La lucha indígena de hoy, puede ser la última: Carlos González
La extinción de los pueblos indígenas sería también el final de México como nación, advierte el abogado nahua Carlos González, integrante del CIG-CNI. La lucha que les impone la “Cuarta Transformación” es definitiva, sostiene. No aceptarán consultas para legitimar la entrega de territorios, ni aunque se realicen bajo el Convenio 169 de la OIT. Decir que los pueblos son “conservadores”, producto de una visión decimonónica

Abasolo, Guanajuato. Los pueblos 
indígenas resisten una guerra en su contra; otra más en 5 centurias. O 
la misma desde entonces. Pero lo que está claro para el concejal nahua 
Carlos González es que esta vez es definitiva. Las naciones, tribus y 
pueblos originarios darán la batalla por seguir existiendo. Para muchos 
de ellos, de no ganar, no habrá mañana. Su cultura y su historia 
quedarán sepultadas para siempre.
Carlos González luce un bigote espeso, 
abultado, y cabello cortado a casquete corto. Explica que la 
desaparición de los pueblos indígenas implicaría también el fin de 
México como nación: el fundamento cultural, social e, incluso, 
constitucional del país son los pueblos originarios.
Y va más allá. La lucha de los pueblos 
indígenas es también la lucha por lo que nombran Madre Tierra –de la que
 se consideran parte– y que la cultura hegemónica denomina, distante, 
“naturaleza” o “medio ambiente”. Si caen los pueblos indígenas del 
mundo, el planeta colapsará en el corto plazo.
Abogado especialista en derecho agrario,
 Carlos González es de discurso convincente, claro, argumentativo. 
Hombre de libros y documentos, trae a la memoria datos, conceptos, 
periodos históricos. Nunca dejó de ser indígena. También es hombre de 
milpa y monte, es decir, de coa, azadón y machete. Hoy, junto a María de
 Jesús Patricio Martínez, Marichuy, vocera del Concejo Indígena
 de Gobierno (CIG), y otros concejales, recorre la geografía indígena 
mexicana: de la costa, a la sierra; de la montaña al valle; del desierto
 a la selva; del campo a la ciudad. Escucha, propone, dialoga… organiza.
Recuerda detalles de cada conflicto de 
los cientos que se desarrollan en los pueblos indígenas en México: las 
comunidades involucradas, la cultura, el tipo de despojo, el 
megaproyecto, la empresa capitalista señalada, las características de la
 lucha legal –si la hay– y las condiciones de la lucha política.

—De toda la geografía de conflictos en México, cuáles son los de más urgente atención –se le pregunta.
—En este momento es fundamental que la 
sociedad mexicana esté atenta a dos cuestiones que son de suma 
importancia. Una, la pervivencia de los pueblos indígenas ante proyectos
 que pretende impulsar el nuevo gobierno, como son el Corredor 
Transístmico [de la costa de Oaxaca a la de Veracruz]; el Tren Maya [por
 los cinco estados de la Península de Yucatán: Tabasco, Campeche, 
Yucatán, Quintana Roo y Chiapas]; las Zonas Económicas Especiales [que a
 las entidades mencionadas se agregan Guerreo y Michoacán], que dicen 
que ya no van a continuar, pero sí van a continuar bajo otro formato; el
 Proyecto Integral Morelos [que afecta además de este estado a Tlaxcala y
 Puebla], y una multitud proyectos en materia de minería de explotación 
de hidrocarburos, de gas, de construcción de infraestructura vial e 
inmobiliaria. Y por otro lado, el impacto que estos proyectos van a 
tener sobre la naturaleza, sobre el medio ambiente. Son dos puntos, dos 
temas que deben estar en la agenda, en la prioridad, de la sociedad 
mexicana.
—El presidente de la República, Andrés 
Manuel López Obrador, ha determinado que todos esos proyectos se harán. 
No hay lugar para negociación o el diálogo. Y esgrime sus 30 millones de
 votos. ¿Qué capacidad de respuesta tienen los pueblos indígenas? –se le
 cuestiona.
Piensa la respuesta. No alardea ni hace propaganda. Analiza. Más que responder al reportero, se responde a sí mismo.
—En términos cuantitativos, de 
cantidades, puede que no sea significativa la resistencia [frente a los 
30 millones de supuestos seguidores de López Obrador], pero en términos 
de quiénes resisten, de cómo han resistido y cómo van a seguir 
resistiendo, creo que es de tomarse en cuenta esta resistencia. Los 
pueblos indígenas han resistido y han pervivido durante siglos.
Reconoce que aunque el Congreso Nacional
 Indígena creció durante los 2 años más recientes, el lopezobradorismo 
sí generó división entre varias tribus, pueblos y naciones e, incluso, 
en las entrañas de algunas comunidades. Por ello, la resistencia ha 
iniciado desde el interior de los barrios, ejidos, encargaturas, 
tenencias.
“Ciertamente en la actualidad muchos de 
los integrantes de estos pueblos, por dinero, no por otra cosa, hay que 
decirlo como es, por un ‘progreso’, así entre comillas, mal entendido, 
han aceptado los proyectos [del lopezobradorismo]. Pero en los pueblos, 
en las comunidades, existen núcleos, existen personas, existen 
estructuras organizativas y existen referentes para la resistencia.”
?Pero a qué resisten las comunidades indígenas. Cuál es su lucha.
?Se está resistiendo a la ocupación, el 
despojo de los territorios indígenas, la destrucción de las culturas, de
 las lenguas, de las formas de gobierno [que llegan] a través de estos 
grandes proyectos. Y a la destrucción de la naturaleza. Eso lo quiero 
dejar bien claro, porque hay quienes nos acusan de ser “conservadores”, 
que nos oponemos al actual gobierno. No. No es una cuestión de que nos 
vayamos a la vieja dicotomía del siglo XIX de conservadores y liberales.
 Es una cuestión diferente. Es una cuestión que tiene que ver con la 
subsistencia, la existencia y la pervivencia al futuro de los pueblos 
originarios; y, por lo tanto, de la nación mexicana, que tiene su 
sustento y su fundamento en estos pueblos. Y repito que es fundamental 
de la Tierra. La Tierra está siendo destruida de manera inmisericorde 
por todas estas políticas de supuesto progreso, de supuesto desarrollo. Y
 estamos erosionando, estamos acabando con las condiciones de la vida 
humana en el país y en el planeta entero. Entonces, son cuestiones 
primordiales las que estamos planeando. No son cuestiones que tengan que
 ver con la política de ideologías gastadas, decimonónicas o con las 
trifulcas y pleitos de la actual clase política y sus partidos. Es algo 
que trasciende toda esta situación, que va mucho más allá y que tiene 
que ver con la pervivencia de los pueblos originarios que han vivido 
milenariamente, con la pervivencia de la nación mexicana y de la vida 
misma.

—Por qué los pueblos indígenas se 
encuentran hoy en una situación que amenaza ahora su supervivencia, si 
antes han resistido. Supervivieron a la Conquista, por ejemplo –se le 
inquiere.
—Porque ha sido paulatina. Nosotros 
hablamos de que, por lo menos desde el siglo XVI, desde la llegada de 
los europeos a lo que ahora es México, ha habido una guerra de invasión,
 de ocupación y de conquista. Nosotros decimos que esa guerra no se ha 
detenido, que esa guerra es permanente. Y [quienes hacen esta guerra] 
han ido destruyendo de manera determinante a los pueblos indígenas. En 
el siglo XIX se hablaba de cerca de 200 lenguas originarias en lo que 
ahora es México; actualmente son menos de 70. En el siglo XIX se decía 
que el 80 por ciento de la población del país hablaba una lengua 
distinta al español y era una lengua originaria. Actualmente esta 
población no llega ni al 10 por ciento, seguramente. Ha habido una 
política sistemática y perfectamente planificada para destruir y para 
exterminar a los pueblos indígenas. Y ha progresado esta política. Y a 
pesar de ella, han pervivido los pueblos; pero ha sido altamente 
destructiva esta guerra que se ha llevado.
En efecto, el Instituto Nacional de 
Lenguas Indígenas (Inali) cuantifica 11 familias lingüísticas con 68 
lenguas (y un número indeterminado de variaciones de esas lenguas). Y 
según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), esos 
idiomas son hablados por menos de 7 millones 400 mil personas.
—Cómo va a ser la resistencia: en las calles, en los tribunales. Qué tipo de resistencia será.
—La resistencia es múltiple. La 
resistencia se da primeramente en las comunidades y en las regiones, a 
partir de las formas de lucha, resistencia, de organización que cada 
comunidad tiene. Por otro lado, hay articulación política nacional, a 
través de Congreso Nacional Indígena, del Concejo Indígena de Gobierno y
 de otras múltiples expresiones indígenas y no indígenas que existen en 
el país.
Aclara que “el Congreso Nacional 
Indígena no es la única expresión de resistencia. Hay múltiples 
expresiones a nivel nacional. Y estas formas de lucha políticas que se 
basan en la movilización, en la organización comunitaria, en muchas 
partes están sustentadas también en recursos legales, jurídicos. Hay 
expresiones del movimiento indígena que ya no acuden a los recursos 
legales, que están totalmente ajenas al Estado mexicano, particularmente
 me quiero referir a las autonomías zapatistas. Pero hay muchas otras 
autonomías y formas de organización indígena que sí apelan a los 
recursos legales, a la legitimidad dentro del Estado nacional. Y todas 
esas formas de resistencia se suman, se agregan. No pensamos en una 
forma de resistencia única o una visión exclusiva”.

—Desde el punto de vista de la 
legalidad, ¿hay posibilidades aún de defensa de las comunidades 
indígenas en los juzgados y tribunales?
—Sí se puede dar siempre y cuando exista
 organización colectiva, organización comunitaria. ¿Por qué? 
Primeramente, porque la Constitución y las leyes secundarias han sufrido
 transformaciones terribles que tienden en primer lugar a la 
privatización de la tierra, de los recursos naturales, tanto de las 
comunidades como de la nación; y en segundo lugar, porque contamos con 
órganos judiciales, con un Poder Judicial federal y poderes judiciales 
en los estados, profundamente corrompidos. Está reconocido a nivel 
internacional que, en lo que tiene que ver con la administración de 
justicia, México es uno de los países más corruptos y donde los jueces y
 los tribunales son contumaces con los grandes intereses empresariales. 
Entonces, tanto la estructura constitucional y legal como la corrupción 
endémica y profunda del Poder Judicial reducen la posibilidad de estos 
recursos legales.
“Pero creemos, y te lo digo porque soy 
abogado y llevo muchos años defendiendo a comunidades indígenas, cuando 
existe organización colectiva, cuando existe resistencia comunitaria, 
los recursos legales pueden ser complementarios a la lucha de las 
comunidades. En estos momentos se torna un poco más difícil porque las 
reformas estructurales, a las cuales al parecer no se les pretende dar 
reversa, en materia de hidrocarburos, en materia de energía eléctrica 
los regímenes de concesiones en materia de minería, de agua y de bienes 
nacionales, a lo que tienden es a privatizar, a poner en manos de 
quienes tienen el poder económico, tanto los recursos de las comunidades
 como de la nación.
—Desde la Otra Campaña, una iniciativa 
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Congreso Nacional 
Indígena lanzada en 2006 para organizar una resistencia anticapitalista,
 se señalaba que México se encaminaba al caos y a su desintegración. 
¿Estamos realmente en esa situación?
—Estamos. El caos ya se vive desde hace 
varios años. No es novedoso. No es algo actual. Eso hay que decirlo. 
Como lo señala el propio Andrés Manuel López Obrador, todo lo que está 
pasando no es algo que él haya ocasionado, generado. Fue ocasionado 
desde hace años por virtud de todas estas políticas y todos estos 
proyectos que han venido construyéndose desde arriba, desde el poder. 
Por eso nos preocupa que siga esta lógica; que en este nuevo gobierno lo
 que sigue imperando es la decisión de imponer a los pueblos proyectos y
 políticas.
Carlos González critica las supuestas 
consultas con las que López Obrador pretende imponer los proyectos ya 
pactados con el gran capital. Pero no sólo critica a ese tipo de 
consultas, sino incluso aquellas que pudieren realizarse bajo las 
directrices del Convenio 169 de la Organización Internacional del 
Trabajo, que garantizan una consulta libre, informada y previa a las 
comunidades. De lo que se trata, explica, es una nueva relación del 
Estado mexicano con los pueblos indígenas para que ellos decidan lo que 
quieren hacer con sus territorios y sus comunidades.

“Nosotros decimos que el derecho a la 
consulta es una pifia, es una gran mentira. No se les tendría que 
consultar a los pueblos indígenas sobre proyectos que se les quieren 
imponer. Lo que tendría que hacerse es construir una nueva relación 
donde los pueblos decidan cuáles son sus prioridades de desarrollo y qué
 proyectos deben desarrollarse en sus territorios. Llegar a los pueblos 
con la pretensión de imponerles proyectos desde arriba o desde afuera, 
legitimándolos con una consulta, sigue siendo lo mismo: en el fondo 
sigue existiendo la misma relación.
“Por eso desde hace meses en el Congreso
 Nacional Indígena se viene discutiendo lo que se conoce como el derecho
 a la consulta. Y decimos que aún así la consulta indígena se lleve de 
acuerdo con las estipulaciones que marcan los convenios internacionales,
 en particular el Convenio 169 de la Organización Internacional del 
Trabajo, siguen siendo imposiciones, siguen formando parte de una 
estructura jurídica, internacional y nacional, colonial.
—Tenemos decisiones ya tomadas por el 
gobierno federal para hacer varios megraproyectos. Y por otro lado 
tenemos la decisión de varias comunidades para no permitir lo que 
consideran un despojo, una usurpación y una guerra. En este choque de 
trenes, ¿esperan desafortunadamente un baño de sangre? ¿Hay que preparase para algo?
—No. Nosotros lo hemos dicho sistemáticamente. No hemos optado por la vía de la guerra. La vía de la guerra sí significaría un baño de sangre.
 Desde arriba sí hay una guerra. Pero los pueblos originarios, y lo han 
acreditado de múltiples formas, procuran evitar la vía de la violencia, 
la vía de la guerra. Pienso yo, los pueblos originarios van a insistir 
en esa resistencia pacífica, civil organizada.
—¿Pero sí ya hay violencia de arriba hacia abajo?
—Esa sí es permanente. La violencia de 
arriba hacia abajo ha sido permanente. No tiene que ver con un gobierno 
que se llame de izquierda, con uno que se llame de derecha, con una 
primera, segunda, tercera o cuarta transformación. Todas las 
transformaciones que ha habido en este país han implicado la violencia 
hacia los pueblos originarios y eso hasta el día de hoy no se ha 
detenido.
—Pero habrá una agudización de la violencia…
—En la medida en que se agudice el 
despojo, en que haya mayor presión sobre los territorios indígenas, en 
la medida en que la economía capitalista depende cada vez más de las 
guerras, de los cárteles delincuenciales, de los cárteles de las drogas,
 del tráfico de armas, pues evidentemente la violencia se recrudece no 
sólo contra los pueblos originarios, sino contra la humanidad entera y 
en todos los espacios de este planeta.
—Cuál es la aportación de la lucha indígena a la lucha anticapitalista –se le cuestiona.
Carlos González no es condescendiente. 
Hace una autocrítica a las propias comunidades y procura ofrecer un 
análisis honesto. Se aleja de la propaganda y del autoelogio.
“Los pueblos indígenas están inmersos en
 la economía capitalista, en el capitalismo. No hay que idealizarlos. 
Están inmersos en todo este mar de contradicciones propias del 
capitalismo. Sin embargo, en el horizonte, en la perspectiva histórica y
 en el sueño colectivo de los pueblos indígenas, todavía tiene un peso 
sustantivo la organización comunitaria, la organización colectiva de las
 comunidades y su relación de mucho respeto con la Madre Tierra, con la 
naturaleza. Creo que esos dos elementos son fundamentales y juegan en 
contra del capitalismo.”
Zósimo CamachoFuente
 
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