Antonio Solá, la guerra sucia contra AMLO y el retorno de los brujos
Miércoles, diciembre 21, 2011 11:36 am, Escrito por Redaccion
Esta semana se supo que la precandidata del PAN a la presidencia de la república contrató los servicios de Antonio Solá, asesor español nacionalizado mexicano, para que maneje su campaña personal y sea de nuevo el estratega para el remonte del Partido de Acción Nacional para el 2012. Recordamos la historia de un asesor y un guerra sucia. Sucedió en 2006.
El miedo que marcó 2006
Marcha de protesta contra el resultado electoral: 30 de julio del 2006
Aquella espectacular movilización, con dos millones de personas, terminó en un megaplantón que tomó el zócalo y el paseo de la Reforma como forma de presión popular. Cuando al fin, entre el 9 y el 13 de agosto, se revisaron el 9 por 100 de las urnas por orden del tribunal electoral, se probó que los paquetes electorales habían sido abiertos y violentados después del Cómputo Distrital. En decenas de distritos, miles de urnas que legalmente deberían estar selladas, no lo estaban o se encontraban con los sellos violados e incluso habían desaparecido paquetes electorales completos.
Además en varios distritos, los almacenes donde se resguardaban los sufragios tenían también los sellos violados. Se encontraron actas y boletas fuera de sus paquetes electorales y tiradas en el piso mientras circulaban vídeos de funcionarios electorales abriendo urnas precintadas y introduciendo votos para el Partido de Acción Nacional pese a que los consejos distritales estaban en teoría protegidos por el ejército mexicano.
José Antonio Crespo concluyó, en el único estudio de fondo sobre el resultado electotal, que
La única forma de determinar al ganador es mediante el conteo aritmético en el ámbito nacional, de todos y cada uno de los votos depositados. Si el conteo inicial, llevado a cabo en las casillas por los funcionarios electorales, no permite determinar quién tiene la mayoría de votos (por las inconsistencias registradas en las respectivas actas electorales), entonces debe procederse a la depuración necesaria hasta que se esclarezca quién ganó, lo cual puede hacerse en los cómputos oficiales del IFE (en los consejos distritales) o, en su defecto, por medio de un recuento ordenado y supervisado por el TEPJF, aplicando criterios para evaluar cuáles de tales inconsistencias se justifican y cuáles no. No hubo, como se vio aquí, el recuento necesario para depurar de manera suficiente las inconsistencias, que en las actas registran un número superior a la ventaja aritmética de Calderón sobre su más cercano rival, lo que desde el punto de vista aritmé- tico, lógico y jurídico, no permite tener la certeza (jurídica y aritmética, por igual) sobre quién recibió la mayoría de los sufragios efectivos emitidos por los votantes mexicanos en la elección presidencial de 2006
Para este 2012, y con la vuelta de Antonio Solá, Josefina Vázquez Mota pone toda su confianza en los brujos del 2006 que llevaron a México a su punto de quiebre.
¿Vuelve la guerra civil? Y esta vez, ¿de todos contra todos y en las redes?
Fuente
Toda campaña de miedo, como la que se vivimos en 2006, necesita de mentalidades construidas sobre la humillación y el despotismo, según el maestro Gabriel Careaga, autor de Mitos y fantasías de la clase media en México. La psique colectiva de las clases medias necesita de un contexto concreto, un anclaje en lo real, para que se puedan desatar los apocalípticos jinetes. Y de unos actores, principales y secundarios, que inconscientes de sus actos provocan la tragedia esperada.
Los personajes que contribuyeron a a activar la bomba social que hundió la democracia hace ya más de cinco años parecen estar de vuelta. Así que mejor recordemos los efectos de sus acciones. Hablamos, por ejemplo, de los jugadores españoles en la contienda presidencial del 2006.
Responsables que además tienen nombre, apellido y cargos:
El influyente euro-diputado y jefe de la misión de observadores de la Unión Europea en las elecciones del 2006, José Ignacio Salafranca. Desde 1994 funge como eurodiputado. Su enorme conocimiento de los entresijos del Parlamento Europeo y su control sobre EUROLAT, o Asamblea parlamentaria Euro-Latinoamericana, le proporciona al grupo de los populares europeos un poder desmedido para bloquear cualquier decisión que suponga cambiar la política de bloqueo hacia Cuba. Apoyado por Jaime Mayor Oreja y Luis de Grandes, dos dinosaurios del Partido Popular español, tiene la prerrogativa de marcar la política europea sobre las Américas. Avaló las elecciones presidenciales del 2006, sin crítica alguna a su desarrollo y recuento
Salafranca, el europeo que manda sobre México
El secretario de relaciones exteriores del Partido Popular, el derechista Jorge Moragas, intimo amigo de Salafranca. El nuevo presidente del gobierno español,Mariano Rajoy aún no ha desvelado cual será la composición de su Gobierno, pero ya ha dejado muchas pistas. Por ejemplo, sea o ministro o no, Jorge Moragas va a tener un papel determinante en la legislatura.
Jorge Moraga, el jefe de Solá
Moragas es el único miembro conocido del PP que está ya en Moncloa. El director del gabinete del ya presidente del Gobierno ha entrado al complejo poco despúes que su jefe. En algunos mentideros madrileños se ha llegado a decir que la influencia de Moragas en Rajoy es tal que está a punto de desbancar al principal asesor palaciego de Rajoy: Pedro Arriola.
El amigo de Morags y asesor de imagen, Antonio Solá, creador de la campaña de miedo contra Andrés Manuel López Obrador, un peligro para México, y que regenta la agencia de publicidad Ostos & Solá.
Antonio Solá, brujo mayor del 2006
La embajadora de España en México, Cristina Barrios. Junto al ex presidente José María Aznar, que el 21 de febrero del 2006 inter- vino en un acto electoral del PAN y pidió el voto por el candidato Felipe Calderón, contraviniendo la normativa electoral y la Constitución mexicana. Actualmente ejerce de cónsul general de España en Miami.
Cristina Barrios, siempre a favor de las multinacionales españolas
Estas personas ejecutaron su papel en esta obra colectiva y algunos de ellos, como Antonio Solá Reche, han pasado a la historia maldita de México como catalizadores de odios colectivos. Se le atribuye el mérito de haber rebajado la inicial distancia de diez puntos entre el favorito López Obrador y Felipe Calderón gracias a una colosal guerra sucia que utilizó uno de los dos mecanismos más socorridos de toda estrategia de medios: la ira o el miedo.
La ira por el pasado corrupto y criminal de los setenta años de régimen priista ya se había usado en la exitosa campaña de Vicente Fox Quesada en el 2000 que con el cambio a cuestas vendió el mensaje de la alternancia a capas realmente transversales de la sociedad en base a un masivo voto útil.
Fox y el cambio que no llegó
Así se catapultó a un hombre que semejaba con sus aires de ranchero simpaticón el común de los ciudadanos hartos de la extorsión político-policial de las redes de poder vinculadas al partido hegemónico. A falta de rabias compartidas contra un viejo sistema que Fox mantuvo en lo esencial, el espacio propositivo del candidato Felipe Calderón era un páramo. Declararse presidente del empleo o alardear de manos limpios no eran, a principios del 2006, la mejor manera de asegurar la continuidad del proyecto panista.
La historia de un don nadie
Cuando, en noviembre de 2005, el secretario adjunto del PAN, Jorge Manzanera Quintana, contrató al publicista Antonio Solá Reche para que asesorara al candidato de su partido en la venide- ra contienda electoral, las opciones del cuarto de guerra de Calderón no eran ya muchas. La poca asistencia a sus mítines, el tono monótono y su escaso perfil, propias de un ex secretario de Fox, discreto y anodino, no auguraban nada bueno ante un candidato como Andrés Manuel López Obrador, popular jefe de gobierno del Distrito Federal conocido por todos los habitantes de México.
Así que aquel asesor de campaña que su protector y amigo, Jorge Moragas, había recomendado a sus correligionarios panistas tuvo que buscar la otra alternativa. De acuerdo con su amigo y jefe de campaña Juan Camilo Mouriño (1971-2008), dispuesto a todo para ganar la elección, se decidió tirar del recurso al maligno.
Es decir, una campaña negra por todo lo alto. Con las premisas que cuentan los académicos Andrés Valdés Zepeda y Delia Huerta Franco en El miedo y la ira como estrategia en las campañas electorales: un análisis a la luz de las experiencias en América Latina:
A falta de virtudes propias, el voto del miedo que parte de un modelo muy sencillo. Primero, se analizan cuales son los temores, amenazas, riesgos, preocupaciones, miedos y peligros más sentidos y percibidos por los electores (miedo al terrorismo, a la debacle económica o a la criminalidad). Segundo, se prioriza los temo- res y se determina la forma en que puede ser planteado, electoral y estratégicamente hablando. Tercero, se evalúa y determina la experiencia que los electores han tenido en procesos electorales pasados, respecto los temores prevalecientes, para saber la pertinencia, moda- lidad y oportunidad del planteamiento estratégico.
Cuarto, se presenta, como parte de la estrategia publicitaria, la situación temible como algo que requiere una especial atención, ya que el futuro depende de superar esa amenaza. Quinto, se liga a los opositores con los riesgos y peligros presentes en la coyuntura electoral, teniendo en cuenta el catalogo de percepción surgido de la comunidad electoral. Sexto, se presenta la alternativa propia como la única que garantiza el proveer una solución eficaz a la amenaza. Séptimo, se evalúa el efecto de la campaña y su cobertura mediática en la conducta y com- portamiento de los electores. Octavo, se retroalimenta y, en caso ne- cesario, se hacen las adecuaciones y mejoras pertinentes
Armando la guerra civil
Sobre esta base, y con la concurrencia de Dik Morris, uno de los grandes especialistas norteamericanos en campañas sucias, nacieron una catarata de spots en radio y televisión que inundaron los hogares de México entre marzo y junio del 2006.
«Habíamos encontrado que en un buen número de electores, Andrés Manuel causaba cierto temor e incertidumbre» afirmaba Mouriño a la agencia AP tras el triunfo de la campaña negra.
Así que en las reuniones matinales de campaña, vieron la luz cuando AMLO llamó «chachalaca» al presidente Fox. Encuestas posteriores señalaron que la gente desaprobó la frase por considerar que insultaba a la institución presidencial, más que a Fox mismo, aunque muchos ni supieran el significado de la palabra.
En todo caso, el difunto Juan Camilo Mouriño si descubrió que las menciones a aquel escandaloso pájaro tropical reflejaban
«perfectamente lo que Andrés Manuel López Obrador es: un cuate que no respeta las instituciones, agresivo cuando no coinciden con él o cuando tienen una opinión distinta; un cuate con personalidad similar a la de Hugo Chávez»
Así nació la idea que encendió la mecha –la amenaza populista– que pasaron al despacho de Solá para traducirla en imágenes.
Este fue el spot que inició la campaña negra del 2006:
Avalancha total o la mayor campaña del siglo XXI
Según relataba Mouriño, la ventaja inicial del peje sólo podía deberse a que la gente conocía «lo bueno» de su desempeño como jefe de gobierno de la ciudad de México entre el 2000 y el 2005 incluyendo un programa de pensiones para ancianos o la construcción de segundos piso del anillo periférico.
«A pesar de que nuestro candidato era bien visto, no podíamos bajarle votos a Andrés Manuel, porque no conocía el electorado parte importante de su historia»añadió.
Y lo que no sabía el público, se inventó al vapor. El spot fue lanzado el 19 de marzo del 2006. «Esto es intolerancia», comenzaba, y enseguida aparecía el presidente venezolano Hugo Chávez mientras decía: «Presidente Fox, no se meta conmigo caballero, porque sale espinado». La imagen daba paso a otra de López Obrador diciendo: «Cállese, ciudadano presidente». Menos de un segundo después estaba de nuevo en cuadro el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) mientras se escuchaba al ralentí «Cállate chachalaca». El anuncio remataba con un «No a la int lerancia». Fue el primer spot y desde entonces, abierto el drenaje profundo, ya no hubo límites.
López Obrador fue señalado como un hombre que endeudó a la ciudad de México cuando fue alcalde; un hombre en quien no se podía confiar; una persona violenta; amigo de corruptos; mentiroso y un candidato con cuyas propuestas de apoyo social lleva- ría al país a una crisis, provocando una terrible inflación que con- llevaría el riesgo de que los mexicanos perdieran su casa o incluso su trabajo.
Pero había más elementos para remarcar el venidero desastre: La elección de AMLO como presidente provocaría que los capitales internacionales y nacionales se fueran del país, así que sobrevendría un colapso económico y financiero, y la mayoría de los mexicanos perderían sus bienes, riquezas, empleos y hasta, sus casas y carros.
Uno de los spots decía así: «Por fin nos hicimos de nuestra propia casa, un coche, lavadora, refrigerador. López Obrador va a endeudar a México [...] voy a perder mi patrimonio como lo perdieron mis papás. Yo no quiero una crisis para mis hijos. Yo voy a votar por Felipe Calderón».
Sin duda, un spot resaltó entre todos: «Éste es el segundo piso de la ciudad de México, ¿cómo pagó López Obrador por él?: se endeudó; ¿las pensio- nes?: se endeudó; triplicó la deuda del Distrito Federal. Si llega a presidente, nos va a endeudar más y vendrá una crisis económica, devaluación, desempleo. Éstos son los grandes planes de López Obrador. Un peligro para México».
Otros spots lo llamaban, día si día no, «el candidato de las mentiras» y repetían que «López Obrador te quiere ver la cara», mientras grupos empresariales financiaban spots aún más salvajes donde mostraban a Chávez gritando «Socialismo o muerte». Después aparecía una mujer angustiada, con las manos en el cuello, mientras una voz en off sentenciaba: «En México no tienes que morir para definir tu futuro. Ármate de valor y vota».
En paralelo, millones de llamadas telefónicas, sobretodo en la madrugada, advertían en vecindarios de clase media que de ganar el candidato populista se ocuparían sus casas para dar habitaciones a los pobres. Entre los colegios religiosos y los sermones dominicales, la grey católica era instruida a votar por Calderón y evitar el desastre. Las redes conservadoras, actuando como un solo resorte, penetraron todos los salones y comedores de México en una inacabable sinfonía de signos apocalípticos que llevó la sociedad mexicana al paroxismo.
Pero no sólo fue el PAN. Algunas de las grandes empresas y organizaciones gremiales asumieron un rol directo en la fanatización de las clases medias contra el mesías populista. Veamos esta recopilación de las mejores piezas paralelas de la campaña del miedo:
Mientras la radio y la televisión esparcían terror en la ciudadanía, la anécdota y el rumor, tal como imaginó Careaga, desplazaron la realidad y la presunta sociedad civil se volatilizó. Quedó la calumnia, el odio y el resentimiento. Las mentes detrás de la campaña de Calderón lograron el objetivo de polarizar la sociedad y forzar el voto complusivo contra la amenaza pejista. El resultado de las elecciones no pudo ser más desastroso. Extremista, polarizado y demasiado confuso.
Secuelas y crudas.
Felipe Calderón ganó por 243.934, apenas 0,58 puntos de diferencia con López Obrador, que tras un recuento parcial y escaso de varios distritos electorales, en agosto del 2006, se redujo a 233.831 votos. Ante las dudas generadas por la elección, una marea ciudadana encabezada por el candidato de la coalición de izquierdas salió a las calles del Distrito Federal el 30 de julio del 2006 a exigir el recuento voto por voto como la única forma de limpiar unos resultados ajustados, descalabrados y con visos de manipulación a gran escala.
Esta semana se supo que la precandidata del PAN a la presidencia de la república contrató los servicios de Antonio Solá, asesor español nacionalizado mexicano, para que maneje su campaña personal y sea de nuevo el estratega para el remonte del Partido de Acción Nacional para el 2012. Recordamos la historia de un asesor y un guerra sucia. Sucedió en 2006.
El miedo que marcó 2006
Marcha de protesta contra el resultado electoral: 30 de julio del 2006
Aquella espectacular movilización, con dos millones de personas, terminó en un megaplantón que tomó el zócalo y el paseo de la Reforma como forma de presión popular. Cuando al fin, entre el 9 y el 13 de agosto, se revisaron el 9 por 100 de las urnas por orden del tribunal electoral, se probó que los paquetes electorales habían sido abiertos y violentados después del Cómputo Distrital. En decenas de distritos, miles de urnas que legalmente deberían estar selladas, no lo estaban o se encontraban con los sellos violados e incluso habían desaparecido paquetes electorales completos.
Además en varios distritos, los almacenes donde se resguardaban los sufragios tenían también los sellos violados. Se encontraron actas y boletas fuera de sus paquetes electorales y tiradas en el piso mientras circulaban vídeos de funcionarios electorales abriendo urnas precintadas y introduciendo votos para el Partido de Acción Nacional pese a que los consejos distritales estaban en teoría protegidos por el ejército mexicano.
José Antonio Crespo concluyó, en el único estudio de fondo sobre el resultado electotal, que
La única forma de determinar al ganador es mediante el conteo aritmético en el ámbito nacional, de todos y cada uno de los votos depositados. Si el conteo inicial, llevado a cabo en las casillas por los funcionarios electorales, no permite determinar quién tiene la mayoría de votos (por las inconsistencias registradas en las respectivas actas electorales), entonces debe procederse a la depuración necesaria hasta que se esclarezca quién ganó, lo cual puede hacerse en los cómputos oficiales del IFE (en los consejos distritales) o, en su defecto, por medio de un recuento ordenado y supervisado por el TEPJF, aplicando criterios para evaluar cuáles de tales inconsistencias se justifican y cuáles no. No hubo, como se vio aquí, el recuento necesario para depurar de manera suficiente las inconsistencias, que en las actas registran un número superior a la ventaja aritmética de Calderón sobre su más cercano rival, lo que desde el punto de vista aritmé- tico, lógico y jurídico, no permite tener la certeza (jurídica y aritmética, por igual) sobre quién recibió la mayoría de los sufragios efectivos emitidos por los votantes mexicanos en la elección presidencial de 2006
Para este 2012, y con la vuelta de Antonio Solá, Josefina Vázquez Mota pone toda su confianza en los brujos del 2006 que llevaron a México a su punto de quiebre.
¿Vuelve la guerra civil? Y esta vez, ¿de todos contra todos y en las redes?
Fuente
Toda campaña de miedo, como la que se vivimos en 2006, necesita de mentalidades construidas sobre la humillación y el despotismo, según el maestro Gabriel Careaga, autor de Mitos y fantasías de la clase media en México. La psique colectiva de las clases medias necesita de un contexto concreto, un anclaje en lo real, para que se puedan desatar los apocalípticos jinetes. Y de unos actores, principales y secundarios, que inconscientes de sus actos provocan la tragedia esperada.
Los personajes que contribuyeron a a activar la bomba social que hundió la democracia hace ya más de cinco años parecen estar de vuelta. Así que mejor recordemos los efectos de sus acciones. Hablamos, por ejemplo, de los jugadores españoles en la contienda presidencial del 2006.
Responsables que además tienen nombre, apellido y cargos:
El influyente euro-diputado y jefe de la misión de observadores de la Unión Europea en las elecciones del 2006, José Ignacio Salafranca. Desde 1994 funge como eurodiputado. Su enorme conocimiento de los entresijos del Parlamento Europeo y su control sobre EUROLAT, o Asamblea parlamentaria Euro-Latinoamericana, le proporciona al grupo de los populares europeos un poder desmedido para bloquear cualquier decisión que suponga cambiar la política de bloqueo hacia Cuba. Apoyado por Jaime Mayor Oreja y Luis de Grandes, dos dinosaurios del Partido Popular español, tiene la prerrogativa de marcar la política europea sobre las Américas. Avaló las elecciones presidenciales del 2006, sin crítica alguna a su desarrollo y recuento
Salafranca, el europeo que manda sobre México
El secretario de relaciones exteriores del Partido Popular, el derechista Jorge Moragas, intimo amigo de Salafranca. El nuevo presidente del gobierno español,Mariano Rajoy aún no ha desvelado cual será la composición de su Gobierno, pero ya ha dejado muchas pistas. Por ejemplo, sea o ministro o no, Jorge Moragas va a tener un papel determinante en la legislatura.
Jorge Moraga, el jefe de Solá
Moragas es el único miembro conocido del PP que está ya en Moncloa. El director del gabinete del ya presidente del Gobierno ha entrado al complejo poco despúes que su jefe. En algunos mentideros madrileños se ha llegado a decir que la influencia de Moragas en Rajoy es tal que está a punto de desbancar al principal asesor palaciego de Rajoy: Pedro Arriola.
El amigo de Morags y asesor de imagen, Antonio Solá, creador de la campaña de miedo contra Andrés Manuel López Obrador, un peligro para México, y que regenta la agencia de publicidad Ostos & Solá.
Antonio Solá, brujo mayor del 2006
La embajadora de España en México, Cristina Barrios. Junto al ex presidente José María Aznar, que el 21 de febrero del 2006 inter- vino en un acto electoral del PAN y pidió el voto por el candidato Felipe Calderón, contraviniendo la normativa electoral y la Constitución mexicana. Actualmente ejerce de cónsul general de España en Miami.
Cristina Barrios, siempre a favor de las multinacionales españolas
Estas personas ejecutaron su papel en esta obra colectiva y algunos de ellos, como Antonio Solá Reche, han pasado a la historia maldita de México como catalizadores de odios colectivos. Se le atribuye el mérito de haber rebajado la inicial distancia de diez puntos entre el favorito López Obrador y Felipe Calderón gracias a una colosal guerra sucia que utilizó uno de los dos mecanismos más socorridos de toda estrategia de medios: la ira o el miedo.
La ira por el pasado corrupto y criminal de los setenta años de régimen priista ya se había usado en la exitosa campaña de Vicente Fox Quesada en el 2000 que con el cambio a cuestas vendió el mensaje de la alternancia a capas realmente transversales de la sociedad en base a un masivo voto útil.
Fox y el cambio que no llegó
Así se catapultó a un hombre que semejaba con sus aires de ranchero simpaticón el común de los ciudadanos hartos de la extorsión político-policial de las redes de poder vinculadas al partido hegemónico. A falta de rabias compartidas contra un viejo sistema que Fox mantuvo en lo esencial, el espacio propositivo del candidato Felipe Calderón era un páramo. Declararse presidente del empleo o alardear de manos limpios no eran, a principios del 2006, la mejor manera de asegurar la continuidad del proyecto panista.
La historia de un don nadie
Cuando, en noviembre de 2005, el secretario adjunto del PAN, Jorge Manzanera Quintana, contrató al publicista Antonio Solá Reche para que asesorara al candidato de su partido en la venide- ra contienda electoral, las opciones del cuarto de guerra de Calderón no eran ya muchas. La poca asistencia a sus mítines, el tono monótono y su escaso perfil, propias de un ex secretario de Fox, discreto y anodino, no auguraban nada bueno ante un candidato como Andrés Manuel López Obrador, popular jefe de gobierno del Distrito Federal conocido por todos los habitantes de México.
Así que aquel asesor de campaña que su protector y amigo, Jorge Moragas, había recomendado a sus correligionarios panistas tuvo que buscar la otra alternativa. De acuerdo con su amigo y jefe de campaña Juan Camilo Mouriño (1971-2008), dispuesto a todo para ganar la elección, se decidió tirar del recurso al maligno.
Es decir, una campaña negra por todo lo alto. Con las premisas que cuentan los académicos Andrés Valdés Zepeda y Delia Huerta Franco en El miedo y la ira como estrategia en las campañas electorales: un análisis a la luz de las experiencias en América Latina:
A falta de virtudes propias, el voto del miedo que parte de un modelo muy sencillo. Primero, se analizan cuales son los temores, amenazas, riesgos, preocupaciones, miedos y peligros más sentidos y percibidos por los electores (miedo al terrorismo, a la debacle económica o a la criminalidad). Segundo, se prioriza los temo- res y se determina la forma en que puede ser planteado, electoral y estratégicamente hablando. Tercero, se evalúa y determina la experiencia que los electores han tenido en procesos electorales pasados, respecto los temores prevalecientes, para saber la pertinencia, moda- lidad y oportunidad del planteamiento estratégico.
Cuarto, se presenta, como parte de la estrategia publicitaria, la situación temible como algo que requiere una especial atención, ya que el futuro depende de superar esa amenaza. Quinto, se liga a los opositores con los riesgos y peligros presentes en la coyuntura electoral, teniendo en cuenta el catalogo de percepción surgido de la comunidad electoral. Sexto, se presenta la alternativa propia como la única que garantiza el proveer una solución eficaz a la amenaza. Séptimo, se evalúa el efecto de la campaña y su cobertura mediática en la conducta y com- portamiento de los electores. Octavo, se retroalimenta y, en caso ne- cesario, se hacen las adecuaciones y mejoras pertinentes
Armando la guerra civil
Sobre esta base, y con la concurrencia de Dik Morris, uno de los grandes especialistas norteamericanos en campañas sucias, nacieron una catarata de spots en radio y televisión que inundaron los hogares de México entre marzo y junio del 2006.
«Habíamos encontrado que en un buen número de electores, Andrés Manuel causaba cierto temor e incertidumbre» afirmaba Mouriño a la agencia AP tras el triunfo de la campaña negra.
Así que en las reuniones matinales de campaña, vieron la luz cuando AMLO llamó «chachalaca» al presidente Fox. Encuestas posteriores señalaron que la gente desaprobó la frase por considerar que insultaba a la institución presidencial, más que a Fox mismo, aunque muchos ni supieran el significado de la palabra.
En todo caso, el difunto Juan Camilo Mouriño si descubrió que las menciones a aquel escandaloso pájaro tropical reflejaban
«perfectamente lo que Andrés Manuel López Obrador es: un cuate que no respeta las instituciones, agresivo cuando no coinciden con él o cuando tienen una opinión distinta; un cuate con personalidad similar a la de Hugo Chávez»
Así nació la idea que encendió la mecha –la amenaza populista– que pasaron al despacho de Solá para traducirla en imágenes.
Este fue el spot que inició la campaña negra del 2006:
Avalancha total o la mayor campaña del siglo XXI
Según relataba Mouriño, la ventaja inicial del peje sólo podía deberse a que la gente conocía «lo bueno» de su desempeño como jefe de gobierno de la ciudad de México entre el 2000 y el 2005 incluyendo un programa de pensiones para ancianos o la construcción de segundos piso del anillo periférico.
«A pesar de que nuestro candidato era bien visto, no podíamos bajarle votos a Andrés Manuel, porque no conocía el electorado parte importante de su historia»añadió.
Y lo que no sabía el público, se inventó al vapor. El spot fue lanzado el 19 de marzo del 2006. «Esto es intolerancia», comenzaba, y enseguida aparecía el presidente venezolano Hugo Chávez mientras decía: «Presidente Fox, no se meta conmigo caballero, porque sale espinado». La imagen daba paso a otra de López Obrador diciendo: «Cállese, ciudadano presidente». Menos de un segundo después estaba de nuevo en cuadro el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) mientras se escuchaba al ralentí «Cállate chachalaca». El anuncio remataba con un «No a la int lerancia». Fue el primer spot y desde entonces, abierto el drenaje profundo, ya no hubo límites.
López Obrador fue señalado como un hombre que endeudó a la ciudad de México cuando fue alcalde; un hombre en quien no se podía confiar; una persona violenta; amigo de corruptos; mentiroso y un candidato con cuyas propuestas de apoyo social lleva- ría al país a una crisis, provocando una terrible inflación que con- llevaría el riesgo de que los mexicanos perdieran su casa o incluso su trabajo.
Pero había más elementos para remarcar el venidero desastre: La elección de AMLO como presidente provocaría que los capitales internacionales y nacionales se fueran del país, así que sobrevendría un colapso económico y financiero, y la mayoría de los mexicanos perderían sus bienes, riquezas, empleos y hasta, sus casas y carros.
Uno de los spots decía así: «Por fin nos hicimos de nuestra propia casa, un coche, lavadora, refrigerador. López Obrador va a endeudar a México [...] voy a perder mi patrimonio como lo perdieron mis papás. Yo no quiero una crisis para mis hijos. Yo voy a votar por Felipe Calderón».
Sin duda, un spot resaltó entre todos: «Éste es el segundo piso de la ciudad de México, ¿cómo pagó López Obrador por él?: se endeudó; ¿las pensio- nes?: se endeudó; triplicó la deuda del Distrito Federal. Si llega a presidente, nos va a endeudar más y vendrá una crisis económica, devaluación, desempleo. Éstos son los grandes planes de López Obrador. Un peligro para México».
Otros spots lo llamaban, día si día no, «el candidato de las mentiras» y repetían que «López Obrador te quiere ver la cara», mientras grupos empresariales financiaban spots aún más salvajes donde mostraban a Chávez gritando «Socialismo o muerte». Después aparecía una mujer angustiada, con las manos en el cuello, mientras una voz en off sentenciaba: «En México no tienes que morir para definir tu futuro. Ármate de valor y vota».
En paralelo, millones de llamadas telefónicas, sobretodo en la madrugada, advertían en vecindarios de clase media que de ganar el candidato populista se ocuparían sus casas para dar habitaciones a los pobres. Entre los colegios religiosos y los sermones dominicales, la grey católica era instruida a votar por Calderón y evitar el desastre. Las redes conservadoras, actuando como un solo resorte, penetraron todos los salones y comedores de México en una inacabable sinfonía de signos apocalípticos que llevó la sociedad mexicana al paroxismo.
Pero no sólo fue el PAN. Algunas de las grandes empresas y organizaciones gremiales asumieron un rol directo en la fanatización de las clases medias contra el mesías populista. Veamos esta recopilación de las mejores piezas paralelas de la campaña del miedo:
Mientras la radio y la televisión esparcían terror en la ciudadanía, la anécdota y el rumor, tal como imaginó Careaga, desplazaron la realidad y la presunta sociedad civil se volatilizó. Quedó la calumnia, el odio y el resentimiento. Las mentes detrás de la campaña de Calderón lograron el objetivo de polarizar la sociedad y forzar el voto complusivo contra la amenaza pejista. El resultado de las elecciones no pudo ser más desastroso. Extremista, polarizado y demasiado confuso.
Secuelas y crudas.
Felipe Calderón ganó por 243.934, apenas 0,58 puntos de diferencia con López Obrador, que tras un recuento parcial y escaso de varios distritos electorales, en agosto del 2006, se redujo a 233.831 votos. Ante las dudas generadas por la elección, una marea ciudadana encabezada por el candidato de la coalición de izquierdas salió a las calles del Distrito Federal el 30 de julio del 2006 a exigir el recuento voto por voto como la única forma de limpiar unos resultados ajustados, descalabrados y con visos de manipulación a gran escala.
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