de Estados Unidos decidió imponer un arancel de 220%, como medida antidumping, a los aviones CSeries fabricados por la canadiense Bombardier, luego de una denuncia presentada por la estadunidense Boeing.
Trudeau replicó con la amenaza de no adquirir 18 aviones de combate FA-18 Super Hornet a Boeing, en un acuerdo que rondaría los cinco mil millones de dólares. El primer ministro canadiense ha constatado por ende que Trump siempre resulta impredecible, por lo que la idea de que “el problema no es con nosotros” ha salido de nuevo a colación.
Durante las rondas de renegociación han sido pocos los detalles filtrados a la prensa. Los que se han podido conocer son en su mayoría los puestos sobre la mesa por las autoridades estadunidenses.
Hay sin embargo un elemento citado por los canadienses dirigido a México. Jerry Dias, presidente de Unifor, uno de los grandes sindicatos en Canadá y que ha acompañado a la delegación de su país, se manifestó a principios de septiembre contra los bajos salarios de los trabajadores mexicanos. “(México) de alguna forma tiene que mantener a sus ciudadanos en la pobreza para generar empleos. Es un sinsentido y es indignante. No entiendo el argumento de que tenga que oprimir a sus ciudadanos para estar mejor”.
Trudeau evocó también este asunto en su reciente visita a México.
Thomas Collombat es experto en política sindical en la Universidad de Quebec en Outaouais. Consultado por este medio, afirma que Canadá no ve en lo general a México como una amenaza comercial, salvo por un tema que ha salido a colación en años recientes. “Algunas plantas han cerrado para reinstalarse en suelo mexicano. Un ejemplo que tuvo mucha repercusión fue el cierre de una planta de Bombardier para mudarse a México. Esto es considerado un dumping social por las malas condiciones laborales que favorecen la competencia desleal. Trudeau ha jugado bien esta carta porque recupera peticiones del sindicalismo canadiense para evitar el dumping social y, a su vez, se inserta en su discurso progresista internacional”, explica Collombat.
Justin Trudeau visitó México e insistió en no dejar pasar las oportunidades para mejorar el TLCAN, eso sí, evocando que la situación atraviesa por momentos de incertidumbre, como una forma de blindarse ante señalamientos por lo que dijo en Washington.
Campbell Clark, columnista político del diario The Globe and Mail de Toronto, comentaba que la reciente visita de Trudeau a Washington y a la capital mexicana fue una gran ironía y, a su vez, un triunfo diplomático: no desagradó a Trump y mencionó que es posible un acuerdo bilateral; en México, provocó aplausos y muchas fotos citando el aumento del flujo de turistas mexicanos a Canadá y varios puntos de su agenda progresista. Eso sí, fue esquivo respecto a un TLCAN sin México.
Los gobiernos de México y Canadá han señalado el buen estado en sus relaciones y los deseos de aumentar la colaboración bilateral. Está abierta la posibilidad de que los canadienses continúen en el TLCAN sólo con México o que busquen un nuevo acuerdo conjunto. La frialdad de los números indica después de todo el nivel de prioridades para Canadá: el comercio bilateral entre ese país y Estados Unidos en 2016 fue por cerca de 673 mil millones de dólares; con México alcanzó alrededor de 40 mil millones.
La analista política Tashia Kheireddin dijo hace unos días en Radio-Canadá que Trudeau baila con Trump y con Peña Nieto, pero no bajo la misma melodía. “La prioridad para Justin Trudeau es salvar el acuerdo con Estados Unidos. Si hay que dejar de lado a México, no lo dudará”, agregó.
Las próximas semanas serán cruciales para entrever el futuro del TLCAN y para conocer la ruta que seguirá finalmente el primer ministro canadiense.

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