2012: El año del México nuevo
jueves 5 de enero de 2012
Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)
.
“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
Indudablemente el año que comienza será crucial en la historia de México. Estamos ante la disyuntiva del parto del México Nuevo o de los funerales del que se negó a cambiar. De continuar las cosas como han venido sucediendo desde hace ya treinta años, lo único que podremos esperar –en caso de no cambiar- es la pérdida total de la dos veces centenaria independencia y la formalización de la condición de colonia o protectorado yanqui en el suelo de nuestros padres; acompañadas de toda suerte de desgracias: miseria, desempleo, violencia y descomposición. La opción por el México Nuevo implica emprender, entre todos, la tarea de la regeneración nacional con todos los sacrificios que implica, pero con la certeza de construir una Nación soberana que, dueña de su destino, ofrezca la justicia, la paz y la felicidad para sus habitantes.
Los que apostaron al neoliberalismo y la globalización dependiente ya tuvieron la oportunidad de comprobar el error de su opción: llevaron a México al mayor desastre de su historia. Iniciada por el PRI con Carlos Salinas y Zedillo, se continuó y profundizó por el PAN con Fox y Calderón. Maquillados con el juego de la alternancia del año 2000, entre los cuatro mantuvieron y apuntalaron la vieja estructura corporativa, todavía capaz de someter a su control a obreros y campesinos, para profundizar el gran barranco de la distribución negativa del ingreso. Para la historia es el período de los pocos grandes multimillonarios y los muchos pequeños pobres; expresión contundente de la pérdida del rumbo y de la destrucción del estado nacional.
Hoy pretenden volver a hacer el juego de la alternancia mañosa. Desprestigiado el PAN oxigenan al viejo PRI, lo maquillan con caras bonitas y sonrientes mediante campañas de promoción de imagen, al estilo de la de los productos chatarra. Es una apuesta por la amnesia colectiva y por su capacidad de engaño. Aún con siglas y atuendos diferentes, son exactamente lo mismo: más entrega a los grandes intereses extra nacionales, más concentración de la riqueza, más neoliberalismo, en suma, más pobreza y desigualdad, por tanto más violencia e inseguridad.
Quienes apuestan al Otro México Posible, unificados en torno al Nuevo Proyecto de Nación y a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, ya han demostrado la pertinencia de quince años de gobiernos de izquierda en el Distrito Federal en los que, no obstante la vigencia de la política federal ultraconservadora, han podido implantar un régimen de justicia y bienestar social que sus habitantes han valorado afirmativamente, sirviendo de ejemplo a nivel nacional. No se trata de una propuesta en el aire, sino de un proyecto anclado en la experiencia de gobernar con éxito, la que no ha podido ser borrada por la inquina de Fox y de Calderón.
Con todo, no va a ser fácil vencer la capacidad de engaño de los priístas (de los panistas ellos se encargan), las carretonadas de dinero y la proclividad de los medios en su beneficio. Hasta el Papa católico juega para ellos, sean los del panismo mocho o los del priísmo del Opus Dei, programando una visita “apostólica” en plena efervescencia electoral. Aunque viéndolo bien, la tal visita podrá consolidar la convicción de los católicos fundamentalistas, pero también se ganará el repudio de los laicos de profesión católica que son muchos más.
AMLO dice sentirse como “pez en el agua” con las restricciones a la presencia mediática y la autorización para encontrarse con sus simpatizantes en reuniones masivas. Es ahí donde la gente se convence; donde se palpa la honestidad y la veracidad de lo que se dice; donde toma cuerpo la dignidad, tanto de quien escucha como de quien habla. Es la política sin maquillaje a ras del suelo y de cara al pueblo. Ojalá que la izquierda unificada presente candidatos a diputados y senadores, gobernadores y alcaldes, en su caso, que sepan asimilar esta forma de hacer política; será una fuerza invencible.
Entonces, mi mejor deseo es: ¡Feliz México Nuevo!
Fuente
Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)
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“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
Indudablemente el año que comienza será crucial en la historia de México. Estamos ante la disyuntiva del parto del México Nuevo o de los funerales del que se negó a cambiar. De continuar las cosas como han venido sucediendo desde hace ya treinta años, lo único que podremos esperar –en caso de no cambiar- es la pérdida total de la dos veces centenaria independencia y la formalización de la condición de colonia o protectorado yanqui en el suelo de nuestros padres; acompañadas de toda suerte de desgracias: miseria, desempleo, violencia y descomposición. La opción por el México Nuevo implica emprender, entre todos, la tarea de la regeneración nacional con todos los sacrificios que implica, pero con la certeza de construir una Nación soberana que, dueña de su destino, ofrezca la justicia, la paz y la felicidad para sus habitantes.
Los que apostaron al neoliberalismo y la globalización dependiente ya tuvieron la oportunidad de comprobar el error de su opción: llevaron a México al mayor desastre de su historia. Iniciada por el PRI con Carlos Salinas y Zedillo, se continuó y profundizó por el PAN con Fox y Calderón. Maquillados con el juego de la alternancia del año 2000, entre los cuatro mantuvieron y apuntalaron la vieja estructura corporativa, todavía capaz de someter a su control a obreros y campesinos, para profundizar el gran barranco de la distribución negativa del ingreso. Para la historia es el período de los pocos grandes multimillonarios y los muchos pequeños pobres; expresión contundente de la pérdida del rumbo y de la destrucción del estado nacional.
Hoy pretenden volver a hacer el juego de la alternancia mañosa. Desprestigiado el PAN oxigenan al viejo PRI, lo maquillan con caras bonitas y sonrientes mediante campañas de promoción de imagen, al estilo de la de los productos chatarra. Es una apuesta por la amnesia colectiva y por su capacidad de engaño. Aún con siglas y atuendos diferentes, son exactamente lo mismo: más entrega a los grandes intereses extra nacionales, más concentración de la riqueza, más neoliberalismo, en suma, más pobreza y desigualdad, por tanto más violencia e inseguridad.
Quienes apuestan al Otro México Posible, unificados en torno al Nuevo Proyecto de Nación y a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, ya han demostrado la pertinencia de quince años de gobiernos de izquierda en el Distrito Federal en los que, no obstante la vigencia de la política federal ultraconservadora, han podido implantar un régimen de justicia y bienestar social que sus habitantes han valorado afirmativamente, sirviendo de ejemplo a nivel nacional. No se trata de una propuesta en el aire, sino de un proyecto anclado en la experiencia de gobernar con éxito, la que no ha podido ser borrada por la inquina de Fox y de Calderón.
Con todo, no va a ser fácil vencer la capacidad de engaño de los priístas (de los panistas ellos se encargan), las carretonadas de dinero y la proclividad de los medios en su beneficio. Hasta el Papa católico juega para ellos, sean los del panismo mocho o los del priísmo del Opus Dei, programando una visita “apostólica” en plena efervescencia electoral. Aunque viéndolo bien, la tal visita podrá consolidar la convicción de los católicos fundamentalistas, pero también se ganará el repudio de los laicos de profesión católica que son muchos más.
AMLO dice sentirse como “pez en el agua” con las restricciones a la presencia mediática y la autorización para encontrarse con sus simpatizantes en reuniones masivas. Es ahí donde la gente se convence; donde se palpa la honestidad y la veracidad de lo que se dice; donde toma cuerpo la dignidad, tanto de quien escucha como de quien habla. Es la política sin maquillaje a ras del suelo y de cara al pueblo. Ojalá que la izquierda unificada presente candidatos a diputados y senadores, gobernadores y alcaldes, en su caso, que sepan asimilar esta forma de hacer política; será una fuerza invencible.
Entonces, mi mejor deseo es: ¡Feliz México Nuevo!
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