Capitalismo, pobreza y delincuencia
martes 7 de febrero de 2012
Narciso Isa Conde
Las sociedades no son pobres de por sí: las empobrecen los que se enriquecen explotándolas, saqueándolas, envenenándolas, enfermándolas, enajenándolas y negándoles derechos vitales.
Los empobrecidos, material y especialmente, que optan por la delincuencia como medio de vida, no lo hacen porque quieran hacerlo, sino por necesidad de sobrevivir, por efectos de la cultura dominante y negación de valores educativos.
El capitalismo neoliberal ha llevado esto al extremo: precarizando el salario, privatizando servicios sociales, reduciendo extraordinariamente el empleo estable, multiplicando el buhonerismo y el chiripeo, y expulsando del consumo a miles de millones de seres humanos.
La cuarta ola tecnológica (microelectrónica, informática, robótica, ingeniería genética…) ha sido usada por el gran capital para suprimir masivamente el trabajo remunerado, multiplicar ganancias, empobrecer a los/as de abajo y del medio, y potenciar la especulación y las prácticas delincuenciales desde el. Estado y las elites sociales.
Los ideólogos de la privatización prometieron aumentar la productividad para aumentar riqueza arriba y “derramarla” hacia abajo; pero ésta se quedó en el cohollo opulento que solo derrama un empobrecimiento masificado, cada vez mas degradado y descompuesto, amenazante y agresivo en tanto en su seno crecen las prácticas delincuenciales de sobrevivencia, alimentadas por una dominación violenta y mafiosa.
Una loca carrera especulativa, la persistente identificación del éxito con el amasamiento de fortunas fabulosas, el disfrute del lujo y el consumismo banal, arropa las elites empresariales, partidocráticas, militares, policiales y tecnocráticas, y contagia la sociedad.
El despojo, el crimen, el saqueo -propios del periodo de la acumulación originaria capitalista- reaparecen en dimensiones colosales.
El gangsterismo político, la narco-corrupción, la expansión del lavado de dinero sucio se ejercen tanto desde el Estado y sus instituciones civiles y militares, como desde cúpulas empresariales afines, imbuidas de neo-malthusianismo frente a la masa creciente de pobreza creadas por ellas..
Por eso la llaman población “superflua” o “sobrante”, la identifican como sinónimo de delincuencia, le hacen la guerra, la reprimen cruelmente en nombre de la democracia y se empeñan en exterminarla por múltiples vías, comenzando por expulsarlas de las áreas visibles aptas para los grandes negocios inmobiliario del mega-capitalismo.
Estigmatizar, acosar, atropellar, fusilar, extorsionar… es tarea de una policía delincuente que dice luchar contra la delincuencia y defender la democracia.
Nada más falaz que ese discurso anti-delincuente pronunciado por delincuentes mayores disfrazados de alcaldes, diputados, senadores, presidentes, candidatos, jefes de policías y cuerpos castrenses, y grandes empresarios. Incluidos Giulliani y sus emprendedores
Por eso, mientra más conozco al capitalismo, más lo aborrezco.
Fuente
Narciso Isa Conde
Las sociedades no son pobres de por sí: las empobrecen los que se enriquecen explotándolas, saqueándolas, envenenándolas, enfermándolas, enajenándolas y negándoles derechos vitales.
Los empobrecidos, material y especialmente, que optan por la delincuencia como medio de vida, no lo hacen porque quieran hacerlo, sino por necesidad de sobrevivir, por efectos de la cultura dominante y negación de valores educativos.
El capitalismo neoliberal ha llevado esto al extremo: precarizando el salario, privatizando servicios sociales, reduciendo extraordinariamente el empleo estable, multiplicando el buhonerismo y el chiripeo, y expulsando del consumo a miles de millones de seres humanos.
La cuarta ola tecnológica (microelectrónica, informática, robótica, ingeniería genética…) ha sido usada por el gran capital para suprimir masivamente el trabajo remunerado, multiplicar ganancias, empobrecer a los/as de abajo y del medio, y potenciar la especulación y las prácticas delincuenciales desde el. Estado y las elites sociales.
Los ideólogos de la privatización prometieron aumentar la productividad para aumentar riqueza arriba y “derramarla” hacia abajo; pero ésta se quedó en el cohollo opulento que solo derrama un empobrecimiento masificado, cada vez mas degradado y descompuesto, amenazante y agresivo en tanto en su seno crecen las prácticas delincuenciales de sobrevivencia, alimentadas por una dominación violenta y mafiosa.
Una loca carrera especulativa, la persistente identificación del éxito con el amasamiento de fortunas fabulosas, el disfrute del lujo y el consumismo banal, arropa las elites empresariales, partidocráticas, militares, policiales y tecnocráticas, y contagia la sociedad.
El despojo, el crimen, el saqueo -propios del periodo de la acumulación originaria capitalista- reaparecen en dimensiones colosales.
El gangsterismo político, la narco-corrupción, la expansión del lavado de dinero sucio se ejercen tanto desde el Estado y sus instituciones civiles y militares, como desde cúpulas empresariales afines, imbuidas de neo-malthusianismo frente a la masa creciente de pobreza creadas por ellas..
Por eso la llaman población “superflua” o “sobrante”, la identifican como sinónimo de delincuencia, le hacen la guerra, la reprimen cruelmente en nombre de la democracia y se empeñan en exterminarla por múltiples vías, comenzando por expulsarlas de las áreas visibles aptas para los grandes negocios inmobiliario del mega-capitalismo.
Estigmatizar, acosar, atropellar, fusilar, extorsionar… es tarea de una policía delincuente que dice luchar contra la delincuencia y defender la democracia.
Nada más falaz que ese discurso anti-delincuente pronunciado por delincuentes mayores disfrazados de alcaldes, diputados, senadores, presidentes, candidatos, jefes de policías y cuerpos castrenses, y grandes empresarios. Incluidos Giulliani y sus emprendedores
Por eso, mientra más conozco al capitalismo, más lo aborrezco.
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