El papa Francisco “resucita” la defensa de los campesinos
CONTRALÍNEA
/Primera parte
Desde el Vaticano, el papa Francisco libra una histórica batalla por recuperar la esencia del Evangelio
cristiano y los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia
Católica en contra de una derecha eclesial que por décadas abandonó los
principios de humildad y la defensa de los que menos tienen, para
colocarse en un estatus de riquezas y privilegios otorgando su apoyo y
“bendiciones” a una oligarquía mundial que ha generado 3 mil millones de
pobres en campos y ciudades, a los que ahora el Vicario de Cristo abrió las puertas de la Santa Sede para escucharlos y expresarles su solidaridad en la defensa de su derecho a la tierra, al trabajo digno y a la vivienda.
Este golpe de timón ha puesto en guardia a
un amplio sector ultraconservador del catolicismo que no ha dudado en
cuestionar al sumo pontífice sobre la apertura a temas como la
homosexualidad y una nueva visión del divorcio, planteados en cónclaves
como el Sínodo Extraordinario sobre la Familia y que deberá tener sus
resolutivos finales en octubre del próximo año; pero lejos de
arredrarse, el papa les dio una demostración de las simpatías, apoyos y
el amplio consenso que han despertado en todo el orbe sus propuestas de
cambio con la celebración del reciente Encuentro Mundial de Movimientos
Populares. La alianza pactada en Roma con los marginados del mundo habrá
de ser en el nuevo siglo “el viento de la protesta que se convierta en vendaval
de la esperanza”, como lo expresó el papa, para disgusto de muchos
cardenales y obispos de derecha que ingenuamente pensaron que su llamado
no tendría eco. La presencia de líderes de organizaciones sociales de
todos los confines del planeta ha puesto a temblar a los alentadores de
un fabricado cisma, que se resisten a que la Iglesia Católica mantenga un oído en el Evangelio y otro en el pueblo.
La ofensiva del capital nacional e
internacional para privatizar los recursos naturales en el mundo tiene
un nombre ampliamente conocido por los campesinos de países donde la
trasnacional está devastando la tierra, el agua y la biodiversidad:
Monsanto.
Gobiernos cómplices en la protección de
los intereses del gran capital han criminalizado las luchas sociales de
quienes han denunciado el sentido depredador del agronegocio, que no busca alimentar a las poblaciones sino aumentar la ganancias de las multinacionales, imponiendo en aras de una mayor productividad cultivos
transgénicos que no sólo generan hambre y pobreza, sino que además
contaminan los suelos y los cultivos tradicionales, produciendo
alimentos altamente tóxicos para la salud de millones de personas por la
indiscriminada utilización de agrotóxicos.
El despojo y el acaparamiento de la
tierra, el agua, los recursos naturales como la minería y hasta el aire
utilizado para proyectos eólicos de generación de energía eléctrica han
permitido el avance desbocado del gran capital sobre el campo y sus
comunidades, arrebatando a millones de campesinos e indígenas su derecho
a la tierra, la conservación de sus culturas milenarias y su obligado
desplazamiento.
Las situaciones expuestas al papa
Francisco como graves, alarmantes e indignantes durante el encuentro
mundial de Movimientos Populares enumeran a países como Afganistán, el
África occidental, Colombia, Guatemala, Honduras, la región del
Kurdistán, Paraguay, Palestina, Siria, Sudán, sin exceptuar a México.
Las cifras expuestas en el foro
organizado por el Vaticano denuncian la creciente migración forzada de
hombres y mujeres del campo a las grandes ciudades o al extranjero, al
encontrase atrapados en las redes de un mundo dominado por el capital y
las teorías neoliberales que se guían por las lógicas del mercado de
consumo, y sin apoyo alguno de sus respectivos gobiernos para impulsar
una política agraria integral que les garantice la permanencia y
legítima propiedad de sus tierras, además de una comercialización sin
trabas de sus productos que les asegure una estabilidad laboral y un
justa remuneración para el bienestar de sus familias. La mitad de la
humanidad trabaja y vive en el campo, pero accede a menos de un cuarto
de la tierra disponible, lo que habla del despojo creciente y violento
que se ha dado en su contra. Por eso, uno de los reclamos generalizados y
apoyados por el papa fue el de pugnar porque en el mundo no haya ningún
campesino sin tierra.
Actualmente, como lo expusieron con
claridad ponentes como la chilena Francisca Rodríguez, directora
internacional de la Asociación Nacional de Mujeres Trabajadoras Rurales e
Indígenas, las comunidades y familias rurales tienen la desgracia de
estar encerradas en un mar de cultivos transgénicos, sufriendo
graves daños en su salud con tasas alarmantes de cáncer, abortos
espontáneos en las trabajadoras del campo y nacimientos de niños con
deformaciones congénitas, condenados a morir.
El impulso del uso de transgénicos y los agrotóxicos,
solapado por gobiernos en todo el mundo, está conllevando a
intoxicaciones masivas y pérdida de vidas humanas, afectando también a
los animales y a la tierra misma, de tal modo que los cultivos
transgénicos alentados por la multinacional Monsanto están produciendo
mayor hambre, pobreza y problemas de salud en millones de habitantes en
todo el planeta, sin que las autoridades locales muevan un dedo
por impedir la devastación que se está llevando a cabo, poniendo en
riesgo la soberanía alimentaria en cientos de países, como las naciones
de América Latina, México incluido.
Esta tendencia de despojo y privatización
de la tierra está teniendo, además, serias consecuencias en la vida de
millones de indígenas y campesinos en lo que se ha dado en llamar “una
guerra no declarada” que han emprendido en su contra, y en alianza con
el gran capital, las Fuerzas Armadas, policiales y hasta los
narcotraficantes. Es entendible el porqué cada vez se criminalizan más
las luchas sociales y se encubre, a través de la manipulación de los
medios de comunicación, la muerte, el encarcelamiento y los amañados
juicios contra las y los dirigentes de las organizaciones que de viva
voz denunciaron tales atropellos ante el sumo pontífice.
Los líderes de diversas organizaciones
campesinas coincidieron en el Vaticano en definir a la soberanía
alimentaria en una expresión más amplia, que debe comprender, además de
su derecho a la tierra y sus territorios, el derecho al agua, a sus
semillas tradicionales, su ganado y bienes materiales, así como el
respeto de sus formas culturales de producción y del cuidado de la
tierra misma.
En suma: relaciones sociales libres de
opresión y desigualdades que les permitan a millones de personas ejercer
su trabajo en el campo de una manera digna, con el firme compromiso de
alimentar a sus pueblos, ya que bajo la tesis forjada en el histórico
encuentro, “los pueblos con hambre, que no producen su propia comida,
son pueblos atrapados en la sobrevivencia […] no pueden pensar y decidir
libremente, ni pueden ser independientes”.
Demandaron a sus gobiernos, en el corazón de
la Santa Sede, políticas públicas basadas en el bien común y en el buen
vivir de la gente, sin dejar de mencionar que ahí, ante la presencia
del papa Francisco, rechazaron las falsas soluciones frente al cambio climático, como la energía nuclear, y la posición de quienes, desde las oscuras catacumbas clericales, las alientan.
“Nos preocupa además lo que escuchamos
de un miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias, quien sugirió
que el calentamiento global es responsabilidad de los más pobres del
planeta”, externaron, sin ambages, sellando simbólicamente la alianza
pactada con el sumo pontífice en contra de la corriente
ultraconservadora del Vaticano, puesta en evidencia como aliada del
capital internacional, de la ínfima minoría que está acabando con la
vida misma del planeta.
Martín Esparza Flores*/Primera parte
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
Comentarios