Cuando los ejércitos campesinos tomaron la Ciudad de los Palacios

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El general Francisco Villa en la silla presidencial, acompañado por el general Emiliano ZapataFoto Fototeca Nacional del INAH
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Desfile por el Zócalo de la vanguardia de la división Pacheco-Zapatistas con un pendón de la Virgen de GuadalupeFoto Fototeca Nacional del INAH
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El general Eufemio Zapata y su Estado Mayor, tras haber tomado posesión del Palacio NacionalFoto Fototeca Nacional del INAH
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Francisco Villa, Emiliano Zapata y villistas avanzan por la avenida San FranciscoFoto Fototeca Nacional del INAH
Selección de textos: Adolfo Gilly 1
 
Periódico La Jornada
Sábado 6 de diciembre de 2014, p. 2
Para los 43 normalistas de Ayotzinapa, dondequiera se encuentren.
Para sus padres y sus madres, dondequiera los estén buscando.
¡Vivos los queremos!
1.
Libres, sin capataz y sin amo
Francisco Pineda*
El domingo 6 de diciembre de ese año, los destacamentos del Ejército Libertador salieron de San Ángel hacia la Calzada de la Verónica, en el rumbo de San Cosme, donde habrían de encontrarse con las tropas de la División del Norte. En su marcha, la columna del sur se engrosó con otros contingentes que habían permanecido acantonados en Tlalpan, Coyoacán y Churubusco. Sin contratiempos siguieron por Mixcoac, Tacubaya y cruzaron Chapultepec hasta llegar al punto de reunión. A estas alturas, ya se anticipaba la sorpresa que causaría el desfile de los 58 mil hombres del sur y del norte con sus armas, sus corazones y cuerpos marcados en las batallas recientes. Aquella extraordinaria parada militar fue reseñada con entusiasmo en la prensa. Las céntricas avenidas, con su piso arenado para el paso de las caballerías, presentaban una animación nunca antes vista y las fachadas de las casas estaban engalanadas con banderas. […]
El sombrero del general Zapata parecía una canastilla de flores y confeti. Atrás iba Eufemio con su Estado Mayor. En la columna central desfiló, también en primer término, el Ejército Libertador. Eran fuerzas de las tres armas, marchando la infantería a la vanguardia. Brigadas divididas a su vez en batallones formados en columna de honor, lucieron al aire sus banderas y estandartes. Cuando la infantería zapatista desfiló, en breve, pudieron verse dos portaestandartes. Un clamor intenso se escuchó: ¡Ahí viene la Virgen india! Guadalupe o, en un manifiesto en náhuatl del Ejército Libertador, Tonantzin: To-tlaltipac-nantzi, mihtoa Patria, nuestra madrecita tierra, se dice Patria. El desfile continuaba grandioso y resurgían las banderas empuñadas por generaciones sucesivas, sólo que ahora tremolaban por los olvidados.
Detrás del contingente zapatista venía la División del Norte, organizada según el sistema ternario. El general Felipe Ángeles iba al mando de esta columna, acompañado por su Estado Mayor. Al frente de cada batallón de infantería marchó una música. A continuación desfiló la artillería de la Brigada Ángeles. Los ojos atónitos vieron pasar setenta cañones empleados en las batallas de Paredón, Torreón, San Pedro de las Colonias y Zacatecas. Después, los carros fraguas y de mecánica, adherentes de la artillería y una sección del servicio sanitario. El desfile culminó antes de la seis de la tarde y mucha tropa recibió orden de suspender su marcha, por falta de tiempo.
La vanguardia de la columna había llegado a Palacio Nacional a las doce y diez minutos. Los metales tocaron a libertad mientras que Villa y Zapata entraron a saludar al presidente provisional. Al salir al balcón central del Palacio, ambos recibieron el saludo del gentío que llenaba la plaza de armas y fervor. Se descubrieron ante la multitud que los aclamaba, permaneciendo así hasta que la manifestación cesó. Nuevo estallido de aplausos provocó el general Ángeles cuando pasó. Un reportero anticipó que por mucho tiempo se conservaría en la memoria la marcha de los 58 mil rebeldes que recorrieron ese día la urbe resonante.
* Francisco Pineda Gómez, La revolución del sur – 1912-1914, Ediciones Era, México, 2005, pp. 514-516.
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2.
Más de 50,000 hombres desfilaron ayer en columna por la urbe resonante
El Monitor. Diario de la mañana. Lunes 7 de diciembre de 1914
¡Gesta emocionante la de ayer, significada en el desfile de los ejércitos del Norte y del Sur! […] Cabalgaba el general Villa en hermoso alazán tostado y vestía uniforme azul oscuro con gorra de divisionario, bordada de oro, y llevaba enormes botas federicas. Iba el general Zapata en bellísimo rosillo obscuro, y vestía el típico traje de charro, chaquetilla color beige, con bordados de oro viejo; pantalón negro, ajustado, con botonadura de plata y sombrero galoneado, el cual semejaba canastilla de flores, cuando al correr por las avenidas Juárez y Francisco I. Madero llovían rosas y serpentinas. Brevísimo fue el paso de los jefes revolucionarios. […]
Cuando la infantería zapatista desfiló, las muchedumbres ávidas que llenaban sillerías, aceras, carruajes y balcones, comentaron favorablemente la formación de la tropa.
A poco, dos portaestandartes flameaban el pendón de la Virgen india, y sólo un clamoreo intenso se escuchó: ¡allí viene la Virgen india!, y pobres y ricos, y cultos y escasos de saber, sintieron el escalofrío de emoción que la leyenda del Tepeyac, ligada con nuestro desenvolvimiento nacional, produce al recorrer el velo de nuestra infancia y de nuestra historia. Los zapatistas que enarbolaban tales emblemas no era poseurs. Sentían y oraban. Y el reportero recordó que pueblos sin inquietudes religiosas, sin espiritualidad, son pobres pueblos, según Unamuno.
Los generales zapatistas y villistas recibieron mil agasajos. Los generales Eufemio Zapata y Banderas, el general Triana y otros, contestaban agradecidos: el general Ángeles seguía su ruta con gesto impasible.
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3.
Diciembre 6
E. Brondo Whitt*
Gran desfile de las tropas unidas de Villa y de Zapata. Yo pude contemplarlo con toda comodidad desde un balcón. Cincuenta mil hombres estuvieron pasando frente al Palacio Nacional durante seis horas. En los balcones del Palacio se amontonaban los divisionarios, el presidente de la Convención y otros magnates. Al son de las trompetas iban desfilando las compañías, los escuadrones, los ejércitos… Cada general a la cabeza de sus hombres y, de trecho en trecho, las banderas patrias.
Pasaron los dorados. Estos dorados es una creación de Villa. Lo más bravo, lo más puntal (dice el jefe), lo más decidido del ejército compone el batallón de los Dorados. Basta con decir esa palabra para que se entienda la flor y nata de la bravura y el bandidaje. Van en briosos corceles de flamante pelo, saben derrochar el dinero, han acabado hazañas inauditas y vienen desde Ciudad Juárez arrastrando sus laureles a la retaguardia de Villa.
Pasan los cañones, las ametralladoras, servidos por dragones de heroicas cataduras, con las pestañas emblanquecidas por el polvo de la calle y de los campamentos. Torreón, San Pedro de las Colonias, Hipólito, Saltillo, Zacatecas, los han visto en el fragor del combate, en el estruendo de la lucha, enardecidos ante una mirada de Villa o ante las palabras sugestivas de Ángeles: Hay que matarlos, para que ellos no vengan a matarnos a nosotros.
Pasan los hombres de Zapata, los hombres del calzón blanco y del sombrero grande; muchos de ellos nunca habían tramontado el Ajusco, ahora las panteras del sur y los tigres del norte se dan la mano, y desfilan durante seis largas horas para mostrar la excelsitud de su fuerza. Al son de las trompetas marchan los corceles ladeándose, resbalan en el empedrado pavimento, se yerguen y arrancan chispas de lumbre de los cascos de hierro. […]
Y entretanto, los caudillos rebeldes se hacen fotografiar en abigarrado grupo, sentados en los dorados sillones del Palacio, con aires heroicos y llevando a espaldas a sus campeones de fierro, a sus lugartenientes de terribles cataduras, y tal o cual de ellos con heridas abiertas y la cara vendada.
* Dr. E. Brondo Whitt, La División del Norte (1914), por un testigo presencial (estudio introductorio de José Enciso Contreras), Tribunal Superior de Justicia del Estado de Zacatecas, Zacatecas, México, 2014, pp. 474-476. Brondo Whitt fue médico de la División del Norte desde la batalla de Torreón hasta la toma de la ciudad de México.
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4.
La alianza de la revolución del Norte y la revolución del Sur
Felipe Ávila Espinosa*
El 6 de diciembre de 1914 los habitantes de la ciudad de México presenciaron un acontecimiento insólito. Entre maravillados, atónitos y temerosos vieron marchar por las calles céntricas de la vieja capital a varios miles de hombres armados, muchos de ellos a caballo, en un desfile militar diferente a los que habían visto antes.
Quienes marcharon por las principales avenidas rumbo al Palacio Nacional eran dos tipos de personas a las que no habían visto desfilar así por la ciudad: unos bajitos, de pantalón y camisa blanca, con huaraches, de tez morena, con rasgos indígenas, a quienes apenas se les veía la cara oscurecida por los grandes sombreros de palma que cubrían sus cabezas, con largas carabinas y el pecho cruzado con cananas. Los otros eran blancos y mestizos, más altos, con sombreros y gorras militares. Al frente de todos iban sus dos principales jefes montados en elegantes caballos. […]
Según las crónicas de la época desfilaron ese día más de cincuenta mil hombres armados en lo que fue la mayor demostración militar presenciada por los capitalinos durante la Revolución Mexicana. Francisco Villa y Emiliano Zapata, con sus estados mayores, culminaron el desfile y entraron a Palacio Nacional, donde se tomaron las memorables fotografías en la oficina presidencial. En ellas se ve a Villa sonriente, festivo, desinhibido, sentado en la silla presidencial –para ver qué se siente, según dijo–; a su lado la mirada oblicua, incómoda, hostil, desconfiada de Zapata, quien pensaba que esa silla debería más bien quemarse porque representaba sólo la ambición y el poder. Esa entrada triunfal y la ocupación del Palacio Nacional representaban el punto más alto alcanzado por la revolución campesina durante la gesta armada.
* Felipe Arturo Ávila Espinosa, Las corrientes revolucionarias y la Soberana Convención, Biblioteca Constitucional INEHRM, México, 2014, 520 pp., pp.363 y 364.
* * *
5.
Tropas del Norte y del Sur desfilan en la Capital
The Mexican Herald
City of mexico, monday December 7, 1914
Más de 30 mil tropas convencionistas y zapatistas hicieron ayer una entrada triunfal en la capital. Encabezadas por el general Francisco Villa, comandante en jefe de las fuerzas convencionistas, y por el general Emiliano Zapata, comandante del Ejército Libertador del Sur, miles de soldados de infantería y caballería, con brigadas de artillería y sanitarias, desfilaron ayer por las avenidas Juárez y San Francisco durante cinco horas y pasaron revista ante el Presidente Provisional Eulalio Gutiérrez, que miraba el desfile desde el balcón central del Palacio Nacional. A los lados del jefe del Ejecutivo estaban el general Villa y el general Zapata, y los hombres seleccionados para integrar el nuevo gabinete.
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Fue, sin lugar a dudas, el mayor desfile militar en la historia de la ciudad de México. Los hombres del norte y del sur marcharon juntos. […] Cubiertos aún de polvo, con la apariencia del soldado en campaña antes que en uniforme de gala, durante cinco horas fueron pasando. Las estimaciones sobre el número de hombres en línea variaron entre cincuenta mil y, por lo bajo, 20 mil. Conversaciones con oficiales habitualmente bien informados permitían concluir, sin embargo, que unos treinta mil hombres pasaron revista ante el Presidente Provisional Gutiérrez.
Sin embargo, no representan éstos toda la fuerza de las tropas convencionistas y zapatistas en la vecindad de la capital. Muchos miles de hombres, tanto en los campamentos del norte como del sur, no abandonaron ayer sus cuarteles. Un desfile que durara todo el día no habría tenido ninguna utilidad y habría aumentado el cansancio físico de aquellos que desfilaron, pues todos habrían debido estar en sus posiciones desde la temprana mañana, y horas de espera bajo las armas se habrían sumado a las horas efectivas de marcha. […]
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Los generales Villa y Zapata entraron al Palacio Nacional por la puerta central a las 12:20 horas, acompañados por sus generales y ayudantes. De allí avanzaron hasta la sala donde los esperaban el Presidente Gutiérrez y miembros de su gabinete.
En esa sala había una gran concurrencia de funcionarios y diplomáticos. Estaba presente la mayoría de los diplomáticos acreditados en México, que habían sido invitados especialmente para el desfile. […]
Cuando el Presidente, sus ministros y los diplomáticos estuvieron instalados en los varios balcones del Palacio para presenciar el desfile, el general Gutiérrez dio las órdenes necesarias para el avance las tropas.
Los primeros en marchar fueron la guardia especial del General Villa y luego siguió la infantería zapatista. La mayoría de estas tropas vestía los trajes típicos de los morelenses. Después de la infantería del Ejército Libertador del Sur marcharon varios miles de soldados de caballería de esas mismas fuerzas. Cada uno de los regimientos zapatistas llevaba su bandera propia y la mayoría traía bordados símbolos religiosos, entre los cuales los de la Virgen de Guadalupe eran los más populares.
Después de los zapatistas venía el General Felipe Ángeles con su estado mayor y luego seguían las divisiones de infantería de la División del Norte. Estos contingentes estaban integrados por las tropas siguientes: Batallón de Zapadores, comandado por el General Servín; Primer Batallón de Zacatecas, bajo el Coronel José Morín; Tercer y Primer Batallones de la División del Centro; Primer Regimiento de la Brigada Zaragoza; Primer Batallón de la Brigada Robles; Séptimo y Octavo Batallones de la Brigada de Toribio Ortega; y la Brigada comandada por el General Dionisio Triana, compuesta de varios batallones.
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Después de las divisiones de infantería, comandadas por los Generales Tomás Domínguez y Dionisio Triana, venía la artillería bajo el Coronel Gustavo Bazán. Las brigadas de artillería estaban así compuestas: una batería de cañones Vickers; una batería de artillería liviana; tres baterías de cañones Schneider-Canet de 75 mm.; dos baterías de cañones St. Chaumond-Mondragon de setenta y cinco milímetros; cuatro baterías de artillería pesada y dos baterías de artillería liviana. El paso de la artillería atrajo mucha atención, pues nunca antes se había visto en la ciudad de México una cantidad tan grande de piezas de artillería en un desfile.
Después de la artillería vinieron la sección mecánica del ejército norteño y la Brigada Sanitaria. Las divisiones de caballería venían al final del desfile. Estas divisiones estaban compuestas por las Brigadas Villa, José Rodríguez, Hidalgo y varias otras.
Las tropas entraron a la ciudad por la Calzada de la Verónica, pasaron por el Paseo de la Reforma y las avenidas Juárez y San Francisco [dos días después, Villa cambió este nombre por el de Francisco I. Madero, que lleva hasta hoy]; luego, girando a la derecha, pasan frente al Palacio Municipal y giran después a la izquierda para pasar frente a Palacio Nacional. En la esquina de las calles Relox y Santa Teresa las tropas se desbandaban. Las fuerzas norteñas regresaron a sus campamentos en Los Morales y Tacuba, mientras los zapatistas se fueron a los suburbios donde están acuartelados.
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6.
La altura de las banquetas
Paco Ignacio Taibo II*
Y al fin los hombres de la Convención, zapatistas, villistas y lo que comenzó a llamarse la tercera posición, entrarán juntos a la ciudad de México el domingo 6 de diciembre. Los zapatistas salieron de Tlalpan, de los cuarteles de San Lázaro, de San Ángel; los villistas de Tacuba y la hacienda de los Morales. Se concentran en la Calzada de la Verónica (hoy Melchor Ocampo). […] Millares de pañuelos, millares de mirones. Villa dirá: Como nunca se había visto.
Gracias a una foto, supuestamente de Casasola, el autor de este libro ha podido identificar a los generales que abren la descubierta sobre la avenida San Francisco. Tras dos cornetas zapatistas en pequeños caballos, Lucio Blanco, mirando un reloj que marca las 12:10. En un segundo plano Otilio Montaño observando los balcones del lado izquierdo, aún con la venda de la última herida en la frente. El jovencísimo Rafael Buelna. Urbina, mirada fiera, al frente con salacot. Zapata, Villa (que va conversando con Emiliano), entre ellos Everardo González y a su derecha Rodolfo Fierro en un caballo blanco, con un puro en la mano y la mirada retadora. Y en la esquina de la derecha el secretario de Villa, Luis Aguirre Benavides (a la derecha y fuera de cuadro, en muchas versiones de la foto, Madinaveytia y Pérez Rul). Los ocho generales que abren la marcha eran hace cinco años un campesino, un maestro rural, un estudiante, un cuatrero, un caballerango, un bandolero, un campesino y un maquinista de tren. Nadie podrá explicarse la Revolución Mexicana si no se explica esta foto.
* Paco Ignacio Taibo II - Pancho Villa – Una biografía narrativa, México, Planeta, 2006, p. 451.
1 Edgar Urbina Sebastián colaboró en la selección y ordenamiento de los textos de este artículo.

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