Estados Unidos: Obama habla menos de guerras y se centra en el empleo
viernes 27 de enero de 2012
Dmitri Kósirev (RIA NOVOSTI, especial para ARGENPRESS.info)
El discurso de Barack Obama sobre el Estado de la Unión fue esta vez muy especial.
Primero, por ser el discurso de un presidente que finaliza su primer mandato y pretende mantenerse en el cargo tras las presidenciales de noviembre. Segundo, porque no es un presidente cualquiera, sino un presidente que anunció cambios, que fue elegido para salvar a Estados Unidos de la crisis del sistema.
De ahí que es muy curioso conocer los resultados de su gestión. No sólo para los estadounidenses, a los rusos también nos interesa sabes qué puede hacer un líder carismático con un gran país que está atravesando una mala época. Y cómo se gana al electorado para quedarse en el poder cuatro años más.
Pocos logros y muchos planes
El actual presidente de Estados Unidos leyó su discurso sobre el estado de la Unión el martes, 24 de enero, desde la tribuna del Congreso, ya que formalmente el mandatario rinde cuentas a los legisladores. Pero esta vez fue muy especial también porque Obama ha librado una batalla contra el Congreso, donde las posiciones clave las ocupan los republicanos.
La maniobra es comprensible si se tienen en cuenta los resultados de sondeos realizados con regularidad por el Washington Post – y la cadena ABC News. En torno a dos terceras partes de los electores indecisos por los que se lucha no aprueban la gestión económica del presidente. Al mismo tiempo, sólo un 13% de ellos están contento con la gestión del congreso. Es decir, la lucha de Obama contra el Congreso es un reflejo de la de los demócratas contra los republicanos.
Sin embargo, el presidente tiene un límite de tiempo para echar la culpa a los demás. Los ciudadanos se dan cuenta perfectamente de que los legisladores republicanos se pasan de la raya dispuestos a frenar cualquier proyecto de ley a despecho del presidente demócrata, creando de esta manera más problemas a la economía.
Pero ahora, pasados cuatro años, es el momento para reflexionar si merece la pena seguir culpando de todas las desgracias económicas a George Bush y a los republicanos. Aunque los economistas sepan que sí, merece la pena. Aun si la nación entera se da cuenta de que los oponentes se excedieron.
Por cierto, desde la tribuna el presidente casi no atacó al Congreso.
Barack Obama tardó mucho en elegir la táctica para su discurso. Una de las ideas era centrarse en los logros conseguidos en los cuatro años. Pero esta idea fue descartada.
El jefe de Estado americano recordó, sin embargo, que había rescatado la industria automovilistica creando 160 mil puestos de trabajo y muchas otras cosas. Pero en general, más que hablar de los méritos pasados, habló de los planes para el siguiente mandato.
Cabe destacar qué es lo primero que, según Obama, el país debe hacer ante todo: convertirse en el país con la más alta proporción de graduados universitarios en el mundo. Una meta muy curiosa y didáctica.
En general, fue un buen discurso, pero sin el virtuosismo, la brillantez ni la elocuencia tan características de los discursos de Barack Obama de antaño. Y es que el arte oratoria funciona al principio del mandato, mientras que no es tan útil al final.
Justicia y desempleo
El mensaje a la nación hablaba de muchas cosas pero dos de ellas determinaron la parte programática de un discurso que miraba ya a un hipotético segundo mandato. No es la guerra en Iraq (Obama puso fin a ella a finales del añó pasado y ahora prometió destinar el dinero ahorrado a la reparación de las infraestructuras). Tampoco la de Afganistán, a la que una vez más el presidente prometió poner fin. No es Oriente Próximo, ni Rusia. Es la justicia y el desempleo.
De acuerdo con la tradición de invitar a los que representan “vivos ejemplos” para el discurso presidencial, este año lo seguía desde la tribuna de invitados Debbie Bosanek, la secretaria del multimillonario Warren Buffet, que el año pasado contribuyó proporcionalmente más al fisco que su jefe.
Es un vivo ejemplo de la propuesta de Obama de subir los impuestos a los millonarios. Y no sólo por justicia, sino para crear puestos de trabajo.
La economía de Estados Unidos, desde el punto de vista de un europeo, no está tan mal. Los europeos podrían incluso envidiar a Estados Unidos. Hablando de los indicadores macroeconómicos, se puede decir que con Obama el país obtuvo la esperanza de quedarse entre las tres primeras economías del mundo. Pero los indicadores macroeconómicos dejan de ser convincentes si a nivel microeconómico no hay trabajo. Está constatado que hasta ahora ningún presidente de Estados Unidos fue reelecto con una tasa de desempleo de 8,5%.
Por lo tanto, Obama se centró en la lucha contra el desempleo: habló de devolver al país las fábricas que habían sido trasladadas a China y otros países, de reciclaje profesional de los trabajadores, etc.
La cuestión es mucho más complicada de lo que parece. Lo demuestra la polémica alrededor de las cifras.
Uno de los candidatos republicanos, Mitt Romney presume de haber creado a través de su empresa Bain Capital 100.000 puestos de trabajo. Al mismo tiempo acusa a Barack Obama de aumentar el desempleo hasta en dos millones de personas. Es el primer presidente desde la Gran Depresión de 1929 que marca tal “récord”.
No obstante, uno de los economistas más prestigiosos del mundo, Premio Nobel de Economía[, Paul Krugman a principios de enero aclaró la situación. Confirmó que actualmente en el país hay 1,9 millones de desempleados más que en el momento cuando Obama juró como el nuevo presidente de Estados Unidos
Pero él heredó una economía en “caída libre”. Durante el primer semestre de su gobierno el número de desempleados ascendió a 3,1 millones de personas. Luego la situación empezó a mejorar. Es decir, a Obama se le puede atribuir el mérito de crear 1,2 millones de puestos de trabajo.
Mientras tanto, los 100.000 puestos de trabajo de Romney (la suma de los aumentos de puestos de trabajo en tres empresas que Romney ayudó “a fundar o a crecer") son una ficción. Supongamos, por ejemplo, que una cadena de tiendas de material de oficina aumenta su cuota de mercado a expensas de los rivales. La empresa da empleo a más gente; sus rivales emplean a menos. El impacto total sobre el empleo en Estados Unidos es negativo, cosa que poco importa a Romney y mucho al presidente de Estados Unidos.
Este tipo de “detalles” son los que suscitan más tensión en la lucha electoral en Estados Unidos Es difícil consolar a los desempleados y otros descontentos con los indicadores macroeconómicos. Y el presidente de Estados Unidos es perfectamente consciente de ello.
Fuente
Dmitri Kósirev (RIA NOVOSTI, especial para ARGENPRESS.info)
El discurso de Barack Obama sobre el Estado de la Unión fue esta vez muy especial.
Primero, por ser el discurso de un presidente que finaliza su primer mandato y pretende mantenerse en el cargo tras las presidenciales de noviembre. Segundo, porque no es un presidente cualquiera, sino un presidente que anunció cambios, que fue elegido para salvar a Estados Unidos de la crisis del sistema.
De ahí que es muy curioso conocer los resultados de su gestión. No sólo para los estadounidenses, a los rusos también nos interesa sabes qué puede hacer un líder carismático con un gran país que está atravesando una mala época. Y cómo se gana al electorado para quedarse en el poder cuatro años más.
Pocos logros y muchos planes
El actual presidente de Estados Unidos leyó su discurso sobre el estado de la Unión el martes, 24 de enero, desde la tribuna del Congreso, ya que formalmente el mandatario rinde cuentas a los legisladores. Pero esta vez fue muy especial también porque Obama ha librado una batalla contra el Congreso, donde las posiciones clave las ocupan los republicanos.
La maniobra es comprensible si se tienen en cuenta los resultados de sondeos realizados con regularidad por el Washington Post – y la cadena ABC News. En torno a dos terceras partes de los electores indecisos por los que se lucha no aprueban la gestión económica del presidente. Al mismo tiempo, sólo un 13% de ellos están contento con la gestión del congreso. Es decir, la lucha de Obama contra el Congreso es un reflejo de la de los demócratas contra los republicanos.
Sin embargo, el presidente tiene un límite de tiempo para echar la culpa a los demás. Los ciudadanos se dan cuenta perfectamente de que los legisladores republicanos se pasan de la raya dispuestos a frenar cualquier proyecto de ley a despecho del presidente demócrata, creando de esta manera más problemas a la economía.
Pero ahora, pasados cuatro años, es el momento para reflexionar si merece la pena seguir culpando de todas las desgracias económicas a George Bush y a los republicanos. Aunque los economistas sepan que sí, merece la pena. Aun si la nación entera se da cuenta de que los oponentes se excedieron.
Por cierto, desde la tribuna el presidente casi no atacó al Congreso.
Barack Obama tardó mucho en elegir la táctica para su discurso. Una de las ideas era centrarse en los logros conseguidos en los cuatro años. Pero esta idea fue descartada.
El jefe de Estado americano recordó, sin embargo, que había rescatado la industria automovilistica creando 160 mil puestos de trabajo y muchas otras cosas. Pero en general, más que hablar de los méritos pasados, habló de los planes para el siguiente mandato.
Cabe destacar qué es lo primero que, según Obama, el país debe hacer ante todo: convertirse en el país con la más alta proporción de graduados universitarios en el mundo. Una meta muy curiosa y didáctica.
En general, fue un buen discurso, pero sin el virtuosismo, la brillantez ni la elocuencia tan características de los discursos de Barack Obama de antaño. Y es que el arte oratoria funciona al principio del mandato, mientras que no es tan útil al final.
Justicia y desempleo
El mensaje a la nación hablaba de muchas cosas pero dos de ellas determinaron la parte programática de un discurso que miraba ya a un hipotético segundo mandato. No es la guerra en Iraq (Obama puso fin a ella a finales del añó pasado y ahora prometió destinar el dinero ahorrado a la reparación de las infraestructuras). Tampoco la de Afganistán, a la que una vez más el presidente prometió poner fin. No es Oriente Próximo, ni Rusia. Es la justicia y el desempleo.
De acuerdo con la tradición de invitar a los que representan “vivos ejemplos” para el discurso presidencial, este año lo seguía desde la tribuna de invitados Debbie Bosanek, la secretaria del multimillonario Warren Buffet, que el año pasado contribuyó proporcionalmente más al fisco que su jefe.
Es un vivo ejemplo de la propuesta de Obama de subir los impuestos a los millonarios. Y no sólo por justicia, sino para crear puestos de trabajo.
La economía de Estados Unidos, desde el punto de vista de un europeo, no está tan mal. Los europeos podrían incluso envidiar a Estados Unidos. Hablando de los indicadores macroeconómicos, se puede decir que con Obama el país obtuvo la esperanza de quedarse entre las tres primeras economías del mundo. Pero los indicadores macroeconómicos dejan de ser convincentes si a nivel microeconómico no hay trabajo. Está constatado que hasta ahora ningún presidente de Estados Unidos fue reelecto con una tasa de desempleo de 8,5%.
Por lo tanto, Obama se centró en la lucha contra el desempleo: habló de devolver al país las fábricas que habían sido trasladadas a China y otros países, de reciclaje profesional de los trabajadores, etc.
La cuestión es mucho más complicada de lo que parece. Lo demuestra la polémica alrededor de las cifras.
Uno de los candidatos republicanos, Mitt Romney presume de haber creado a través de su empresa Bain Capital 100.000 puestos de trabajo. Al mismo tiempo acusa a Barack Obama de aumentar el desempleo hasta en dos millones de personas. Es el primer presidente desde la Gran Depresión de 1929 que marca tal “récord”.
No obstante, uno de los economistas más prestigiosos del mundo, Premio Nobel de Economía[, Paul Krugman a principios de enero aclaró la situación. Confirmó que actualmente en el país hay 1,9 millones de desempleados más que en el momento cuando Obama juró como el nuevo presidente de Estados Unidos
Pero él heredó una economía en “caída libre”. Durante el primer semestre de su gobierno el número de desempleados ascendió a 3,1 millones de personas. Luego la situación empezó a mejorar. Es decir, a Obama se le puede atribuir el mérito de crear 1,2 millones de puestos de trabajo.
Mientras tanto, los 100.000 puestos de trabajo de Romney (la suma de los aumentos de puestos de trabajo en tres empresas que Romney ayudó “a fundar o a crecer") son una ficción. Supongamos, por ejemplo, que una cadena de tiendas de material de oficina aumenta su cuota de mercado a expensas de los rivales. La empresa da empleo a más gente; sus rivales emplean a menos. El impacto total sobre el empleo en Estados Unidos es negativo, cosa que poco importa a Romney y mucho al presidente de Estados Unidos.
Este tipo de “detalles” son los que suscitan más tensión en la lucha electoral en Estados Unidos Es difícil consolar a los desempleados y otros descontentos con los indicadores macroeconómicos. Y el presidente de Estados Unidos es perfectamente consciente de ello.
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