México: Dinero contra dignidad
jueves 26 de enero de 2012
Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)
“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
En el mensaje semanal correspondiente al 23 de enero López Obrador hizo un llamado a todos los seguidores de MORENA y de los partidos de la Coalición Progresista para participar intensamente en las tareas de convencimiento y proselitismo, en términos de incorporar a todos en la tarea de la regeneración nacional, para lograr que el pueblo asuma el papel protagónico que la aspiración democrática le determina: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo: dignidad democrática.
Describió el actual proceso electoral como la batalla del dinero contra la dignidad, por la que tanto el PRI como el PAN ya iniciaron su consabida campaña de compra de conciencias mediante las dádivas de despensas, materiales de construcción y hasta tarjetas bancarias para cobro de dinero en efectivo, a cambio del compromiso de voto para sus candidatos, lo que constituye un venenoso ingrediente en la destrucción de la dignidad de las y los mexicanos y, en consecuencia, del entramado social. Un día de reparto de migajas por un sexenio de explotación y empobrecimiento. El negocio de beneficiarse con el erario y con los recursos del país da y sobra para invertir mil pesos para cada una de los 26 millones de familias mexicanas para comprar sus votos, esto suma 26 mil millones de pesos y, a manera de parámetro, equivale a la vigésima parte de la fortuna de Carlos Slim calculada en cerca de 50 mil millones de dólares. Es indudable que es un negocio excelente. Si a ello se le agrega que, contrario a lo que una lógica simple indicaría, entre más pobreza exista resulta mayor la capacidad de manipulación, el negocio podría reproducirse al infinito.
Del lado de la opción progresista no hay dinero; sólo se cuenta con el recurso de la dignidad y de la libertad de decisión del elector y a privilegiarlo tendrá que destinarse el mayor de los esfuerzos de quienes aspiramos a la recuperación de la Patria. Si de ganar la presidencia para que las cosas sigan igual se tratara, lo más sencillo sería vender la opción a cualquier grupo de magnates privilegiados y participar de la rebatinga de las migajas y en la feria de la política de los engaños.
Las noticias de la semana son claramente indicativas. Peña Nieto se reúne con los “hombres de negocios” de la CONCAMIN y les ofrece la apertura de PEMEX y CFE a la iniciativa privada, sin parar en mientes en las disposiciones constitucionales (por cierto no leídas), y acude al Foro Económico Mundial a exponer su proyecto de venta a rajatabla del país ante los personeros del gran capital internacional, a manera de asegurarse el apoyo de “los mercados”. Por su parte AMLO se reúne con los empresarios mexicanos y se compromete a revitalizar a estas mismas dos empresas, reforzando su función como instrumento del estado para inducir el crecimiento y la generación de riqueza distribuible. Son posturas radicalmente opuestas; la de Peña obedece al afán salinista de entregar el país a los especuladores internacionales, en tanto que la de AMLO atiende a la necesidad de recuperar la capacidad productiva del país con la participación de todos los sectores.
Igualmente se contrastan las propuestas en la forma de promoverlas: el del dinero apostando al acarreo a las grandes concentraciones y el de la dignidad al contacto directo con la población en reuniones a nivel municipal o distrital. El primero cuenta con la capacidad manipuladora de los medios de comunicación masiva, en tano que el segundo cifra su estrategia en el despertar de las conciencias de los electores para la libre decisión de votar por un proyecto de nación distinto al que nos ha colocado en condición de fábrica de pobres.
A nadie extraña que las condiciones de la competencia sean tan desiguales, ni que el esfuerzo para ganar tenga que ser mayúsculo. Pero de eso se trata: de dar la más importante de las batallas de la historia: la de merecer la vigencia y la fortaleza de una nación independiente, con la soberanía para trazar su destino conforme a los intereses de sus nacionales… y la estamos dando.
Fuente
Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info)
“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
En el mensaje semanal correspondiente al 23 de enero López Obrador hizo un llamado a todos los seguidores de MORENA y de los partidos de la Coalición Progresista para participar intensamente en las tareas de convencimiento y proselitismo, en términos de incorporar a todos en la tarea de la regeneración nacional, para lograr que el pueblo asuma el papel protagónico que la aspiración democrática le determina: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo: dignidad democrática.
Describió el actual proceso electoral como la batalla del dinero contra la dignidad, por la que tanto el PRI como el PAN ya iniciaron su consabida campaña de compra de conciencias mediante las dádivas de despensas, materiales de construcción y hasta tarjetas bancarias para cobro de dinero en efectivo, a cambio del compromiso de voto para sus candidatos, lo que constituye un venenoso ingrediente en la destrucción de la dignidad de las y los mexicanos y, en consecuencia, del entramado social. Un día de reparto de migajas por un sexenio de explotación y empobrecimiento. El negocio de beneficiarse con el erario y con los recursos del país da y sobra para invertir mil pesos para cada una de los 26 millones de familias mexicanas para comprar sus votos, esto suma 26 mil millones de pesos y, a manera de parámetro, equivale a la vigésima parte de la fortuna de Carlos Slim calculada en cerca de 50 mil millones de dólares. Es indudable que es un negocio excelente. Si a ello se le agrega que, contrario a lo que una lógica simple indicaría, entre más pobreza exista resulta mayor la capacidad de manipulación, el negocio podría reproducirse al infinito.
Del lado de la opción progresista no hay dinero; sólo se cuenta con el recurso de la dignidad y de la libertad de decisión del elector y a privilegiarlo tendrá que destinarse el mayor de los esfuerzos de quienes aspiramos a la recuperación de la Patria. Si de ganar la presidencia para que las cosas sigan igual se tratara, lo más sencillo sería vender la opción a cualquier grupo de magnates privilegiados y participar de la rebatinga de las migajas y en la feria de la política de los engaños.
Las noticias de la semana son claramente indicativas. Peña Nieto se reúne con los “hombres de negocios” de la CONCAMIN y les ofrece la apertura de PEMEX y CFE a la iniciativa privada, sin parar en mientes en las disposiciones constitucionales (por cierto no leídas), y acude al Foro Económico Mundial a exponer su proyecto de venta a rajatabla del país ante los personeros del gran capital internacional, a manera de asegurarse el apoyo de “los mercados”. Por su parte AMLO se reúne con los empresarios mexicanos y se compromete a revitalizar a estas mismas dos empresas, reforzando su función como instrumento del estado para inducir el crecimiento y la generación de riqueza distribuible. Son posturas radicalmente opuestas; la de Peña obedece al afán salinista de entregar el país a los especuladores internacionales, en tanto que la de AMLO atiende a la necesidad de recuperar la capacidad productiva del país con la participación de todos los sectores.
Igualmente se contrastan las propuestas en la forma de promoverlas: el del dinero apostando al acarreo a las grandes concentraciones y el de la dignidad al contacto directo con la población en reuniones a nivel municipal o distrital. El primero cuenta con la capacidad manipuladora de los medios de comunicación masiva, en tano que el segundo cifra su estrategia en el despertar de las conciencias de los electores para la libre decisión de votar por un proyecto de nación distinto al que nos ha colocado en condición de fábrica de pobres.
A nadie extraña que las condiciones de la competencia sean tan desiguales, ni que el esfuerzo para ganar tenga que ser mayúsculo. Pero de eso se trata: de dar la más importante de las batallas de la historia: la de merecer la vigencia y la fortaleza de una nación independiente, con la soberanía para trazar su destino conforme a los intereses de sus nacionales… y la estamos dando.
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